“Velázquez, como Picasso, ve donde los demás sólo miraban”
Alfredo J. Morales fue el comisario de la exposición ‘Velázquez y Sevilla’, que en otoño de 1999 recibió un cuarto de millón de visitas en la Cartuja
"La Catedral de Sevilla es el estuche y la de Toledo la joya"
La gran exposición de la Expo 92 de Sevilla tuvo lugar siete años después. Más de 250.000 visitas registró la muestra Velázquez y Sevilla que, entre el 1 de octubre y el 12 de diciembre de 1999, en el cuarto centenario del nacimiento del pintor sevillano, se celebró en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC), la antigua Cartuja de Santa María de las Cuevas.
Un éxito total, sin precedentes, que para el comisario de la muestra tiene un sabor agridulce, tal como lo recuerda en el repaso que de aquel acontecimiento hizo en el Círculo de Labradores. Entidad situada junto a la calle Velázquez. Alfredo J. Morales (Sevilla, 1952) fue confirmado como comisario de la exposición por la consejera de Cultura, Carmen Calvo. Esa elección no tuvo lugar en un despacho o en un museo. Fue a los pies de la cama del hospital donde Juan Miguel Serrera, principal artífice de la muestra, se debatía entre la vida y la muerte, y le pidió a la representante del Gobierno andaluz que cuando faltara le encomendara el timón de la exposición a su colega el profesor Morales. Serrera murió el 12 de noviembre de 1998, un año antes de la muestra velazqueña.
La primera dificultad, en el recuerdo de Morales, fue encontrar un lugar para la exposición. “Sevilla no cuenta a día de hoy con un lugar para exposiciones de ese tipo. Igual que el Museo de Bellas Artes no tiene una sala de conferencias. Han pasado más de 25 años y sólo hay promesas, papeles, palabras”. Morales regresó al entorno de la Expo. Con la colaboración del pintor, arquitecto y decorador Juan Suárez, convirtieron las celdas de los antiguos monjes cartujos que habían acogido a Cristóbal Colón y el claustro del monasterio en lugar de exposiciones.
Dudas sobre su celebración
Cuando muere el profesor Serrera, no hay nada organizado. “Algunos de los invitados dudaban de su celebración de una forma muy poco educada”. Como con la propia Expo, se llegó a tiempo. Sevilla y Velázquez fueron los grandes protagonistas de la exposición. Para Morales, el Velázquez sevillano sigue siendo “muy poco conocido”. En la muestra se incluyeron 21 obras del maestro, acompañadas por un doble contexto artístico de maestros de la generación anterior y de los coetáneos.
La exposición la inauguraron los Reyes de España, Juan Carlos I y Sofía. Era el primer año de la Alcaldía de Alfredo Sánchez Monteseirín y también de la presencia de este Diario de Sevilla, que cubrió una muestra a la que acudieron como expertos John H. Elliott y Jonathan Brown. La Cartuja abría sus puertas a las nueve de la mañana y las cerraba a las doce de la noche.
Cuando habla de los precedentes, Morales se detiene en Francisco Pacheco, que lo acogió en su taller y se convertiría en el suegro del artista. “La mayoría de las obras respondían entonces a la estética flamenca”. Al Flandes del que procede, por ejemplo, Pedro de Campaña, objeto de la última conferencia que pronunció Enrique Valdivieso antes de su inesperada muerte. “Campaña estuvo en Italia, aunque Pacheco diría que su italianismo no lo aprendió en Italia, sino en Sevilla”.
Entre las obras sevillanas de Velázquez, apareció la Familia de Diego Caballero, gobernador de la isla La Española al que el emperador Carlos V hizo mariscal. La exposición se detuvo en otros posibles nombres del magisterio de Velázquez: Roelas, Luis de Vargas, Villegas y Marmolejo, Juan de Uceda, a quien se le atribuyó un cuadro que finalmente se adjudicó a Jerónimo Ramírez.
La Inmaculada Concepción
El arte era la expresión de unas ideas religiosas. Tiempos de enfrentamiento entre dominicos y franciscanos por el dogma de la Inmaculada Concepción; de procesiones concepcionistas a las que se sumaría Roelas en 1615 como pintor y canónigo del Salvador. En el taller de Pacheco, un joven Velázquez debió coincidir con Alonso Cano. “En Pacheco predomina la línea sobre el color a la manera florentina, no a la manera veneciana”.
Junto a las obras de arte, la exposición incluyó una serie de libros sobre la peste, sobre los avances en las lentes, sobre los niños toribios y sermones. También se aportó el acta matrimonial de Velázquez y Juana Pacheco en la iglesia de la Magdalena… donde bautizaron a Murillo. Cuatro siglos después se mantiene el misterio sobre si es Velázquez el personaje de un supuesto autorretrato. No hay ninguna duda sobre el del poeta Luis de Góngora y Argote. “Debió ser un encargo de personajes ilustres que le hizo su suegro cuando se marchó a Madrid”.
Las obras sevillanas
Con Velázquez se abre por primera vez la ventana a un paisaje o aparece un cuadro dentro de un cuadro, como la cena de Emaús dentro de La Mulata, que fue restaurado en 1933. El pintor sevillano que antes de viajar a la Corte de Felipe IV en 1622 deja obras maestras como La vieja friendo huevos o El aguador.
Un cuadro que se llevó José Bonaparte, a quien se lo incautan los ingleses en la batalla de Vitoria. El duque de Wellington se lo devuelve a Fernando VII y éste se lo regaló por sus servicios. Morales cuenta el apoyo que el entonces embajador de España en Inglaterra, Santiago Mora-Figueroa y Williams, duque de Tamarón, prestó para vencer las resistencias burocráticas del personal del ducado de Wellington.
Felipe IV y el conde-duque de Olivares indican el nuevo destino del pintor. Hijo pródigo cuatro siglos después en una exposición que fue posible por la ayuda del Museo del Prado en el préstamo de obras en el extranjero. La revista de Iberia le dedicó un número monográfico, Renfe ofreció paquetes turísticos que incluían billete del AVE Madrid-Sevilla y entrada en la exposición. Sevilla se rindió a su pintor. “Velázquez, como Picasso, ve donde los demás sólo miraban”.
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