Luces y sombras del plan para la afición del Betis en la Cartuja: fluidez y momentos de caos en el primer día del exilio

Lo mejor: la circulación por las grandes rondas tras el choque, el rotundo éxito del tren desde Santa Justa o la magnífica labor de Lipasam para que no quedase rastro de la macrobotellona previa al encuentro

Los puntos negros: los embotellamientos en la Ronda Supernorte o el acceso a Carlos III por la obra del carril BUS-VAO del Aljarafe, la falta de señalización de aparcamientos o el embudo de las paradas de Tussam

Las imágenes de la salida de los aficionados del Betis tras su primer partido en la Cartuja

Tres autobuses, un coche y decenas de aficionados, en el tapón de la salida de Américo Vespucio hacia las paradas de autobús.
Tres autobuses, un coche y decenas de aficionados, en el tapón de la salida de Américo Vespucio hacia las paradas de autobús. / Juan Carlos Vázquez Osuna

El Betis disputó por fin su primer partido de Liga en el exilio de la Cartuja y el éxito de público, que era el más fácil de pronosticar, se cumplió: más de 54.000 espectadores fueron al estadio de la isla. El éxito del plan de movilidad y limpieza, sin embargo, no fue tan rotundo como desearían las autoridades o el propio club porque, también como era predecible, que 54.000 personas entren y salgan de un mismo lugar en un lapso de unos minutos sin que haya dificultades en la circulación no es nada sencillo. Así que en efecto hubo momentos de caos, pero lo positivo es eso, que sólo fueron momentos puntuales: la entrada a Carlos III por el estrechamiento que provocan las obras del carril BUS-VAO del Aljarafe, el acceso a algunos aparcamientos poco o mal señalizados, la concentración de autobuses, miles de peatones y otros vehículos en unos pocos metros cuadrados en la entrada más estrecha del parque tecnológico... Pero también hubo un lado muy positivo: la circulación de coches a la salida mucho más llevadera de lo que cabía prever, la vigilancia en los aparcamientos, el extraordinario trabajo de Lipasam para adecentar una extensa zona que antes había acogido una gran botellona...

Al contrario de lo que apuntaba la lógica, casi hubo más problemas de circulación antes que después del partido. Y eso que la llegada, obviamente, fue escalonada a lo largo de varias horas. Quienes no tuvieron ningún problema fueron los que se presentaron en el estadio andando, en moto, en bicicleta, en tren (todo un éxito) o en transporte público, ya que para ninguna de estas modalidades había restricción alguna. Las motos y las bicis, además, dispusieron de un inmenso aparcamiento bajo el tablero del viaducto del Alamillo que de hecho no se llenó. También en el lado de los pros, hasta una decena de vigilantes estuvieron en esa zona desde las cinco de la tarde a las doce y media de la noche. El debe, en palabras de muchos usuarios, es que el albero de toda esa explanada levanta una polvareda impresionante en días de sol y calor como el de ayer y puede convertirse en un barrizal cuando llueva.

Para los coches hubo más contratiempos. Uno de ellos, y era previsible, apareció en el acceso a Carlos III desde el Charco de la Pava porque allí normalmente hay tres carriles pero la obra del carril BUS-VAO del Aljarafe hace que ahora haya dos o uno, según los tramos. Eso provocó grandes atascos ya desde el paso subterráneo que sortea la carretera de Huelva. Pero no fue el único problema. Más adelante, los conductores se encontraron con que la señalización de los distintos aparcamientos del flanco derecho, los que están dentro del parque tecnológico, se reducía a un cartel justo cuando debían tomar el desvío. Es decir, que no se les avisaba con antelación. A eso hay que unir que, como las plazas eran con reserva previa y había un control de matrículas en el acceso a cada parking, se generaron importantes colas. Hasta tres cuartos de hora esperaron algunos aficionados para llegar a su sitio.

Por la vertiente norte tampoco se libraron de los atascos. Hay que tener en cuenta que ese es el camino natural para quienes vienen de zonas como Pino Montano o de pueblos como La Rinconada, La Algaba, Brenes, Carmona... Pero una vez en la SE-20, también conocida como Ronda Supernorte, el paso fue en general a un ritmo de tortuga, así que la llegada al aparcamiento de la bancada norte, situado detrás del apeadero de Renfe, se hizo muy pesada. "La ida por la SE-20 al parking norte ha sido un caos. La salida, espectacular", decía otra aficionada de forma muy descriptiva.

Porque la salida fue otra cosa. Resulta de sentido común: no es lo mismo que 54.000 personas accedan a un lugar a lo largo de varias horas que salir de allí todos a la misma vez, como diría aquel. Por recuperar el comentario de esa socia, efectivamente la salida del gran aparcamiento norte (entre el apeadero de Renfe y el río) fue bastante llamativa. Una de las claves es que la pequeña carretera que empalma ese descampado con la Supernorte (a la que se incorpora en la rotonda junto a RTVE) es de dos carriles, lo que supone un alivio evidente. Pasados unos minutos de la medianoche, una media hora después de que acabase el Betis-Alavés, la explanada ya estaba casi vacía. Y lo mismo ocurrió en la bancada sur, con enlace directo a Carlos III en sentido Triana: dos carriles por la pequeña vía pegada al río y salida fulgurante de los vehículos hacia la gran avenida.

Un vehículo sale del parking de la bancada norte, ya casi desierta, pasada la medianoche.
Un vehículo sale del parking de la bancada norte, ya casi desierta, pasada la medianoche. / Juan Carlos Vázquez Osuna

La salida de los parkings de la Cartuja tuvo su intríngulis. No para quienes saliesen en dirección norte (hacia el estadio o el Alamillo), pero sí para los iban en dirección sur (Charco de la Pava y Aljarafe). El motivo es que al salir a Carlos III, la Policía Local los obligaba a girar a la derecha, esto es, de vuelta al estadio, "con toda la avenida de Carlos III libre hacia el Charco de la Pava", como se quejaba un socio. Eso significa que quienes querían salir en dirección contraria (sur) no podían girar hacia la izquierda, sino que debían atravesar dos rotondas en dirección al estadio y, en la segunda de ellas, girar a la derecha, incorporarse a la SE-30 en sentido Camas y ya dar toda la vuelta hasta el puente del Centenario. Lo bueno es que ese tramo de circulación, aunque supusiera un rodeo, resultó en general fluido. La prohibición de rodar por Carlos III en dirección sur, dicho sea de paso, también afectó a quienes desearan dirigirse allí desde el parking tras el apeadero de Renfe.

El caso es que esa confluencia de todo el tráfico en un par de rotondas sí suscitó algún embotellamiento, por ejemplo en el desvío a la derecha para incorporarse a la SE-30 camino del puente del Alamillo. Y en ese tránsito los vehículos tuvieron que tener cuidado con muchos aficionados que andaron por los arcenes o se sentaron en los quitamiedos para esperar a quienes viniesen a recogerlos. En cualquier caso, la prudencia de la inmensa mayoría consiguió que no se registrase ningún incidente.

Varios aficionados esperan a ser recogidos en la rotonda en la que comienza la Ronda Supernorte.
Varios aficionados esperan a ser recogidos en la rotonda en la que comienza la Ronda Supernorte. / Juan Carlos Vázquez Osuna

Más o menos lo mismo sucedió con quienes aparcaron en los parkings 7, entre Carlos III y el río. Al salir a la avenida, la dirección obligatoria era hacia el sur (Triana) porque la Policía les impedía girar a la izquierda. El plan de movilidad de Carlos III está claro: el sentido hacia el estadio sólo es para quienes salen de dentro de la Cartuja y el sentido hacia el Charco de la Pava es exclusivo para quienes salen del parking de la bancada sur. Eso les viene que ni pintado a quienes viven en esa dirección. Un socio de Palomares que aparcó en el 7.2, por ejemplo, tardó veinte minutos en llegar a su casa desde que salió de su grada de Gol Sur. Con un plus extra que es un gran acierto del plan: como en ese lado de la avenida no entran los coches que vienen de dentro de la Cartuja y por tanto nadie cruza las glorietas, todos los semáforos se ponen en verde y la circulación por esos tres carriles es fluidísima.

El tapón de los autobuses

El principal lunar de la salida fueron los autobuses. No por su funcionamiento, que fue impecable y logró que poco después de las 00.00 horas ya estuviesen embarcados los miles de pasajeros que usaron el transporte público (y gratuito, otra medida excelente). Pero sí por la ubicación de las paradas. Las del C1 y las lanzaderas hacia Sevilla Este y la Barqueta se colocaron una detrás de otra a pocos metros de la salida de la calle Américo Vespucio hacia Juan Bautista Muñoz. En otras palabras, justo después de un lugar donde los dos carriles de ambas vías se reducen a uno solo, hay una valla con una rotondita minúscula y, he aquí otro inconveniente, un paso de peatones.

Por tanto, la zona se convirtió en una ratonera porque eran centenares y centenares de aficionados cruzando el paso de cebra e impidiendo que los autobuses transitaran. Y los buses eran articulados, así que el embudo y la falta de espacio eran evidentes. Huelga decir que las colas para subirse a los Tussam acabaron siendo kilométricas (la del C1 se adentraba bastante en la calle Leonardo da Vinci) y que la Policía Local se las vio y deseó para controlar semejante circulación masiva de seres humanos. "¿Los municipales dónde están?", se preguntaba un bético en voz alta en medio de la fila para coger la lanzadera a Sevilla Este, que casi se mezclaba con la del C1. "Ponte a cortar ya, hijo mío", le suplicaba otro a un agente viendo que su autobús estaba al otro lado del paso de peatones pero no lo atravesaba.

La cola infinita para coger el C1 (que paraba en la calle Juan Bautista Muñoz) se adentraba hasta en la calle Leonardo da Vinci.
La cola infinita para coger el C1 (que paraba en la calle Juan Bautista Muñoz) se adentraba hasta en la calle Leonardo da Vinci. / Juan Carlos Vázquez Osuna

Otra queja habitual de muchos socios es la lejanía de la parada del 2, la que enlaza la Cartuja con Heliópolis. En concreto se situó al final de Juan Bautista Muñoz, cerca del Teatro Central. Y el último lamento es que los autobuses tardaron un tiempo en empezar a subir pasajeros, a pesar de que las colas ya eran grandísimas apenas terminó el partido. Muchos, aguardando la autorización de la Policía, estuvieron esperando en Américo Vespucio, una calle con dos carriles por sentido que por cierto estaba muy despejada cuando a unos metros se arremolinaban miles de personas en muy poca superficie. ¿Valdría la pena ubicar allí alguna parada? Quién sabe...

Este tapón y este caos, por suerte, duraron una media hora. Superada la media noche, el panorama era mucho más desahogado y no sólo en las paradas de bus. También en los aparcamientos de la Cartuja, en la bancada norte detrás del apeadero de Renfe... A las 00.30, donde antes había centenas de pasajeros ya sólo quedaba una pareja esperando la última unidad de la lanzadera a Sevilla Este. A las 00.40, dos lanzaderas provenientes de Blas Infante pasaron de vuelta pero ya vacías. Un grupo de rezagados pensaba que pararían para recogerlos y las esperó al grito de "que viene, que viene...", pero los autobuses pasaron de largo. Poco después, una vigilante les informó de que ya no llegaría ningún bus más.

El catálogo de alternativas para los béticos se completó con la línea especial de tren desde Santa Justa al estadio y viceversa. Fue un éxito absoluto. Desde tres horas antes del encuentro ya había muchos aficionados en Santa Justa y la impresión general es que entre una cosa y otra, salieran de donde salieran, en veinte o treinta minutos estaban ya en la Cartuja. Y a la vuelta, ídem de lo mismo. Obviamente fue el único medio de transporte para el que no hubo ni medio atasco.

Trabajazo de Lipasam

En los pros del plan especial del Ayuntamiento también hay que incluir a Lipasam. Una veintena de operarios y operarias, con la ayuda de nueve vehículos, se pusieron a trabajar muy a fondo en cuanto comenzó el Betis-Alavés para dejar casi como una patena la zona sur del recinto exterior. Esta es la nueva calle Tajo de los aficionados béticos. Allí, a la sombra del rocódromo bajo el viaducto del Alamillo, se concentraron miles de seguidores desde tres o cuatro horas antes del encuentro. Y también por allí se colocaron las tiendas de comida rápida o la carpa con barras de refrescos y cerveza.

Al juntarse miles de personas consumiendo, el rastro que dejaron en el suelo fue de miles de vasos, latas y botellas. Quizás, y hay que apuntarlo en el debe, porque hubo déficit de contenedores y papeleras. Pero los profesionales de Lipasam ejecutaron una labor impecable y a la salida del estadio esa superficie tan sucísima y repleta de residuos era otra muy distinta.

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