El laboratorio de ADN, el arma clave de la Policía para atrapar criminales y violadores

"Nuestro trabajo consiste en poner nombres y apellidos a los autores de unos hechos", apunta el inspector Francisco Cobos

El perfil genético sirvió para detener a un violador cuando estaba a punto de prescribir el delito

En el laboratorio de ADN de la Policía Científica en Sevilla / Fernando Pérez Ávila, Vídeo: Antonio Pizarro

En julio de 2005, una turista canadiense fue violada por un desconocido. El agresor aprovechó que la víctima acababa de sufrir el robo de una mochila para llevarla hasta un lugar apartado y solitario en las inmediaciones, y allí la agredió sexualmente. La mujer denunció los hechos. Como es habitual en estos casos, se le practicó un lavado vaginal busca de restos biológicos del autor, la Policía analizó las prendas de la víctima y también realizó una inspección ocular del lugar. La ropa de la mujer fue llevada al laboratorio de ADN de la Policía Científica, donde los agentes de este departamento lograron sacar un perfil genético del violador. Ese ADN se introdujo en una base de datos, pero no coincidía con ninguno de los delincuentes fichados por la Policía.

La investigación entró en vía muerta, pero el caso siguió activo. Pasaron casi veinte años. Cuando estaba a punto de prescribir, en enero de 2025, la Policía Nacional detuvo en Coria del Río a un hombre como presunto autor de un robo con violencia. Como establece la ley 10/2007, reguladora de la base de datos policial sobre identificadores obtenidos a partir del ADN, la Policía tomó una muestra al detenido para obtener su perfil genético. Esta ley permite a los cuerpos de seguridad tomar muestras de ADN, mediante el frotis en la cara interna de la mejilla, a los detenidos por una serie de delitos, como los cometidos contra las personas (homicidios y agresiones sexuales, principalmente), contra el patrimonio (robos con violencia e intimidación y con fuerza en las cosas), y los relacionados con el crimen organizado.

El inspector Francisco Cobos trabaja con una agente delante de un ordenador.
El inspector Francisco Cobos trabaja con una agente delante de un ordenador. / Antonio Pizarro

Al obtener el ADN del arrestado por el robo en Coria, la Policía lo introdujo en la base de datos de ADN y esa información dio una coincidencia. O match, como le llaman los policías. El perfil genético del ladrón era el que se había encontrado entre las ropas de la víctima de la violación junto a la Torre del Oro, casi veinte años atrás. El inspector Francisco Cobos, jefe del laboratorio de ADN de la Policía Científica en Sevilla, fue el encargado de firmar el informe, que envió a la Unidad de Familia y Atención a la Mujer (UFAM), el grupo que investiga las agresiones sexuales en la capital andaluza. Con esa información, los agentes de UFAM detuvieron al ladrón, pero esta vez como presunto autor de la violación a la turista.

Este es un caso muy llamativo por la gravedad del delito y por el tiempo transcurrido. Hubo suerte, en el sentido de que el ladrón fue detenido cuando todavía no habían prescrito los hechos. Si el arresto hubiero sido a partir del mes de agosto de este año, pasados los veinte años, la Policía habría podido identificar al agresor sexual, pero no habría podido hacer nada contra él porque el asunto estaba ya prescrito. Se habría librado.

Un momento de la visita al laboratorio de ADN de la Policía Nacional en Sevilla.
Un momento de la visita al laboratorio de ADN de la Policía Nacional en Sevilla. / Antonio Pizarro

Es un episodio que revela la importancia de una buena inspección ocular en el lugar de los hechos y de una correcta toma de muestras entre las prendas de la víctima, para que luego el laboratorio pueda extraer ADN de esos vestigios que se le entregan. "Un asunto como éste es el mejor ejemplo de que somos un equipo. Si el análisis en el año 2005 no hubiera sido bueno, o si la toma de muestras no hubiera sido correcta entonces, o si ahora el compañero que lo detiene no hace una buena toma de muestras, no habría sido posible esclarecer esta agresión sexual", explica el inspector Cobos, que mostró a este periódico cómo funciona el laboratorio.

Para empezar, facilita unas mascarillas a los dos periodistas que acceden a las instalaciones. "El gran problema del análisis de ADN es la contaminación. Son análisis muy sensibles y tenemos que tener unas medidas de seguridad extremas para que no haya contaminación". Todos los integrantes de este equipo son titulados en ciencias, como establece la comisión nacional para el uso forense de ADN para poder firmar los informes. La mayoría son biólogos y hay también algún químico y algún bioquímico.

Trabajos en el laboratorio.
Trabajos en el laboratorio. / Antonio Pizarro

El laboratorio se compone de distintas salas. Hay una recepción en la que se firma la cadena de custodia. Este departamento da servicio a toda la región policial de Andalucía Occidental (las comisarías de las provincias de Sevilla, Cádiz, Córdoba y Huelva) y también a Extremadura. Hasta aquí llegan todos los restos encontrados en las escenas de delitos, y también se hacen lo que el inspector llama "servicios humanitarios", que básicamente consisten en la identificación de cadáveres o restos humanos de personas desconocidas.

Explica el inspector Cobos que los informes del laboratorio "no dejan de ser otro indicio más" para que se siga investigando un asunto. "Serán más incriminatorios o no, eso ya lo decide un juez. Nuestra labor consiste en decirle a un juez que el perfil genético de tal persona se corresponde con el encontrado en tal sitio. A raíz de ahí habrá más pruebas, más indicios, que a veces serán más incriminatorios y a veces menos. No es lo mismo encontrar esperma en un lavado vaginal de una víctima de agresión sexual, que encontrar una mancha en una colilla en las inmediaciones de la zona en la que ha ocurrido, por ejemplo".

El trabajo empieza con un vestigio en bruto, "ya sea una camiseta, un cuchillo, un frotis realizado a cualquier mancha", y termina con la secuenciación y obtención del perfil genético de cualquier persona. Si los agentes se dedican sólo a un vestigio, pueden obtener resultados en 48 ó 72 horas. "Pero tenemos un volumen grande de trabajo y optimizamos los recursos personales, materiales y económicos de los que disponemos. Trabajamos con baterías de vestigios y priorizamos los asuntos".

El inspector Cobos, con una de las campanas en la que se extraen las muestras.
El inspector Cobos, con una de las campanas en la que se extraen las muestras. / Antonio Pizarro

Lo primero que se encuentra el visitante, tras pasar la recepción, es una sala llena de frigoríficos. Es un almacén en el que se almacenan miles de muestras, algunas de ellas desde los años noventa. Tras ella, se llega a la sala de apertura. Aquí se trabaja en campanas para evitar contaminaciones. Cada vez que se termina un asunto, se limpia la campana con lejía y se desinfecta. "Nos llega el vestigio, que a veces es un bastoncillo. Si puede ser sangre, hacemos unas pruebas de orientación (para descartar que sea otra cosa), de certeza (que nos garantiza que es sangre) y otra técnica más para saber si es sangre humana. Trabajamos en concentraciones muy bajas, que no se ven. No es como una huella, que se ve con una lupa. Nosotros no sabemos si en los vestigios que nos envían hay ADN o no".

La ley 10/2007 supuso un "cambio brutal" para multiplicar la eficacia del laboratorio. A raíz de la toma de muestras a los detenidos por determinados delitos se resolvieron múltiples asuntos. Todas las muestras a los detenidos se introducen en una base de datos, que el inspector considera "un arma fundamental". "No sólo están los detenidos, sino también todos los perfiles anónimos que se han recogido en las escenas de los delitos, los que llamamos dubitados". A esa información almacenada tienen acceso seis organismos en España: la Policía Nacional, la Guardia Civil, los Mossos d'Esquadra, la Ertzaintza, la Policía Foral y el Instituto Nacional de Toxicología.

Una de las salas del laboratorio de ADN de la Policía Nacional en Sevilla.
Una de las salas del laboratorio de ADN de la Policía Nacional en Sevilla. / Antonio Pizarro

Pero además, esos perfiles "viajan por Europa" gracias al tratado de Prüm. Es decir, esta información genética se puede compartir con las policías de otros países. "Hay mucho crimen itinerante, y se nos dan casos que nos aparece aquí una persona a la que se le ha tomado ADN en Alemania, en Reino Unido o en Francia". Recuerda aquí el inspector que la Policía Científica "no identifica por datos, sino que es una identificación plena, por huellas y por ADN". "Porque una persona puede dar mil nombres, falsificar documentos y moverse por Europa con esta documentación falsa, pero las huellas y el ADN no cambian". Se trata, básicamente, de ponerles "nombres y apellidos" a los criminales.

La siguiente sala es la del láser, que se utiliza especificamente para las agresiones sexuales. "A veces nos traen ropa con una mancha. A simple vista no, pero a una determinada longitud de onda y con unas gafas adecuadas, el semen da una fluorescencia muy característica. Primero se localiza y después se comprueba, con determinadas técnicas de visualización y certeza, que hay esperma. En estos casos también hay variantes, pues hay quien utiliza un preservativo, o también personas que son oligoespérmicas".

Tras la sala de preparación de reactivos, llegamos a la de extracción del ADN. "Cuanta más información tengamos de un hecho, más fácil es buscar lo que nos interesa. Si me mandan una camiseta del autor de unas lesiones, lo que me interesa es encontrar en ella el perfil genético de la víctima. Ya doy por hecho que el del autor está. O lo contrario, si hay ropa de la víctima intento buscar al agresor. Si me mandan un cuchillo, la sangre de la víctima estará en la hoja y el perfil del agresor en el mango. Por eso leemos las diligencias, el acta de inspección ocular o hablamos directamente con los grupos de investigación para orientarnos. Lo mismo me mandan 20 vestigios y con dos ya tengo el hecho claro. Si hace falta se analiza todo, pero uno busca ser lo más preciso posible".

Otra de las dependencias del laboratorio.
Otra de las dependencias del laboratorio. / Antonio Pizarro

Los especialistas de la Policía Científica parten de un frotis, de una cabeza de bastoncillo o de un recorte de tela. "Y ahí esta todo. Tenemos que romper las membranas celulares y nucleares, hacer una purificación y quedarnos con el ADN. Lo rompemos todo y a raíz de ahí nos quedamos con la molécula de ADN. Tenemos tres técnicas. Una vez que sale de este cuarto, el ADN va disuelto en agua en unas placas pequeñas. Aquí destilamos nuestra propia agua para evitar contaminaciones".

Lo que se ve a simple vista es un pequeño tubo con un líquido transparente. El siguiente paso es cuantificar el ADN. Para ello se hace una reacción en cadena de la polimerasa (PCR), la misma técnica que se hizo famosa durante el covid-19. "Trabajamos con unas cantidades tan ínfimas de ADN, que primero tenemos que saber qué cantidad tenemos y luego con la PCR hay que incrementarla para que los secuenciadores nos detecten el ADN. La reacción nos da información de tres tipos: la cantidad de ADN humano que hay, la cantidad de ADN masculino (especialmente útil en los casos de agresiones sexuales) y si hay mezcla con el femenino, y el índice de degradación".

Los agentes buscan la concentración óptima. "Si tenemos mucho, tenemos que rebajarlo. Es un proceso complejo y largo, en el que intervienen muchas técnicas". Todo está mecanizado para evitar errores. Así se llega al último paso de la analítica, que se hace en la sala de tipado. "Una vez que tenemos el ADN extraído. purificado, diluido y en una concentración óptima y amplificado, lo que hacemos es secuenciarlo, a través de un software informático que detecta los distintos alelos dentro de un perfil genético".

La sala oscura, donde se utiliza el láser para detectar restos de semen en las muestras tomadas a víctimas de agresiones sexuales.
La sala oscura, donde se utiliza el láser para detectar restos de semen en las muestras tomadas a víctimas de agresiones sexuales. / Antonio Pizarro

Recuerda el inspector que la Policía trabaja en regiones no codificantes, por lo que la identidad del sospechoso nunca se filtrará. Alguien ajeno sólo puede saber si se trata de un hombre o una mujer y la provincia en la que han ocurrido los hechos, pero ningún dato personal. Lo único que ve una persona que no esté en el laboratorio es un código alfanumérico. Gracias al intercambio de esta información con otros cuerpos de seguridad, tanto españoles como europeos, se ha logrado detener a delincuentes que operaban por Europa, o por distintos lugares de España. Para las violaciones, también se utiliza la técnica del cromosoma Y, que sólo tienen los hombres. Esto no identifica plenamente a una persona, pero sí da una línea paterna y se acota mucho la búsqueda a través de familiares muy cercanos.

El inspector Cobos admite que a veces el trabajo del laboratorio es "muy determinante". "Otras veces el grupo ya tiene la investigación muy avanzada. Es una labor complicada, el trabajo de la Policía no es fácil. El laboratorio es una herramienta más y tenemos la suerte de ponerle nombres y apellidos a un perfil genético encontrado en un sitio. Trabajamos con casos muy sensibles. Agresiones sexuales, algunas a menores, asesinatos... no son asuntos agradables, pero queda esa satisfacción de ayudar a esclarecer esos hechos".

El laboratorio ha ayudado a resolver cientos de asuntos, pero hay uno que el inspector destaca especialmente por el gran trabajo que hizo. Fue la violación y asesinato de una joven, en febrero de 2016, en el Parque de María Luisa. Aunque al principio se planteó que pudo ser un suicidio, la Policía identificó un vestigio del sospechoso en un pañuelo dejado en la basura. De él se obtuvo ADN y el cromosoma Y, que estaba también en las muestras tomadas a la víctima. "Se hizo un grandísimo trabajo. Fue un tema de mucha satisfacción personal para mí".

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