El perfil: Más allá de los muros de la casa de Armenta
A simple vista, Jacobo Cortines (Lebrija, 1946) puede parecer un poeta ensimismado en su torre de marfil de la calle Armenta, un señorito melancólico dedicado a erudiciones varias y a recrear un mundo que ya sólo se puede conservar entre esos muros labrados aún en el Antiguo Régimen. Si así fuese, no habría que reprochárselo: ¿para qué saltar los altos muros de su jardín de San Bartolomé si más allá sólo espera el tráfico frenético de la Ronda, la bulla turística de la Puerta de la Carne, las lenguas venenosas y los corrillos de la infamia? Sin embargo, Jacobo Cortines es algo más que el ricohombre de Armenta, que el exquisito melómano, que el arqueólogo niño que encontraba hachas de sílex en los latifundios familiares de Lebrija. Ante el entrevistador sólo presume de sus trabajos y esfuerzos: la fundación de la revista Separata, uno de esos monumentos de la cultura sevillana que quedó sepultado por la indiferencia de una ciudad boba; la década en la que consiguió hacer de Petrarca un autor que hablaba un español contemporáneo; su contribución a la recuperación de Cernuda como poeta esencial de la España actual; el impulso junto a Ignacio F. Garmendia de la colección de poesía Vandalia, editada por la Fundación Lara... Como nobleza obliga, este académico de Buenas Letras todo lo dice a media voz, con una desgana genética... Estamos en medio de Sevilla, a dos pasos de la Ronda, y sólo se escuchan los pájaros del jardín de la casa de Armenta.
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