Ricardo Suárez

El secreto de las perpendiculares

  • En Laraña estudió este pintor Bellas Artes y veinte años después expuso en la zona de la ciudad más italiana.

PARA llegar a la plaza del Salvador donde el paseante imaginará a Verdi y Wagner sentados frente a frente, atrincherados en veladores análogos a La Ibense y La Alicantina, antes hay que escuchar música de Turina y tambores de los armaos. Y la música callada del Silencio.

Hace un año y un día llenó las tres plantas de Villasís en la inauguración de su exposición A través del paisaje. Ese mismo día mataron a Gadafi, ETA anunció el alto el fuego y a pocos metros de la fiesta pictórica Pepe Mel presentaba su primera novela. Bullicio escolar en la misma calle Arguijo que Ricardo Suárez (Sevilla, 1969) llenó de invitados. Colegiales que le trasladan a su escuela Vara de Rey, de la base aérea de Tablada, a las excursiones al Museo de Bellas Artes y una primera obsesión. "Me quedaba viendo algo que ha desaparecido del Museo, los copistas. Un día me quedé viendo a la chica que copiaba el retrato del Greco a su hijo".

En ese mismo escenario de la gloria buscó otro tipo de amparo. "Cuando empecé la carrera de Bellas Artes, el autocar de San Juan de Aznalfarache me dejaba junto al puente de Triana. Hasta las ocho de la mañana que abría la Facultad, en mañanas de frío, yo me metía en los soportales de lo que fue teatro Álvarez Quintero".

Tiempos de estudiante en los que vio "cómo desmontaban en la iglesia de la Anunciación los sepulcros de los Afán de Ribera, joya renacentista, para devolverlos a Santa María de las Cuevas por los fastos del 92". Clases de Maireles, de Pérez Aguilera, de Miñarro y Carmen Márquez. "Yo vi cómo echaban de aquí a Cortijo". El pintor que dirigió su tesis sobre Paco Molina, inmortalizado en el cercano pasaje. "A Paco Molina me lo presentó Paco Cuadrado".

"Más que en un barrio de Sevilla, parece que estamos en un barrio de Roma", dice entrando por Cuna, bajo la torre del palacio del marqués de la Motilla. La misma calle por la que cada Madrugada, hacia las cuatro y cuarto de la mañana, entra como diputado canastilla de la hermandad del Silencio a la que pertenece desde 1984, incluidos 19 años de costalero. Detrás del Silencio, la Macarena. Contrastes de Sevilla. "En Cuna se produce un gran parón. Es donde los nazarenos del Silencio se quedan dormidos".

Atrás quedó Metropol Parasol. ¿Cuándo inspirará una portada de Feria? Suárez diseñó la de la Feria de 2006, la misma del gol de Antonio Puerta al Schalke 04. "Yo fui de los pocos que defendió el proyecto de Metropol Parasol. No lo veo como portada de Feria. El político en Sevilla le tiene mucho miedo a lo que se diga el lunes de pescaíto". Expuso un mes antes de las elecciones del 20-N. Antes del Gran Cambio. "Juan Ignacio Zoido ha ido acaparando cargos, ha cambiado el don de la ubicuidad por el de la invisibilidad. Tiene veinte concejales, como le recuerdan los augures todos los días, pero no tiene un proyecto de ciudad. Alfredo sí lo tenía".

Cuna y sus perpendiculares. "Goyeneta es una de las calles mejor adoquinadas de Sevilla. Tiene granito de las canteras de Gerena, que ya cerraron. Hay granito de Gerena hasta en la plaza Roja de Moscú". Acetres son tres nombres: Cernuda, Turina, Vilima. Tienda de espejos de Valeriano Ruiz en la casa donde nació el poeta que veía filtrarse por la lona la luz del mediodía. "Yo soy de pueblo y los de pueblo veníamos con nuestras abuelas a Zafarranchos Vilima".

En la calle Lagar está Marcos Venecia, donde enmarcó los cuadros de la exposición. La plaza del Salvador, "pese al bullicio y la botellona, es la gran desconocida para el sevillano". Como la de San Francisco es la gran damnificada. "Zoido debería ponerle plaza de Vespasiano por la de vespas que hay. Una de las plazas con más historia de Europa invadida por las motos y las carpas". Para comprobar los cambios de la ciudad, sube a las azoteas, como el diablo Cojuelo. Las elecciones vascas de hoy le recuerdan el día que vio la exposición de una pintora francesa en el Guggenheim. "Cogí el coche y me fui a comer a Burgos". Las gallegas, a la mañana en la que se coló en el Obradoiro con un grupo de turistas japoneses.

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