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Un 'best-seller' de poesía y prosa en el Tremendo

  • Despedida. Hoy cierra sus puertas definitivamente la librería Reguera, donde llega la Botica de Lectores. El librero, después de cincuenta años, se despidió con amistad, tapas y cerveza

Foto de familia del cierre de la librería Reguera.

Foto de familia del cierre de la librería Reguera. / m. g.

Como hoy es puente por el día de Andalucía, la librería Reguera eligió el sábado 25 para despedirse de su distinguida clientela, clientes y lectores que en muchos casos se han convertido en amigos, poniendo fin a una historia de cincuenta años. Las previsiones meteorológicas no se cumplieron y amaneció un día espléndido. Hay un atajo por la calle Gerona entrando por Feijoo y San Felipe. Se fundían y confundían las clientelas de la librería y de la cervecería El Tremendo, que se convirtió en una especie de accesorio.

La librería estaba llena de gente y Julio Reguera, el librero fundador que se va por la puerta grande, no daba abasto para atender al público. El local parecía la calle Feria cuando el puesto de Rodrigo se ve rodeado de curiosos, entre diletantes y voraces. Familias enteras han pasado por la librería. Desde 1973 (acaba de morir el escritor australiano que ganó el Nobel ese año, Patrick White), varias generaciones han encontrado allí su isla del tesoro, su refugio de la tempestad. Unas niñas le regalaban a Yolanda y a Luz, las dos colombianas unidas a la intrahistoria de la librería, unos cariñosos dibujos de recuerdo. Es posible que sus padres frecuentaran de novios la librería, que sus abuelos acudieran las noches de verano al cine Santa Catalina, donde con la complicidad de las estrellas y la selecta nevería se cumplía el axioma leninista de que cuanto peor mejor.

El actor Antonio de la Torre, entre los clientes que quisieron despedir a un clásico

El librero creció oyendo el rasguear de la guitarra del Niño Ricardo, que era vecino y ahora da nombre a la antigua calle Almudena. No ha habido otra librería en la ciudad con un escaparate tan selecto de libros de cine. El actor Antonio de la Torre no quiso perderse esta jubilación que ahora sí viene de júbilo. Se cura en salud para que nadie le diga que le gustó más la novela. Le sugiero una de las joyas que adquirí en esta librería, ¿Quién diablos la hizo?, un libro de entrevistas del cineasta Peter Bogdanovich con algunos de los maestros del séptimo arte, desde Howard Hawks a Alfred Hitchcock. Donde Otto Preminger cuenta que nunca dirigió un western porque no le gustaba hacer películas con caballos. El cineasta que estuvo en la primera edición del antiguo festival de cine de Sevilla con El factor humano, adaptación cinematográfica de la novela homónima de Graham Greene, que yo leí en la mili.

El escritor Jesús Carrasco pasa por delante de la librería. En Reguera tuvieron que venderse muchos ejemplares de su novela Intemperie, que llevó al cine Benito Zambrano. En el escaparate está Bertolucci por Bertolucci, un recorrido por la obra de este cineasta, imprescindible en la Transición (El último tango en París, Novecento) que también pasó por el festival de cine de Sevilla con su película La luna en la alcantarilla. En ese libro narra el partido de fútbol que disputaron los equipos de rodaje de Bertolucci y Pier Paolo Pasolini.

Poco antes de que cierre las puertas la librería, busco acomodo en el Tremendo para brindar por tan buenas lecturas y tan magníficas personas. El color de la cerveza, que sirven con la fruición con la que una rotativa suelta los periódicos, me lleva a un amigo. Junto al escaparate de cine de Reguera, Eloy da cuenta de una birra. Trabajó en Flaherty, la taberna irlandesa de la calle Alemanes donde tanto éxito tenían las celebraciones del bloomsday. Es extremeño de Fregenal de la Sierra, sevillano adoptivo, no quiere perderse esta alfombra de lúpulo para una librería de leyenda. Busco hueco en un córner del Tremendo. Me invitan dos parroquianos a los que acabo de conocer. Julio y Antonio. Uno de ellos es poeta y recita de memoria unos versos de Octavio Paz, de quien cuenta una divertida anécdota. El otro es un incondicional de Marcel Proust. "No pasa nada en sus libros y eso es lo que te seduce".

Flaherty cerró, como ahora lo hace Reguera. Una morena y una rubia, hijas del pueblo de Dublín. En una firma de ejemplares de uno de los libros de Julio Muñoz, el Rancio Sevillano, cada comprador era obsequiado con una cerveza en el Tremendo. En este adiós de Reguera me cruzo con Julio, así bautizado como tributo a Julio Verne, por la calle Trajano, donde está Padilla en su tercera ubicación. Una librería de 1969, cuatro años antes de Reguera. Sigo caminando por la Alameda y saludo a Manuel Jesús Roldán. Hoy es su gran día, manigueta de los Javieres, que saldrá en viacrucis el penúltimo día de febrero, último de la historia de esta librería. Julio Muñoz y Manuel Jesús Roldán son dos de los sevillanos cuyos libros gozan de más difusión. Nunca faltan en librerías de aeropuertos o estaciones de ferrocarril.

En uno de sus libros, de la saga de los agentes Villanueva y Jiménez, dice Julio Muñoz que en la calle Almirante Apodaca hay división de opiniones: para unos es donde está la Hemeroteca Municipal; para otros es la calle del Tremendo. En lo que todos están de acuerdo es en que allí lució con su cinco estrellas una librería de campeonato. Se fueron yendo los clásicos: el Santa Catalina, el cine Rialto, la voz de Perejil en su casa-taberna del Quitapesares donde un día se presentó Alfredo Kraus y ahora la librería Reguera, que nació el año que muere Picasso.

Hay mucho turismo en Sevilla. Muy cerca de la librería está la residencia donde se alojó el joven Juan Ramón Jiménez y la iglesia donde bautizaron a Velázquez. Cuando nace Reguera, el Rinconcillo ya tenía tres siglos y tres años de historia. De 1670. Otro ilustre vecino donde el coronel siempre tiene quien lo beba. 1973-2023. De los libros prohibidos a los cancelados. No hay mejor receta que un buen libro. Y a partir de ahora, donde estaba Reguera, habrá una Botica de Lectores. Lo más leído el sábado fueron las consumiciones del Tremendo. Con versos de Carlos Edmundo de Ory: "Tengo sed de alcantarilla y de cerveza fresquita".

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