Desde mi córner

Cuidado con las recomendaciones

  • El caso de Isco es la más clara muestra de que los gustos del técnico son objetables

Resulta extraño que a alguien pueda extrañarle el papelón que el Sevilla y el malagueño Isco andan protagonizando. Si ya resultó raro el recibimiento, el adiós es tan lógico que lo raro es que a alguien le haya extrañado el rol recitado por el futbolista. Futbolista excelente que dejó la excelencia tiempo ha para convertirse en un ex futbolista sin apariencia alguna de futbolista en activo, lo natural es que la relación se rompa.

De siempre en fútbol se consideró arriesgado entregar las llaves del club a alguien que está de paso. En fútbol no hay ninguna figura más coyuntural que la del entrenador, por lo que el caso que nos ocupa nunca debió producirse. Al malagueño sólo lo avalaba el entrenador y ni siquiera la opinión de un entrenador con el crédito que tenía Lopetegui debió prevalecer por encima de la dirección deportiva. A no ser que la dirigencia estuviese de acuerdo con esa opinión.

Y fue apagarse la estrella del entrenador para iniciarse un ocaso que estaba anunciado desde las sesiones de trabajo en Valdebebas. Por eso cuando a principios de agosto Isco era recibido como si hubiese resucitado Juanito Arza, un halo de extrañeza empezó a extenderse por Nervión y aledaños. Cómo aquel tipo con aparente sobrepeso podía encandilar a una parroquia harta de festejar títulos y cómo esa acogida se extendía hasta hacerse ilógicamente mediática.

Y llegó aquel golazo al Copenhague que fue comparado con los más espectaculares de la historia sevillista. Quien hace un cesto hace un ciento, pero no está el malagueño para repetir hazañas como esa del escaparate Champions. Ya se había ido su valedor, su único valedor según se desprende de lo ocurrido posteriormente, por lo que hay que incidir en que los fichajes que aconseja el entrenador de turno han de ser consensuados y cuidado que vienen más recomendaciones.

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