Manos que sanan frente a la adversidad
cooperación médica internacional
Una ginecóloga, una oftalmóloga y una internista del Virgen del Rocío relatan cómo es ejercer la medicina donde el sufrimiento y la resiliencia caminan juntos
El hospital gestionó el año pasado 59 voluntariados
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Cuando la oftalmóloga del Hospital Virgen del Rocío Margarita Cabanás hizo su primera cooperación siendo aún estudiante de Medicina, no imaginaba que llegaría a operar cataratas sentada en un sillón de bicicleta adaptado. “Aquí entendí lo que significa mejorar la calidad vida de las personas con lo mínimo”, resume con orgullo.
Como ella, cientos de profesionales sanitarios españoles ejercen como cooperantes en países marcados por la pobreza, los conflictos o el abandono. Son médicos, enfermeros y técnicos unidos por la vocación y el compromiso ético que, lejos del confort hospitalario, eligen atender a quienes no tienen nada, en contextos donde salvar una vida requiere mucho más que conocimientos clínicos.
Y es que, en un mundo donde las desigualdades sanitarias siguen marcando la diferencia entre la vida y la muerte, la cooperación internacional entre hospitales y profesionales de distintas especialidades médicas se ha convertido en una herramienta vital. Más allá de las misiones humanitarias de emergencia, esta colaboración teje redes duraderas de formación, asistencia, investigación y apoyo institucional, generando un impacto real en comunidades vulnerables.
La sostenibilidad de estos proyectos se basa en un enfoque organizado y ético de la mano de la Unidad de Trabajo Social del hospital que, desde su área de Participación Comunitaria, garantiza un proceso eficiente que involucra a todo el centro. Agustina Hervás es la responsable de este servicio y explica que la maquinaria se pone en marcha cuando una ONG tiene un proyecto y solicita un profesional del hospital.
"Nosotros gestionamos toda la parte interna. Esto incluye desde el jefe del servicio hasta la dirección médica y la gerencia, que es quien finalmente firma", detalla Hervás sobre el procedimiento para enviar a los profesionales al extranjero. Este modelo asegura que los cooperantes mantengan sus condiciones laborales y salariales, viajando como parte del sistema público de salud. "En cooperación no todo vale. Se coopera todo el hospital, porque no solo viajan los profesionales, sino que el resto de la plantilla se hace cargo de sus funciones aquí. Así es como se garantiza que los proyectos funcionen sin afectar el servicio", añade.
Otro pilar importante de la cooperación del hospital es la atención a menores de países en desarrollo. Las ONGs detectan niños con enfermedades que no pueden ser tratadas en su país de origen y solicitan que sean atendidos en hospitales andaluces. "Recibimos solicitudes de ONGs que identifican a menores con problemas de salud graves. Nosotros analizamos cada caso para asegurar que la intervención sea viable dentro del tiempo necesario para evitar el desarraigo", explica Hervás. A través de un protocolo riguroso, se garantiza que estos menores reciban atención médica adecuada sin generar desarraigo, y las familias colaboradoras en Andalucía se encargan de su alojamiento durante el tratamiento.
En 2024, el hospital envió a 59 profesionales de la salud a colaborar en 17 proyectos internacionales solicitados por ONGs, destacándose por su creciente participación en misiones de cooperación sanitaria. Por su parte, dio respuesta a nueve peticiones de la asistencia urgente de menores a domicilio.
El modelo de cooperación, sin embargo, no se limita al envío de profesionales ni a la atención a menores. En el pasado, el hospital también ha colaborado en la donación de material médico a países necesitados, aunque este tipo de iniciativas ha disminuido debido a los elevados costes logísticos de transporte. "Hace unos años, ayudábamos a enviar material hospitalario a otros países, pero los costos logísticos, especialmente para equipos grandes, son cada vez más difíciles de cubrir. Ahora nos centramos más en los recursos humanos", explica Hervás.
Cuando la medicina viaja
La doctora Cabanás lleva más de 20 años realizando misiones sanitarias en algunos de los lugares más necesitados del mundo. "He hecho ocho o nueve misiones. La primera vez que participé en una fue en 1996, en Brasil, cuando aún era estudiante de Medicina. Estábamos en unas favelas, trabajando en un proyecto de salud pública que brindaba información básica sobre problemas de salud a la población local. Pero mi verdadera labor en oftalmología comenzó en 2007, cuando, ya como oftalmóloga, me incorporé a una misión en Costa de Marfil", recuerda Cabanás, quien en sus primeras misiones se enfrentó a la urgencia de tratar casos de cataratas, una de las principales causas de ceguera reversible en todo el mundo.
Desde entonces, su compromiso con la salud ocular en países africanos ha sido constante. "He estado en países como Burkina Faso, Kenia, Senegal, Sierra Leona… El último sitio fue Kakuma, un campo de refugiados en Kenia, que es el más grande del mundo, con más de 300.000 personas. La situación allí es extremadamente precaria. Hay mucha mortandad infantil, muchos problemas de salud derivados de conflictos bélicos, y una escasez enorme de recursos", explica la doctora Cabanás, quien con su equipo se ha encargado de realizar intervenciones quirúrgicas de cataratas, una de las cirugías más eficientes para devolver la vista a personas que han estado ciegas durante años.
Pero la realidad en estos campos de refugiados y comunidades de extrema pobreza es dura. "La calidad de vida es extremadamente baja. Las instalaciones son rudimentarias, y a menudo no operamos en quirófanos. Lo que hacemos es montar una sala quirúrgica en módulos abandonados de hospitales, y usamos todo el material disponible de la forma más eficiente posible. Todo el equipo quirúrgico y el instrumental que llevamos es clave para poder realizar estas intervenciones con seguridad", comenta la oftalmóloga, quien describe las condiciones de trabajo en sitios como Kakuma: "Es una zona de alto riesgo, con un conflicto constante y una geografía hostil, un desierto con tormentas, barro y una infraestructura inexistente. Pero, cuando estás allí, todo ese miedo desaparece. Lo que importa es lo que estás haciendo: devolver la visión a quien más lo necesita."
Las campañas que organiza la ONG Visión Sin Fronteras, en la que Cabanás ha sido voluntaria, tienen un impacto profundo en las poblaciones atendidas. "Nosotros operamos principalmente cataratas, que son la causa más común de ceguera reversible. Los pacientes jóvenes recuperan su visión y su calidad de vida mejora notablemente. Y lo más gratificante es que vemos cómo una intervención tan sencilla puede transformar su futuro. La cirugía de catarata tiene una tasa de éxito muy alta y los pacientes recuperan la visión rápidamente", explica Cabanás.
Sin embargo, los desafíos no sólo son médicos, sino también logísticos y personales. La seguridad en algunas zonas de intervención es una preocupación constante. "Cuando llegamos a Kakuma, tuvimos un briefing de seguridad donde nos informaron sobre los riesgos. La primera vez, dormí en una habitación blindada dentro de mi baño. Fue la primera vez que me sentí tan vulnerable. Pero, con el tiempo, uno se acostumbra. El miedo desaparece cuando te das cuenta de que, a pesar de todo, estás allí por un propósito mayor", afirma Cabanás.
Llevar el amor mediante la medicina
En Perú, la ginecóloga y obstetra del Hospital de la Mujer, María Caparrós, ha participado en campañas quirúrgicas y asistenciales en la ciudad de Cusco y en comunidades aledañas. Era su segunda cooperación en el mismo lugar y la tercera con Misiones Médicas España. "Cada año partimos con un lema: llevar el amor mediante la medicina", resume brevemente el objetivo de su misión.
Cuenta que tiene peores recuerdos de lo vivido en África, concretamente en Uganda, durante su primera misión, respecto a las últimas experiencias en Sudamérica. "La pobreza existe y los medios están mucho más atrasados con respecto a nuestro país, pero hay diferencias. Aún así, en Perú hemos estado trabajando en una comunidad periférica de Cusco entre las cuatro consideradas miseria. Y eso es duro de digerir", cuenta emocionada.
A nivel de Ginecología, la especialista cuenta que, fundamentalmente, su misión se basó en la realización de anexectomía, histeroscopias y legrados. Explica que la organización de las consultas se realiza por orden de llegada, con números, muy similar a la que se puede seguir en la admisión de cualquier centro de salud. Del mismo modo, un triaje distribuye la urgencia y necesidad de la visita y la especialidad médica y categoría profesional más acertada.
La profundidad de los lugareños
La doctora Lola Nieto, del servicio de Medicina Interna del Virgen del Rocío, ha pasado todo el mes de junio haciendo cooperación en el municipio de Vallegrande, de la ciudad de Santa Cruz, en Bolivia, dando soporte médico dentro de un doble proyecto de la ONG Asociación para la Solidaridad en un albergue para la atención de los considerados en el terreno adultos mayores, de unos 40 años, en situación de vulnerabilidad; así como en otro centro de menores, también en exclusión.
Señala que, aunque iba preparada para lo que podía encontrarse, "la profundidad de las personas" no ha dejado de sorprenderla. "Creo que aquí, teniéndolo todo y con todas las necesidades cubiertas, vivimos muy superficialmente, es decir, muy en el envoltorio de todo lo que acontece. Y allí, faltándole lo básico, es decir, la salud, la alimentación o la educación, cuentan con unas herramientas para afrontar la vida que les ha tocado que me ha tocado muchísimo", relata emocionada.
A nivel de infraestructuras, la doctora relata que algo tan asequible aquí como un marcapasos, "allí hay personas que mueren por no poder acceder a uno". También a nivel de salud bucodental, destaca que, pese a que el dentista es accesible, "hay niños que no tienen quien les lleve y, pese a su juventud, tienen la boca hecha polvo".
Le cuesta quedarse con un momento entre todos los vividos, pero dice que nunca olvidará a Don Aquiles, que, con una isquemia en un miembro, una condición muy grave que requiere una amputación, "falleció porque allí no se pudo realizar"; o los abrazos de Doña Porfirio, con un cáncer de mama avanzado, sin posibilidad de tratamiento curativo.
En la casa de la doctora Nieto, la ayuda por ayudar a quienes más lo necesitan se hereda. "Mi hijo a sus 20 años ha viajado a República Dominicana con la misma ONG", afirma. "En mi casa siempre hemos vivido en un ambiente en el que ha tenido mucho peso la necesidad de compartir y dar a los demás", resume orgullosa.
La labor de estos médicos no se limita a curar. También forman a personal local, organizan campañas de vacunación y diseñan protocolos de actuación para emergencias. Su trabajo impacta tanto en lo asistencial como en lo estructural. Además de las carencias materiales, estos profesionales enfrentan retos de seguridad, choques culturales y desgaste emocional.
"Tú ves cómo la gente sufre. Allí, los lugareños son conscientes de lo que tienen y de lo que no tienen, y tú ves la tristeza en sus rostros. Creo que para ellos nuestras misiones son una fuente de aliento, es cómo hacerles ver que no nos son indiferentes", relata la ginecóloga María Caparrós. "También nos encargamos de formar a los profesionales locales para que puedan seguir adelante con la labor una vez que nos vamos. La formación es clave. Si no, todo lo que hacemos podría quedar en una acción puntual y no tendría el impacto duradero que necesitamos", añade la doctora Cabanás.
Al regresar, muchos médicos aseguran que su vida personal y profesional cambia para siempre. "Tras mis experiencias, yo me quedo con una frase, y es que la vida es esencia. Cuando yo volví la primera vez de África, a mí me daba apuro hasta comprar jamón porque se me venía a la cabeza esa gente que no tiene nada, pero con el tiempo aprendí a valorar que lo que yo tengo en la vida es un regalo y que lo tengo de disfrutar. Yo tengo una carrera que me he sacado con esfuerzo, pero también gracias a regalos previos que me ha dado la vida que me ha permitido sacármela adelante", define la doctora Caparrós.
Para Margarita Cabanás, a pesar de las dificultades, esta labor es una oportunidad para "ver el mundo de una manera diferente". "La experiencia te cambia. Ver cómo viven estas personas y saber que cualquier pequeño gesto tiene un impacto enorme te hace valorar mucho más la vida y tu trabajo. Son situaciones duras, pero a la vez son experiencias enriquecedoras que aportan muchísimo a nivel personal", concluye Cabanás, quien sigue dedicando su tiempo y esfuerzo a mejorar la salud visual de los más necesitados.
¿Por qué lo hacen? La respuesta es sencilla y compleja a la vez: vocación, compromiso, humanidad. "Para mí es una cuestión de aprovechar oportunidades. Volver de una misión así te ordena. Te recoloca en el mundo", responde espontánea María Caparrós. "En mi caso es pura vocación de servicio", añade rotunda la doctora Lola Nieto.
Y es que, por tópico que parezca, hoy más que nunca, la salud se ha convertido en un bien global. Epidemias, resistencia antimicrobiana, crisis humanitarias o desastres naturales no respetan fronteras. En este contexto, la cooperación médica internacional no sólo salva vidas en el corto plazo, sino que refuerza sistemas sanitarios, forma profesionales y genera resiliencia.
Las historias de Margarita Cabanás, María Caparrós o Lola Nieto son prueba de ello. Cuando el conocimiento cruza fronteras, los efectos son duraderos. Más que una intervención, se trata de sembrar salud donde más se necesita.
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