Se sirve para la calle
como en botica
Frente a la invasión del 'fast food', el José Rodríguez de la Borbolla recomienda una alternativa gastronómica portable y autóctona.
EN este tiempo, en verano, guisar en Sevilla es mucho más molesto. Aunque algunos hayamos llegado a la sofisticación lujosa de poner aire acondicionado en la cocina de casa, nada más que la idea de encender la candela hace que se empiece a sudar. Y tampoco es cuestión de comer sólo a base de ensaladas, tomate de Los Palacios aliñado, picadillos, salpicones, gazpachos o cualquier otro plato frío. Hasta la ensaladilla, rusa simple o de gambas, tiene sus perendengues: por lo menos, hay que cocer, al fuego, las patatas, las gambas y los huevos duros, que también tienen su aquél. ¡Y qué me dicen ustedes de los pimientos asados, fresquitos, recién sacados de la nevera con su aceite y su cebollita picada! También hay que asarlos primero, para lo cual, encima, hay que encender el horno, que da más calor que un chubesqui en el Sahara. En fin, que sigue haciendo mucho calor, hasta para preparar la comida.
Por eso, en verano y en Sevilla, la comida preparada puede ser de gran ayuda para la supervivencia. De hecho, hay datos de que en muchas casas es una gran ayuda todo el año. Si no fuera así, no se entendería el éxito de los tele-todo: pizzas y sus sucedáneos varios; comida china estereotipada e insípida; tacos, fajitas y alitas de pollo; sushis, sashimis y demás; hamburguesas macro y micro, nuggets, etcétera ¡Cualquiera sabe lo que te puede entrar por las puertas, con una simple llamada de teléfono! ¿Qué garantías tiene uno sobre esos productos motorizados, sean de la procedencia étnica que sean? A mí me gusta la comida china, y la japonesa, y la italiana, y la vietnamita, y la americana…Pienso que cualquier tipo de comida que sea capaz de comerse otro ser humano me la puedo comer yo. En lo que hay que poner cuidado es en el proveedor y en la composición final.¡Todo un mundo de inseguridades, en fin!
Frente a esa invasión del fast food, me permito recomendar la alternativa gastronómica veraniego-portable autóctona. Cada día hay más bares y restaurantes, de aquí y al lado de casa, que sirven para la calle, que se sabe de dónde se surten y en los que cada plato es producto de un arte singularizado. Y cada día existe una variedad mayor de comida para llevarse. Desde la ensaladilla de La Alicantina, o de Romerijo, hasta los San Jacobos, las espinacas o el cazón en amarillo de Casa Manolo, en Triana. Desde el brazuelo de cordero de La Casa del Cordero, donde Luis, en la calle Paraíso, hasta las fabes, el cachopo o la monumental tortilla de patatas, por encargo, del Bar Asturias, en Ramón y Cajal. Desde el pollo frito de Casa Pulido, en la Gran Plaza, o de Casa Molina, en el Tiro de Línea, hasta la sangre encebollada del Bar Manolo, en La Alfalfa. Desde los guisos del día de Los Gallegos, en La Campana, hasta el menudo del Bar Rosita, en Cuatro Vientos, o del Nuevo Rinconcillo, en Marqués de Pickman, o de, otra vez, Casa Manolo, en Triana. Cada comilón tendrá sus sitios preferidos, como cada borracho tiene su itinerario, pero fíjense bien: "Comida para llevar", "Se sirve para la calle"… Todo un universo de sensaciones, para ir a su encuentro, "sacarlas de viaje", como dicen en Casa Manolo, y disfrutarlas en casa. En verano, en primavera, en otoño y en invierno. Que de lo bueno, y de lo nuestro, no hay que prescindir en ninguna época del año.
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