Plaza Nueva · Juan antonio Mora Cabo.

"Nunca ganó, nunca, pero qué éxito, qué maravilla, y ahí está"

  • Fue concejal de AP-PDP-UL de 1983 a 1987 y portavoz en la Diputación. Se jubiló como funcionario de la Junta, fue profesor de Derecho del Trabajo y sigue viendo a sus compañeros de bachiller del San Isidoro.

UN yerno, un sobrino, una nieta. El viernes no dejaba de sonar en el bar Samoa el móvil de Juan Mora (Sevilla, 1934). Era su santo y lo tiene de cara.

-Cumplió cuarenta años el día que nace Susana Díaz...

-No le diré la fórmula. Con toda mi edad y mi carga profesional sigo trabajando.

-¿La política fue una anécdota?

-Es donde menos estuve. Me llevé catorce años en el despacho de Cisneros. 25 años fui profesor de Derecho del Trabajo, Movimientos Sindicales y Cooperativas.

-¿Ésa era la asignatura?

-En Magistratura uno de mis clientes era Astilleros y llegaba por allí Felipe González invocando los convenios internacionales y todavía no existía la libertad sindical. Después llegó Escuredo.

-¿Qué tal se llevó con Felipe?

-Una relación muy buena. Nunca olvidaré el consejo que me dio mi padre, un mecánico ferroviario que pasó mucha hambre para que no la pasáramos nosotros: "Niño, alguna vez los demás pueden tener razón". Siempre me llevé muy bien con los oponentes, que no adversarios. Un alcalde que no era de mi partido, Alfredo Sánchez Monteseirín, me propuso para consejero de Emasesa.

-¿Otros destinos?

-Fui secretario del parque Sierra Norte, en doce municipios.

-Una comarca teñida de sospechas...

-Sobre eso habría mucho que hablar. Tengo ciento y pico de folios de mi paso por el Ayuntamiento que no son publicables.

-¿Quién le llama al Ayuntamiento?

-Pedro Albert. Un caballero de la política, como escribí en su obituario. Yo era el único que lo tuteaba. A don Pedro Albert. Algunos ponían caras largas.

-¿Por qué un solo mandato?

-Una experiencia corta e ilustrativa. Tuve ocasión de conocer cosas que en la profesión no se dan.

-¿Políticos en su promoción?

-Dio dos embajadores en Moscú, Pepe Cuenca Anaya y José Antonio Iturriaga; notarios, Mauricio Domínguez-Adame. En la política yo y en un viaje muy corto.

-¿La clave de su longevidad?

-No me altero, acepto las situaciones, las analizo, las evalúo y lo que no es posible no me preocupa, pero hay que luchar siempre. En mi despacho, junto al título y la orla con los 52 que acabamos tengo el poema If de Kipling que le regalé enmarcado a mis cinco hijos cuando han sido mayores, un himno a la superación y a no desfallecer jamás.

-El hombre que pudo reinar...

-Me asombro de que haya titulados superiores que no sepan escribir, que no sepan hablar. No tienen léxico ni ortografía. No saben quiénes fueron Papini, Capote o Camus y no digamos Maxence van der Meersch, cuyas novelas leí en la magnífica biblioteca de Mauricio, donde me acogieron como un hijo.

-¿Qué reflexionó ayer?

-Que la generación de mi padre puso, con su sentido del deber, los cimientos de algo que se está destrozando ahora, con todos mis respetos.

-¿En qué Sevilla creció?

-La calle San Vicente. En ella empiezo unas Memorias que sigo en el instituto San Isidoro, donde hice un examen de Estado en la Reválida de los siete años. Llegó un catedrático y me preguntó tres estrechos del mar de Japón, tres afluentes del Ganges y tres reyes de la dinastía de Plantagenet.

-Reyes ingleses. ¿Qué opina de su salida de la Unión Europea?

-Que a veces el dinero se equivoca, el de las casas de apuestas. A corto plazo, a muchos ingleses de una economía regular les ha fastidiado las vacaciones en España.

-¿Conoce el país?

-He ido por allí. Conozco mejor Suecia y Noruega, donde fui a hacer un estudio sobre la socialdemocracia y el Estado de bienestar en la asistencia sanitaria.

-¿Un recuerdo electoral?

-En las generales de 1982 estuve como asesor jurídico. Tengo escritos de mis andanzas. Tuve que sufrir el autoritarismo y algo más de un señor que todo pasaba por su férula de mando, que entonces estaba en Alianza Popular y ahora en Podemos, el patético Jorge Verstrynge.

-¿Qué hizo en el Ayuntamiento?

-Lo mío eran los presupuestos, plenos en los que hablaba cuatro horas y al día siguiente la prensa se lo adjudicaba a la fraternidad cristiana. Cabían en un taxi, pero qué barbaridad, qué fraternidad. Nunca ganó, nunca, pero qué éxito, qué maravilla. Y ahí está.

-¿Muchos mítines?

-Pocos. He dado pregones de Semana Santa y una conferencia en el centenario de Miguel Hernández en La Palma del Condado que empecé con Andaluces de Jaén.

-¿Qué le llevó a la política?

-Eran años negros, lóbregos, de plomo en el país en el que iban a vivir nuestros hijos. Mucha ilusión, pero nos echaron unos morlacos que estaban ya toreados.

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