Las olas de calor agravan la brecha en salud mental
Mientras algunos sobreviven con aire acondicionado, otros sufren insomnio, ansiedad o recaídas en adicciones
Psicólogos alertan del impacto emocional creciente del calor, que afecta más a quienes menos tienen
Vivir en la calle a más de 40 grados
Las temperaturas extremas ya no son sólo un problema meteorológico, sino también una cuestión de salud pública. Desde la Organización Mundial de la Salud se ha advertido que el cambio climático es una amenaza directa a la salud mental global, y Andalucía, y especialmente Sevilla, ya lo están viviendo en primera persona.
Las altas temperaturas no sólo saturan los termómetros, también desestabilizan la mente. Los psicólogos alertan del aumento de trastornos emocionales durante las olas de calor, en las que la pobreza energética y el cambio climático agravan la brecha en salud mental.
Cuando Sevilla ha dejado atrás el primer episodio de calor extremo del verano, con temperaturas que han rozado los 44 grados, los expertos en psicología humana advierten de que no sólo el cuerpo se resiente a ellas, también la mente. Las altas temperaturas general un repunte claro de trastornos emocionales, insomnio, ansiedad y recaídas en adicciones, según profesionales de la salud mental que ya lo viven en sus consultas como una constante cada verano.
La situación no es puntual. El último informe mensual de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) confirma que junio de 2025 ha sido el más cálido jamás registrado en Andalucía desde que existen datos (1961). La media regional ha sido de 26,1 grados, 3,4 por encima del promedio habitual, y Sevilla ha liderado el ranking con una media mensual de 28,7 grados.
Una cifra que se nota no sólo en los termómetros, sino también en las consultas de psicología."Lo que más vemos es una gran inestabilidad emocional, mucha irritabilidad, altibajos anímicos y peor descanso. Las personas que ya tienen ansiedad o depresión sufren con más intensidad, y también vemos más conflictos familiares”, explica Lorena Ruiz, psicóloga y directora terapéutica del centro Fromm Bienestar, especializado en adicciones y salud mental en adolescentes y familias.
El impacto del calor sobre el estado emocional es real, aunque a menudo infravalorado. “El cuerpo activa mecanismos de defensa ante las temperaturas extremas, y eso altera también el sistema nervioso. Cuando no dormimos bien, comemos peor o sufrimos deshidratación, todo afecta al equilibrio emocional”, añade Ruiz.
No se trata sólo de mal humor o cansancio. Ruiz destaca que muchas personas llegan a consulta preguntándose “qué me está pasando” sin ser conscientes de que el calor puede ser el origen del malestar. "Hay quienes ya lo han integrado: saben que en verano van a dormir mal, que estarán más cansados. Pero otras personas, sobre todo jóvenes, lo viven con confusión emocional. No relacionan el calor con lo que les pasa”, explica la psicóloga.
Crisis emocionales y desigualdad social
La intensidad del malestar también está condicionada por factores socioeconómicos. Lo confirma Antonio Molina, director del centro Fromm Bienestar y educador social con más de 15 años de experiencia. "El calor afecta mucho más a quien no puede pagarse el aire acondicionado, no tiene acceso a piscina ni puede hacer escapadas. Las familias con menos recursos viven estos picos térmicos como una amenaza real, mientras otras tienen opciones para combatirlo".
Este fenómeno, vinculado con la pobreza energética, agrava las desigualdades hasta el punto de que las personas en situación de vulnerabilidad no sólo sufren más por la temperatura, sino también por las consecuencias psicológicas que derivan de ella. "El calor genera más ansiedad, más insomnio y una mayor sensación de colapso. Y en quienes ya tienen un trastorno emocional o conductual, puede actuar como desencadenante de una recaída", advierte Molina.
En el caso de las adicciones, el verano representa una etapa crítica. Las rutinas se alteran, hay más tiempo libre, se pierde el control y se intensifica la vida social, muchas veces vinculada al consumo. "Muchos pacientes nos dicen que el calor los desconecta, que duermen mal, que se sienten más solos o más tristes. Y en esa desconexión emocional surge el riesgo de recaer", alerta Molina.
Desde el centro recomiendan a sus pacientes y familiares medidas de autocuidado y prevención emocional: evitar las horas centrales del día, buscar espacios frescos como bibliotecas o parques por la noche, hacer ejercicio temprano y, sobre todo, identificar y verbalizar cómo el calor está afectando a nivel emocional.
"Necesitamos integrar una mirada climática en la salud mental. El calor no es solo incomodidad: es un factor que puede desestabilizar emocionalmente a personas vulnerables. Y no todos tienen las mismas herramientas para enfrentarlo”, subraya Lorena Ruiz. El mensaje es claro. "Cuidar la mente también pasa por cuidar el entorno", añade Antonio Molina.
Y en un contexto de cambio climático acelerado, garantizar el acceso a recursos básicos para protegerse del calor —como la climatización— no debería depender del nivel de renta. Porque en las olas de calor, no todos sudan igual. Ni todos sufren igual.
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