Calle Rioja

“Yo soy arquitecto de rebote”

  • Tributo. Recorrido por los edificios que el arquitecto Luis Díaz del Río construyó en Los Remedios. Hoy, a sus 96 años, colocarán una placa en un chalé en Huelva para Sevillana

Luis Díaz del Río, 96 años, en la entrada de la casa de Plaza de Cuba que construyó en 1961.

Luis Díaz del Río, 96 años, en la entrada de la casa de Plaza de Cuba que construyó en 1961. / Belén Vargas

CUANDO el pintor Santiago del Campo se acercaba por el salón a la ventana con vistas al río siempre le decía al arquitecto Luis Díaz del Río que tenía la impresión de estar en París. Y no por los Montpensier. Luis Díaz del Río (Berdún, Huesca, 1923) está a sus 96 años como un niño con zapatos nuevos. Ayer, dentro de la Semana de Arquitectura, sus jóvenes colegas recorrieron su Sevilla particular, edificios que llevan su impronta –y de Ricardo Abaurre– en Plaza de Cuba (1961), Avenida República Argentina, Virgen de Luján y Alféceres Provisionales (hoy, Glorieta de las Cigarreras). Esta tarde, el Colegio de Arquitectos de Huelva coloca, en presencia del arquitecto, una placa Docomomo en el Pabellón de Aguas de la Punta del Sebo.“¿Se acuerdan de mí?”, pregunta con un punto de coquetería este aragonés que llegó a Sevilla en noviembre de 1953 con el título de arquitecto de la 103º promoción de la Escuela de Arquitectura de Madrid. “Lo primero que hice cuando llegué a Sevilla fue pedir destino Madrid”.

Pero el destino se le cruzó. “Yo soy arquitecto de rebote. Quería estudiar para marino. Era el pequeño de tres hermanos. El mayor estudiaba Medicina en Zaragoza. El segundo era marino, yo quería seguir sus pasos, pero mi padre se quedaba solo. Aunque murió con 94 años, tenía una salud muy quebradiza. En la guerra de África se lo tuvieron que traer e la Península por unas fiebres. Como no se me daba mal el dibujo, estudié Arquitectura”.

Algo del marino quedó. Desde el séptimo derecha del número 2 de Plaza de Cuba, uno de los tres edificios que construyó en este nexo de Los Remedios y Triana, se ven las instalaciones deportivas y sede social del Labradores, de las que también se hizo cargo. Desde la ventana en la que Santiago del Campo veía París y desde la terraza del Labradores se divisa el punto exacto del que salieron las naves de Magallanes.

Padre de cuatro hijos: Luis, informático; Ángel, arquitecto; Jorge, abogado; y Aurora, también arquitecto, el oficio de Ana Yanguas, su nuera. Su hija llega a Plaza de Cuba, 2, con Mariola Ruiz de Astorza. Dos arquitectas con el longevo maestro, que mantiene la risa y la lucidez de un chaval, la modernidad en su pensamiento que supo transmitir a sus construcciones.

Fue un flechazo a primera vista. “Yo vivía en la única casa habitada de la calle Asunción y pasaba todos los días por aquí, que era campo, camino de la delegación de Hacienda, mi primer destino como arquitecto. Los valencianos eran dueños de la mitad de Los Remedios, pero con una cooperativa nos adelantamos para comprar este solar”.

El número 1 lo construía un arquitecto catalán y el número 2 este aragonés que no reniega de serlo. “Un día me dijo que mi edificio se movía. Al día siguiente fui con el encargado y el que se movía era el suyo. Se enfadó conmigo, no me habló más y se fue a Barcelona”.

No es fácil que a un arquitecto lo sigan reconociendo sus discípulos y antiguos alumnos –fue profesor en la Escuela de Arquitectura entre 1963 y 1988– y también sus vecinos. “Luis fue un visionario, es un genio viviente”, dice Beatriz Botija, que nació en 1967, hija de la plaza de Cuba. Su padre fue uno de los primeros vecinos del edificio, delegado de Hacienda donde Díaz del Río fue arquitecto y donde trabó amistad con el poeta Juan Sierra, que allí tenía su destino laboral.

En la entrada hay un mural de Santiago del Campo. Uno de los muchos vínculos entre pintor y arquitecto. En la séptima planta hay sendos retratos que Del Campo pintó de los tres hijos varones del arquitecto. El de Aurora lo pintó después, “decía que me movía mucho y lo tengo en mi casa”. Cuando Luis Díaz del Río se enteró de que la directiva del Sevilla iba a buscar en Madrid un pintor para el mural del estadio, les presentó a Santiago del Campo. Llega otro vecino, Trinitario Messeguer. “Yo llevó aquí cuarenta años, le compré el piso a los hermanos Machado”.

Beatriz Botija cuenta historias del vecindario. “La serie de Carmen Laffón sobre Triana la pintó en la azotea de esta casa. Aquí vivieron muy jóvenes, recién casados, Alejandro Rojas-Marcos e Isabel Rodríguez de Quesada. De noche, sonaba la imprenta clandestina de los panfletos”.

Los arquitectos tienen hijos biológicos y arquitectónicos. Miles de personas han vivido, viven o vivirán en muchos de los edificios con la firma de este arquitecto. Dibujaba muy bien, le decían en su casa. Llegó a dar clase de Procedimientos de Expresión Gráfica. Su currículum, lleno de planos, dibujos y proporciones, da cuenta de su ingente trabajo: el Labradores, el Pineda, Galerías Preciados, edificios en Canalejas y Reyes Católicos. “La torre de viviendas de Kansas City no me la dejaron hacer”.

Ha conocido dos Dictaduras, una República –“mi padre estaba en Jaca cuando se sublevan Fermín Galán y García Hernández– y una Monarquía.

“La arquitectura actual la veo muy deslavazada. Nosotros teníamos las cosas más claras”. Nunca fue a América, pero América llamó a su puerta. Su ángel de la guarda es una nicaragüense llamada Lesaika. Cuba y Nicaragua en el mismo espacio desde el que ve un imaginario París todos los días.

Alumno de Torres Balbás, López Otero o Sainz de Oiza –autor de la Torre Triana–, formó parte con Abaurre y Alejandro de la Sota de la escuela que modernizó los criterios de posguerra. “Sevilla siempre me gustó muchísimo. Había viajado por Marruecos y la arquitectura árabe de Córdoba y Sevilla me parecía mucho más interesante”. Paisano de Bueno Monreal y de Javierre, “que nunca me entrevistó ni me confesó”.

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