EDITORIAL
Toda preparación es poca ante los temporales
Calle Rioja
COMO el negocio es coetáneo de la revolución rusa, abierto en 1917, a José Muñoz Almonte, nieto del joyero José Luis Muñoz Hoys, hijo del joyero José Muñoz Muñoz, hermano del joyero Emilio Muñoz Almonte con el que comparte los destinos del negocio, le divertirá esta reivindicación bolchevique de la Joyería J. Muñoz, Sierpes esquina con Rioja. Con sus propias palabras.
"A esta calle, hasta la llegada de las grandes superficies, venía la gente de los pueblos a comprar. La aristocracia compraba en Francos, en Álvarez Quintero. La élite sevillana no compraba en Sierpes, a las señoras no les gustaba por los follones que se formaban con los tratantes. El cosario de Pilas venía todos los días. Los cosarios de muchos pueblos. Los atendías bien y tenías cliente para toda la vida. Todas las alianzas de boda las pedían aquí".
Se fueron produciendo los relevos. Su abuelo, oriundo de Marchena, murió de una pulmonía a la salida del teatro San Fernando y precipitó la entrada en la joyería de su padre. La entrada de José Muñoz Almonte (Sevilla, 1940) fue más prosaica. "Yo no era buen estudiante". A cambio, se convirtió en un magnífico profesional de joyería. Emilio Muñoz Almonte (Sevilla, 1946) se incorporó después.
En los años sesenta se produjo una reforma del local. "Se entraba por la calle Rioja y arriba había un dentista y un sastre a los que mi padre tuvo que indemnizar". Diez años después de entrar en la joyería-relojería-platería, José se casó en Jaén con una leonesa. La madre de sus tres hijos. La abuela de sus ocho nietos. "Es difícil que un negocio pase de la tercera generación". Confía en acompañar a la revolución rusa en los fastos del centenario e incorporarse a otros negocios centenarios de Sierpes: Papelería Ferrer, La Campana, Maquedano. La calle que el 31 de agosto de 1991, segundo mes de Alejandro Rojas-Marcos en la Alcaldía de Sevilla, se hermanó con la Schadowstrasse de Düsseldorf. "Yo fui a Alemania con otros comerciantes al hermanamiento".
De la hipotética cuarta generación, José, el varón, es arquitecto; Ana, economista; María, pedagoga. De los dos hijos de su hermano, Emilio es abogado y Pedro ingeniero. Los hermanos dueños son sevillistas y las dos hermanas empleadas, Joaqui y Mari Carmen, béticas. Antes que ellas entró su madre, María Ponce de León, que se encargaba de la limpieza del local. Ya son como de la familia. "José es un manitas", dice Joaqui, "y su hermano Emilio lleva la contabilidad". De las habilidades del primero hablan la copia, pura filigrana, de la aldaba de la puerta del Perdón; la pulsera que diseñó a partir de una fotografía a la cadena que rodea en Viena el palacio del emperador; o el escaparate alusivo a la final de la Copa Davis de 2011 que le mereció el primer premio, con cinco pelotas que eran estuches de relojes suizos, la patria de Roger Federer, una composición que aparecía en televisión entre set y set.
Los hermanos Muñoz Almonte ven pasar el tiempo en una esquina que es joya del comercio. La gente pregunta más por el oro que por la hora. Resisten los embates de la crisis: las alianzas matrimoniales se mantienen en una zona donde abundan las tiendas de ropa nupcial, amén de ofertas al colectivo homosexual, "que tiene alto poder adquisitivo".
Se mantienen sortijas y pendientes; bajan cadenas y medallas. La única tradición que mantienen sus hijos y nietos es la cofrade, todos de las Siete Palabras. "De pagar las papeletas y buscar las túnicas se encarga la de León". La patria consorte de este joyero que en sus años mozos veraneaba en Bellavista. "Soy muy amigo de Felipe González".
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