Sevilla

La última promoción de Enfermería que trabajó en el antiguo Hospital de las Cinco Llagas

La última promoción de Enfermería que trabajó en el antiguo hospital de las Cinco Llagas

La promoción de Enfermería de 1972, que acabó los estudios cuando el Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla se cerró, ha vuelto este martes al edificio que actualmente acoge el Parlamento andaluz. Han recorrido los patios y estancias en una emocionante visita guiada por el inmueble rehabilitado. Casi 80 personas de aquella promoción cercana a los 200 estudiantes, llegados de varios puntos de Andalucía y de otros de España como Barcelona y Canarias, han podido encontrarse cincuenta años después en el mismo edificio donde trabajaron.   

Loli Ruiz y Carmen Conesa empezaron con 17 años los estudios de Enfermería, en 1969, y los acabaron con 20 años, en 1972. "En el último curso fue cuando se cerró el hospital porque estaba en ruinas. Estuvimos trabajando con las salas apuntaladas, con techos que se caían por el mal estado del edificio. Los últimos meses de la carrera un grupo nos quedamos aquí hasta que cerró y otro grupo se trasladó a San Pablo y a San Lázaro", detallan. Loli y Carmen cuentan que lo único que quedó abierto de las Cinco Llagas fue un anexo, la clínica de la Esperanza, donde se empezó a operar de corazón. Una de ellas fue a trabajar al Hospital Infantil, en prematuros y hematología y la otra a UCI y quirófanos en García Morato, que acaban de abrirlo. 

Del edificio que han visitado aseguran que está tan cambiado que se parece poco al lugar donde trabajaron. La capilla es lo más reconocible. "Las salas y los patios están completamente cambiados. En nuestra época las salas estaban apuntaladas y en muy mal estado. Íbamos a desayunar al bar que había arriba y llevábamos los paraguas abiertos porque del techo del pasillo caían restos", cuentan. 

La visita les ha dado una gran alegría por ver a compañeros de hace 50 años. "Este edificio nos trae muy buenos recuerdos. Nosotros aquí fuimos muy felices en estos tres años intensivos. Trabajamos mucho porque los estudiantes llevábamos el hospital, ya que aquí no había más titulares que nosotros. Aprendíamos unos de otros. Las prácticas eran fabulosas. Pasábamos todo el día en el Hospital. Llegábamos de Dos Hermanas entre las siete y media y las ocho menos cuarto. Por la mañana tocaban las prácticas y por la tarde las clases, hasta que nos íbamos por la noche. Cogíamos el autobús a las nueve de la noche y llegábamos a nuestra casa a las diez", detallan Loli y Carmen. Entonces no había tren de Cercanías entre Sevilla y Dos Hermanas, sino solo el autobús.        

Tan intenso fue el trabajo de los tres años en las Cinco Llagas que cuando empezaron a trabajar siete horas de jornada al terminar los estudios les parecía que estaban de vacaciones. 

"La Enfermería logró tener entidad propia"  

Ángela Otero y Nati Salazar señalan que el edificio donde hicieron sus prácticas de Enfermería ha cambiado mucho respecto al actual Parlamento. "Ha cambiado muchísimo. Te cuesta reconocerlo porque aquí había unos pabellones sumamente grandes con unas 30 o 40 camas cada uno y ahora mismo está todo modificado. Pero ver el entorno y los patios nos produce mucha emoción porque fue nuestra entrada en contacto con la Enfermería. En aquel entonces éramos ATS y posteriormente con la lucha conseguimos que fuera una Diplomatura", destaca Ángela.

Nati, natural de Villarrasa (Huelva) e hija del médico del pueblo, resalta la evolución que se logró hasta lograr una entidad propia para la profesión. "Antes la Enfermería consistía en que el profesional hacía lo que el médico le decía. Hoy en día nuestra profesión tiene una entidad propia, tenemos nuestros diagnósticos de Enfermería...es una carrera completamente diferente de la de Medicina. Efectivamente trabajamos juntos con los médicos, pero ya no estamos a las órdenes de nadie, como pasaba antes. Algunas compañeras hoy han recordado que antes cuando llegaba el médico tenían que ponerle hasta la bata..Antes éramos simples ayudantes. Hoy somos otra cosa", afirma Nati con orgullo sobre el cuidado del paciente que proporciona el gremio.

Sobre el mal estado del edificio, Nati y Ángela recuerdan que "desde la planta de cirugía se veía la planta de abajo por un agujero que tenía el suelo, y entre cama y cama las salas estaban apuntaladas. En el curso anterior al suyo llegó a caerse abajo un techo sin causar daños personales". Consideran que este edificio se ha adaptado muy bien como Parlamento y que quizás no habría sido tan operativo rehabilitarlo para hospital con esas salas tan grandes, nada operativas cuya climatización parecía complicada.   

Loli Romero ha paseado por el edificio con una nostalgia profunda y con enorme satisfacción de volver cincuenta años despúes. "Esta visita me ha recordado lo jovencitas que éramos cuando trabajábamos aquí. No teníamos miedo de nada, de pasar por estos pasillos a las cuatro de la madrugada a poner los inyectables. Y vivíamos estupendamente. Fueron unos años preciosos. Antes el edificio estaba desatroso pero para nosotros estaba bien. Atendíamos a muchos enfermos con mucho gusto. Es una maravilla haber llegado hasta aquí y poderlo ver de nuevo. Eso es algo que no me imaginaba nunca", expresa con emoción.   

Loli Romero también opina que la rehabilitación que se ha hecho para acoger el Parlamento está muy bien  y no cree que hubiera sido bueno recuperarlo para hospital. 

La promoción que luchó para que Enfermería no se quedara como FP2

Mari Camen Alcalde, que hoy tiene 78 años y vive feliz en Málaga en el cohousing Santa Clara con su pareja Diego, de 81 años, destaca la lucha de esta promoción por que los estudios de Enfermería fueran universitarios. Antes eran Ayudante Técnico Sanitario (ATS). "En el año 1975 se empezó a rumorear que el Ministerio quería dejarnos como FP Superior. Un grupo de personas creamos desde Sevilla y otros puntos de España una coordinadora e hicimos un encierro en el Colegio de ATS de entonces, en Carrión Mejías, cuyo presidente era Manuel García. Íbamos a Madrid en el expreso de noche porque no nos daban permiso. Peleamos muchísimo y conseguimos en 1980 que nos hiciera Diplomados en Enfermería", relata con emoción esta enfermera que ha pasado por quirófano y planta, pero se ha realizado en Atención Primaria. Siempre le gustó la educación y promoción para la salud.

Antonio García es de los pocos varones de la promoción de 1972. De hecho, los hombres sumaban solo una tercera parte del total de alumnos. "Dejé este edificio en ruina total y agradezco el estado que tiene ahora. Recuerdo que cuando el edificio quedó abandonado los sin techo hacían fogatas en la iglesia de lo que hoy es el Parlamento. Ahí había cuadros de Valdés Leal que nadie sabe dónde están. Los tres años que estuvimos haciendo la carrera había agujeros en los techos. No se podía estar más ahí. No estaba listo aún el Hospital de la Macarena y un grupo tuvimos que irnos a San Pablo, cerca del aeropuerto, donde los americanos tenían un hospitalito. Tuve que ayudar allí más de un año hasta que se abrió el Hospital Macarena", relata Antonio, que ha trabajado en el Macarena, en San Lázaro, en el Militar y en el Equipo Quirúrgico.

El giro con la Atención Primaria 

Otro hito, cuenta Mari Carmen, fue cuando se abrió la Atención Primaria. "Las enfermeras, que éramos en su mayoría mujeres, dimos un vuelco a esta profesión que era impensable. Pasamos de ser amanuenses que escribíamos las recetas, a tener funciones y despacho propio. Cuando los usuarios, sobre todo las usuarias, nos veían con despacho nos llamaban doctora, A partir del cambio que empezó en la Atención fue cuando la profesión de enfermera empezó realmente y se convirtió en una profesión que cubre la docencia, la educación para la salud, la educación sexual...". Destaca también la cantidad de cursos que toda su promoción hizo para formarse, más de 30 a 40 cursos, y que antes tenían que pagarse de su bolsillo.

"Nuestra vocación no era escribir recetas. No te habías hecho enfermera para eso. El sistema nos dio la oportunidad de ser lo que queríamos ser. Me atrevo a decir que nuestra influencia hizo que también los médicos se comportaran de forma más considerada hacia nosotros y hacia el paciente. Humanizamos la atención. Íbamos a los domicilios y si veías que en la casa los niños comían muchas chucherías les dábamos prevención y promoción de la salud a los padres. Los pacientes nos contaban cosas que no contaban a los médicos porque no nos veían tan encumbradas. Una mujer me contó en confianza que su marido le había pegado, pero ella a la médica, por vergüenza, solo le había dicho que se había caído. Soy lo que soy por mi profesión y por lo que el público me ha contado", señala Mari Carmen.  

 

    

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