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Cuatro horas para cambiar de opinión

  • La asamblea contó con la participación de unos 1.300 trabajadores

La crónica de la asamblea de ayer es la de un cambio de opinión para el que bastaron apenas cuatro horas. Los trabajadores de Lipasam estaban citados en el salón de actos de Fibes a las cinco de la tarde para debatir el mismo acuerdo que el miércoles fue rechazado. A esa hora los ánimos eran tensos, la prensa era recibida con abucheos y no se le permitía el acceso, salvo un minuto para tomar imágenes, y el encuentro arrancaba con cánticos de "Zoido dimisión".

Cuatro horas más tarde, a las nueve de la noche, cuando el resultado de la asamblea ya se intuía, todo eran bromas y risas entre compañeros. Que si empezamos por el contenedor que está más cerca de la casa de mis padres o si lo hacemos por la esquina de tu hermano, en la que hay una montaña de basura. Para entonces quedaba ya menos de medio auditorio porque buena parte de los presentes se habían marchado a casa ante la certeza de que tendrían que incorporarse en el turno de noche. Para entonces también se permitía ya el acceso a la prensa.

En esas cuatro horas el comité de empresa expuso más detalladamente que el día anterior las condiciones del preacuerdo, que era el mismo que se rechazó en una primera asamblea con votos a mano alzada. "Está todo dicho, sigue la huelga", dijo el miércoles el portavoz del comité de empresa, Antonio Bazo, al someter el documento a la opinión de sus compañeros.

Un día y medio después, el acuerdo se ratificó. El portavoz del comité culpó al Ayuntamiento de que no se aprobara la primera vez. "Querían que se ratificara con urgencia y tuvimos que hacer una votación a mano alzada. Allí había como mucho 300 trabajadores y hoy estaban unos 1.300 en esta sala. Para nada estamos deslegitimados", expuso Bazo al término de la asamblea de ayer. Entre una reunión y otra los empleados de Lipasam se mandaron mensajes en cadena a través de sus teléfonos móviles en los que se hacía un llamamiento para que reflexionaran y acudieran a la asamblea. Se informaba además de que la votación sería secreta y se pedía a todos que pasaran el mensaje.

La participación fue masiva. El aforo del salón de actos es de mil personas y había bastante gente de pie. Tras la explicación del acuerdo y el turno de preguntas llegó el momento de votar. En la puerta del salón se habían preparado cinco urnas, en las que los empleados de Lipasam irían depositando su voto según su apellido. Cuando ya había una cola de personas con su papeleta en la mano, los responsables de la asamblea decidieron cambiar las urnas de sitio. Las colocaron dentro del salón de actos, pero tan cerca de una puerta que da directamente a la calle que la situación se descontroló. Los primeros que votaron lo hicieron sin identificarse, mientras que decenas de personas salían por esa puerta para fumar. Al volver se mezclaban con los que iban a votar. Así, llegó el momento en que había gente que había votado más de una vez sin que nadie lo registrara ni apuntara en una lista.

Hubo que vaciar las urnas y volver a empezar a votar, esta vez con el DNI en la mano. El propio comité pidió disculpas por el "fracaso organizativo" y lamentó que hubiera "energúmenos" que depositaran varios votos en las urnas aprovechando el descontrol. Como la reunión se alargaba, hubo quien se acercó a alguna tienda de alimentación de Sevilla Este para comprar bocadillos y bebidas. Otro trajo un pack de yogures. Cuando empezó el recuento quedaba menos de medio aforo. Buena señal. El fin del paro estaba cerca. "Que no hemos ido a la huelga por gusto, oiga, que lo tenga todo el mundo claro".

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