La última barrera contra el ébola

El SAMU ofrece a los sanitarios formación para protegerse y frenar la expansión del virus por contagio a través de cursos de 20 horas en la escuela de Gelves

La última barrera contra el ébola
Cristina Díaz

02 de noviembre 2014 - 05:03

Tumbado en el interior de una crisálida de plástico, el paciente sólo puede ver los ojos de los sanitarios. Estos están protegidos por un equipo que no deja ninguna parte de su cuerpo al descubierto. No sabe si está infectado por el virus del ébola, pero tiene que digerir sus miedos dentro de esta especie de ataúd transparente de un metro ochenta de largo por poco más de 50 centímetros de alto y ancho. Las voces se compactan y el ruido del motor del respirador dificulta la comunicación con el exterior. No puede ver dónde está, sólo siente que le llevan en volandas.

El paciente no es tal, pero podría serlo. Forma parte de uno de los dos simulacros del curso práctico de bioseguridad y manejo del ébola que el SAMU (Servicio de Asistencia Médica de Urgencias) organiza en su escuela de Gelves. En él, seis personas ataviadas con un mono de protección blanco bajan a peso la camilla por las escaleras de un avión.

Tras un momento de descoordinación en el que todos hablan, Jose, un técnico de emergencias sanitarias, asume el liderazgo y marca el ritmo, escalón por escalón, y así evitar que la camilla vuelque. Sólo se escucha su voz y, tras ella, las pisadas sobre el metal de sus compañeros. Abajo, alejado de la escena, les observa atentamente Carlos Álvarez, el Jefe, como todos en el SAMU le llaman. Analiza cada movimiento, cada error.

Ésta es la segunda semana que, durante dos jornadas de unas diez horas cada una, una veintena de médicos, enfermeros y Técnicos de Emergencias Sanitarias (TES) del SAMU, principalmente, se forman sobre la correcta equipación y su descontaminación tras tratar a un paciente con el virus africano. La mayoría procede de Sevilla, Málaga, Huelva y Canarias. Aunque a este curso, con un coste de 600 euros, también acceden personas ajenas al SAMU, así como miembros de la Unidad Militar de Emergencias (UME).

La gestión del estrés es uno de los puntos claves de esta formación. Los alumnos deben aprender a controlar los gestos involuntarios, como tocarse la cara, aguantar los picores faciales y soportar el sofoco que el Equipo de Protección Individual (EPI) provoca. "Lo ideal es aguantar entre una hora y media y dos horas con el traje puesto, pero no todo el mundo tiene la misma capacidad", explica Carlos Álvarez, presidente y fundador del Grupo SAMU, además de coronel médico retirado.

Según el último protocolo aprobado por la Junta, el personal asistencial debe ir vestido con unos patucos que llegan hasta las rodillas, un mono cerrado con cremallera y capucha de nivel 3B, dos pares de guantes, un gorro de cirujano, una mascarilla FFP3 y unas gafas de protección. Encima de todo iría una capelina o escafandra del mismo material del traje, una pantalla facial y un par de botas impermeables.

"Existe una gran confusión con el traje. Se cree que cuanto más alto sea el número, mejor, y es al revés. El nivel 5 protege menos que el 1", explica Cristina Guerrero, médico y docente del curso. "Lo importante es el tipo de tejido". En el caso de las mascarillas, el filtro de grado 3 sí es superior al del 2. "Yo, personalmente, me negaría a tratar a un paciente de ébola con una mascarilla FFP2, ya que mis vías respiratorias no estarían bien protegidas y aún no se ha demostrado que el virus no se propaga por el aire".

En una de sus polémicas declaraciones, Javier Rodríguez, consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, señaló que "para explicar cómo quitarse o ponerse un traje no hace falta un máster". En dos días, los alumnos de este curso se colocaron el EPI completo hasta nueve veces y, por inexperiencia al principio o por cansancio al final, casi siempre se cometían errores. Como indica el Jefe, "hay que soñar con el traje hasta que colocárselo y desprenderse de él sea algo automatizado".

Sudoración, fatiga, sofoco, dolor de cabeza, disminución de la visión y dificultad en los movimientos son algunos de los inconvenientes que sienten algunos sanitario. Dos de ellos se desmayaron la semana pasada cuando practicaban con el traje puesto a 35 grados: "Atender a un paciente con este traje no es fácil, pero la protección y la seguridad del sanitario es lo principal. Hay que estar preparado para cualquier escenario", apunta Carlos Álvarez.

El momento en el que el sanitario se desprende del EPI es el de mayor riesgo de contagio. Por esta razón, los instructores Miguel Ruiz y Victoria Galiani obligan a sus alumnos a repetir el proceso en numerosas ocasiones, al tiempo que buscan nuevos métodos para disminuir el riesgo: como cortar por detrás el traje con unas tijeras y dejarlo caer hacia delante, como hacen en la UME.

El SAMU apuesta por una desinfección previa a base de duchas y limpieza de arrastre con lejía diluida en agua (1:10). "La lejía doméstica desactiva el virus y es muy fácil de conseguir", apunta Galiani. La empresa propone, como mínimo, que el personal pase sus pies primero por una toalla empapada en esta disolución; luego, coloque sus pies dentro de dos cubos con este líquido; y, a continuación, un compañero, ataviado también con un EPI, le pase un paño húmedo por todo el traje, de arriba a bajo.

Mejor sería contar con un sistema de esclusas con aspersores y duchas. En la escuela del SAMU lo tienen y practican con él. Pero su personal trabaja de forma coordinada con el Servicio Andaluz de Salud y éste, según Carlos Álvarez, no dispone de él, ya que el protocolo oficial no lo contempla aún.

Los continuos cambios en el protocolo de actuación de la Consejería de Salud es uno de los asuntos que más desconcierto crea entre los sanitarios. "Estamos consensuando y en una situación de crisis esto no se puede permitir, hay que decidir", indica el fundador de la empresa de asistencia sanitaria. "Se funciona a base de ensayo y error. Y esto no se puede permitir, está en juego la seguridad de los sanitarios".

"¿Podré volver a mi casa después de un traslado?", "¿seré capaz de tolerar la medidas de seguridad?" o "¿quién me recibirá cuando llegue al hospital?" son algunas de las inquietudes de los alumnos. "Era necesario un curso de inmersión para conocer nuestra capacidad de reacción, enfrentarnos al traje y quitarnos el miedo", reconoce José Ávila, uno de los TES asistentes al curso. "La formación impartida en los hospitales públicos es insuficiente, se basa en una charla de apenas 40 minutos; y hay centros de salud en Andalucía en los que no se ha dado nada", admite la enfermera Leticia Ranea. "Y en las clínicas privadas se han limitado a poner carteles. Despreocupación absoluta".

Desde mediados de octubre, los pacientes de ébola, sospechosos o confirmados, deben ser trasladados al Hospital Virgen del Rocío, centro de referencia en Andalucía. Ante esta situación, los alumnos muestran su preocupación por uno de los traslados más largos: Almería-Sevilla, un viaje de seis horas en ambulancia, siempre que no haya complicaciones. Carlos Álvarez aclara que, en este caso, el traslado se hará en cuatro fases y coordinado con cuatro equipos diferentes del SAMU y del 061. Será el personal sanitario el que rote en la ambulancia, cuyo interior estará plastificado.

El paciente sí pasara en ella seis horas sin poder moverse dentro de la cápsula: tumbado sobre una incómoda camilla, bajo una presión negativa que puede provocar cefalea, y que, si vomita, sus secreciones permanecerán encerradas con él dentro de la crisálida. Una cápsula que cuesta 12.000 euros y que, dada la alta demanda, su precio en el mercado se ha incrementado hasta un 15%.

Cada jornada finaliza con una reunión de grupo. El Jefe quiere conocer las opiniones y propuestas del personal. Toma notas continuamente. "La capelina se levanta con el viento, habría que sellarla al mono", manifiesta un alumno. "Al conducir, los guantes se me caen y se enrollan en la muñeca", apunta otro. Del paciente, encerrado en su crisálida, también se acuerdan y una voz propone llevar una pequeña almohada y paños fríos para reducir el sofoco. Aún queda mucho por decidir.

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