El legado almohade en Sevilla: una arquitectura a prueba de terremotos
Patrimonio
La Giralda es un claro ejemplo de la flexibilidad de la que dotaron estos musulmanes a los edificios para hacer frente a los movimientos sísmicos
La realidad tras la catástrofe en Marruecos
El terremoto de Marruecos, ocurrido hace una semana, ha deparado numerosos titulares. Una auténtica tragedia que ha sacudido al país vecino y que ha tenido repercusión internacional. Entre los distintos ámbitos analizados hay uno en el que se ha hecho especial hincapié, asociado a una imagen del seísmo: la resistencia del alminar de la mezquita de Kutubía, en Marrakech, y la importancia de la arquitectura que dejaron los almohades en Sevilla.
El historiador del Arte José León ha sido uno de los primeros en destacar esta cualidad, tan presente en la capital hispalense. Lo hizo a las pocas horas de conocerse la trascendencia del terremoto y a través de un hilo muy divulgativo en su perfil de Twitter.
León comienza la explicación con la conquista del norte de África por parte de los almohades y la posterior de Al-Andalus, donde fijaron la capitalidad en Sevilla, en 1171. “Los almohades se sentían superiores a los almorávides, una versión más fiel e íntegra del Islam”, comenta este experto. Dicho pensamiento llevó a renovar las estructuras existentes, de ahí que a las mezquitas se las dotara de “un sentido de monumentalidad”, como forma de ensalzar su religión.
La cordillera del Atlas
Una monumentalidad condicionada por la situación geográfica, la del norte de África y, en concreto, la cordillera del Atlas, que registra grandes movimientos sísmicos. Tal situación motivó que los almohades adquirieran importantes conocimientos geométricos para hacer frente a los más que previsibles terremotos.
En el mencionado hilo se cita una mezquita que sirve de precedente a todas las que se levantarían años después, la de Tinmal, enclavada en plena cima del Atlas. En ella, según León, se avanzan ya algunas “soluciones sísmicorresistentes”. El planteamiento de este templo se atribuye a un malagueño, el geómetra al-Hayy Yais, un reconocido erudito de la época.
Entre las soluciones que plantea, se encuentran los pilares rectangulares y cruciformes, que se presentan robustos en “su función portante”. A esta cualidad se añaden cuatro puntos de apoyo para que su asiento “no combata” al seísmo, sino que responda adaptándose a la frecuencia natural de la vibración del suelo.
Tales medidas, ensayadas en Tinmal, se incorporaron luego en la mezquita de Marrakech y en la de Sevilla. Esta resistencia se complementa con techumbres de madera, resueltas mediante armaduras, con lo que se crea un cuerpo flexible que evita la rigidez durante el terremoto y también se adapta al movimiento.
El ejemplo de la Giralda
León pone especial énfasis en los alminares almohades, “excepcionales en su tamaño y disposición estructural”. Como mejor ejemplo de este tipo de arquitectura se encuentra la Giralda. Su esquema parte de los avances omeyas materializados en el Califato de Córdoba en tiempos de Abd-al-Rahman III, cuyos principios responden a los estudios que hicieron del Faro de Alejandría.
Los almohades suman a este conocimiento las cautelas sísmicas: los pilares de base cuadrada con refuerzo de asiento y un cuerpo resistente, pero flexible. Para esto último, se cuenta con una estructura de machón central (en forma de cuadrado) y caña envolvente (doble cuadrado). Es decir, estamos ante una torre dentro de otra.
Un papel fundamental juega aquí la cimentación, planteada por Ahmad ibn Baso, un intelectual en tiempos almohades. Su estructura es escalonada, de base cuadrada y proyección al exterior, lo que también permite adaptarse a los movimientos sísmicos. Este comportamiento se refuerza con un tratamiento previo del suelo mediante bases y subbases de arenas y gravas que aportan flexibilidad. Algunos puntos se refuerzan con mampuestos, ladrillos y hormigón.
La primera prueba de fuego a la que se enfrentó la Giralda fue en el terremoto de 1356, que sólo produjo daños en la parte superior (rígida) y no en el cuerpo. El de 1504 (el que dio lugar a la representación más conocida de Santa Justa y Rufina) también lo superó, así como el de 1755 (el de Lisboa), mientras que muchos edificios resultaron dañados.
Las parroquias del siglo XIV
La publicación abunda en las parroquias cristianas que a partir del siglo XIV empezaron a construir los alarifes, formados en la construcción morisca. En pleno auge del gótico, la escasez de piedra hizo que este material sólo se empleara en las cabeceras y las portadas. Se mantuvieron los pilares cruciformes y las cubiertas de madera, una combinación que dio lugar al mudéjar. Esta mezcla también hizo posible que dichos templos –entre los que se incluyen fotos de las iglesias de Santa Catalina y San Esteban– respondieran “eficazmente” a los terremotos que sacudieron Sevilla en 1504 y 1755.
“Es evidente que la construcción sísmicorresistente africana funcionó perfectamente, pues los cuerpos se mantuvieron intactos y los colapsos se centraron en las cabeceras, levantadas con contrafuertes y cerradas con bóvedas”, refiere José León.
Su hilo concluye recordando que esta explicación ha sido objeto de estudio de muchos profesionales, “especialmente del profesor José Luis de Justo Alpañes y del siempre admirado Alfonso Jiménez”. Una arquitectura a prueba de terremotos que hoy mantiene en pie a la Giralda.
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