El comercio tradicional de Sevilla se desangra en la calle Francos
Algunos negocios y bares no han vuelto a abrir tras el primer estado de alarma, otros van a cerrar ahora, los que sobreviven alertan de la situación crítica que atraviesan
A la calle Francos se le está yendo la vida. Esta arteria histórica y principal de la ciudad, en la que el comercio ya se instaló en época romana, está soportando los envites de la pandemia como pocas. Su tejido comercial está formado, en su mayoría, por pequeños negocios familiares con una larga tradición y netamente sevillanos, a diferencia de lo que puede suceder en calles como Tetuán, Velázquez y Sierpes, en las que imperan las multinacionales y las franquicias. La calle Francos es uno de esos reductos de la Sevilla más clásica. Y se desangra. Algunos de sus inquilinos no han vuelto a abrir sus puertas tras el estado de alarma. Otros, sí lo hicieron y se enfrentan ahora al inevitable cierre. Por contra, los que sobreviven lo hacen enfrentándose a unas caídas tremendas de las ventas, incluso llegando a dejar la caja a cero durante algunos días.
Francos, y su área de influencia, como Placentines, Chapineros o Álvarez Quintero, era un centro bullicioso del comercio local. Calle principal de paso para todas aquellas personas que se dirigían desde la Catedral a las setas de la Encarnación. Este trasiego de turistas deparó que en los últimos años se abrieran hasta cinco tiendas de suvenires y regalos. Hoy, algunas de ellas se han visto obligadas a echar el cierre. Las que permanecen lo hacen a duras penas. Estos negocios conviven con el comercio más clásico y tradicional de la ciudad. Ése que da sentido y personalidad y marca la seña de identidad de una urbe: Casa Rodríguez, Cordonería Alba, Velasco, Corsetería Modelo, Guantería Pino, Peletería Reyes, Los Caminos... tiendas a las que acude el sevillano desde siempre y también, en los últimos años, el guiri, ávido de llevarse un recuerdo auténtico y de calidad de la ciudad.
Hoy, condicionados por la pandemia, la situación es bien distinta, como lamenta Javier Gotor, de Casa Rodríguez, comercio distinguido como emblemático y con más de cien años a sus espaldas: “El sevillano no consume por el miedo y turistas no hay. Ya no pasan maletas”. En Francos, aunque los negocios son tradicionales, la mayoría de las viviendas se han transformado en los últimos años en apartamentos turísticos y permanecen cerrados.
Casa Rodríguez, como su vecino Cordonería Alba, también comercio centenario, viven en buena parte de los encargos de las hermandades y cofradías, que también han tenido que echar el freno al dejar de recibir importantes ingresos, fundamentalmente la subvenciones por la explotación de las sillas y palcos de la carrera oficial de la Semana Santa. La preocupación es grande, ya que las restricciones de la movilidad y el cierre de regiones y provincias impiden que muchos cofrades de otros lares puedan visitarlos los sábados para hacer sus encargos y compras.
La anterior crisis económica también afectó de lleno a los comerciantes. Cuando encaraban una nueva época de bonanza, con un año 2019 muy bueno, el coronavirus los vuelve a dejar helados. Las ventas, afirman, han caído en torno a un 40%. Por la mañanas hay algo más de movimiento, hay transeúntes. Las tardes ya son otro cantar. “Es un desierto. Estamos hablando incluso de cerrar porque no pasa nadie”, advierte Gotor.
Los alquileres en Francos también son altos y las ayudas municipales y de otros organismos escasas. Jesús Spínola, de Cordonería Alba, es uno de los agraciados con las ayudas del Ayuntamiento, que califica de “irrisorias”. Han sido concedidas por sorteo. Él lleva esperando para recibirla desde julio. También es crítico con las decisiones que se están tomando: “Vivimos mucho de la gente de fuera, de la provincia. Si cierran , la situación todavía se nos complica más. Los políticos deberían pensar más en el medio y largo plazo”.
Francos es una calle muy relacionada con el arte, allí se encuentra, por ejemplo, la casa de subastas Isbilya, una de las más activas de Sevilla; y muy expuesta a las Fiestas Mayores, sobre todo la Semana Santa y el Corpus. Este año, aunque la procesión con el Santísimo no salió, los negocios no quisieron dejar de engalanar sus escaparates como hacen desde tiempos inmemoriales, un hecho que demuestra hasta que punto forman parte de la tradición sevillana. La calle también cuenta con varios negocios dedicados a la moda flamenca, que también están padeciendo la crisis como pocos. Permanecen cerrados.
“Francos es la pura idiosincrasia de la ciudad. Una calle con una tradición comercial antiquísima. Ya era un importante centro de negocios en época romana, como afirma el profesor Fernando Gabardón. La obligación de las administraciones es cuidar de estos negocios autóctonos y únicos que nos diferencian de otras ciudades y también nos distinguen de otras calles de la ciudad”, insiste Gotor.
Una de las firmas que se ha llevado la peor parte de esta crisis es Nomadejado Sevilla. Abrió sus puertas 15 días antes de la declaración del primer estado de alarma. Ahora se encuentra en liquidación por cierre, como relata Isabel, su propietaria: “Decidimos esperar a ver qué pasaba después del verano, pero desde finales de septiembre ha bajado todo mucho. La renta que pagamos es alta y, aunque nos han ayudado porque comprendían la situación, no tenemos más remedio que cerrar”.
Los negocios de restauración tampoco lo están pasando bien. El clásico Casa Ruiz no ha vuelto a abrir después del confinamiento de la primavera y El Pintón, uno de los restaurantes que más de moda se habían puesto, primero entre los sevillanos y luego entre el público extranjero, no tiene ni de lejos la ocupación anterior a la irrupción de la pandemia.
No al cierre del centro en Navidad
La Guantería Pino lleva abierta 82 años en la calle Francos. Ore del Pino es la tercera generación que se pone al frente del negocio. Se muestra tremendamente crítica con los políticos y con la gestión municipal y advierte de las consecuencias que podría tener cerrar este año el centro al tráfico durante la Navidad: “El centro es lo más significativo que tenemos y se lo están cargando. Nosotros los comerciantes sabemos lo que nos hace falta y no es cerrar porque el público se va a los centros comerciales y nos morimos”.
Con un local de alquiler y como autónoma, no puede permitirse el lujo de cerrar ningún día, aunque se lleve horas sin ver un cliente y sólo venda 80 euros al día, en el mejor de los casos. Esta situación, como la de muchos otros, provoca que lleve muchos meses sin cobrar para no endosar gastos al negocio. Por eso se muestra indignada con la actitud de los políticos: “Necesitamos ayudas económicas no que vengan a hacerse unas fotos y a darnos una palmadita en la espalda. Esta mañana me he indignado cuando he leído que el Gobierno se va a subir el sueldo y a nosotros nos van a subir los impuestos”. Ella también ha sido agraciada con una ayuda municipal de mil euros en el sorteo. Pero se queja de la excesiva burocracia y que lleva esperando desde el 29 de mayo cuando presentó la documentación.
Un mensaje positivo quiere trasladar Rocío, de Francos 22. Ella, como todos, está sufriendo los rigores de la crisis, pero anima a los sevillanos a tener miedo y a pasear por las calles para recobrar la alegría. “Que los sevillanos vengan al centro, que paseen, que visiten los templos, que se tomen una cerveza en el Salvador... que nos visiten”. Además de esta positividad, su receta para salir de la crisis es intentar hacer los comercios más visibles y que no se queden obsoletos.
Una de las asignaturas pendientes de la ciudad es Peyré. Un edificio que lleva muchos años infrautilizado, aunque en los últimos tiempos Robles organizaba eventos, algo imposible ahora. Próximamente el Aero se instalará en parte de sus instalaciones.
Los comerciantes de Francos se reúnen con periodicidad para tratar de buscar soluciones comunes. Una de ellas puede ser la realización de mercadillos, como ya han hecho en los últimos años, para atraer clientes. Mientras se supera esta situación, cuyo fin no se atisba, reclaman más implicación al Ayuntamiento, sobre todo para no dejar caer a los más tradicionales, que son los que con su esfuerzo e implicación sobreviven, aunque los síntomas de agotamiento son ya alarmantes. También confían en que pronto vuelvan los turistas, muchas veces denostados, pero que son muy importantes para todos los sectores de la ciudad.
La viabilidad del comercio de siempre está en juego. Y con ello la personalidad e idiosincrasia de la ciudad.
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