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Sevilla-Alavés: Pasto para los inocentes

Agoumé, entre Nianzou y Soumaré en el entrenamiento de ayer.

Agoumé, entre Nianzou y Soumaré en el entrenamiento de ayer. / antonio pizarro

Si el fútbol dependiera de los fichajes, de tener cada semana una cara nueva, todo sería muy fácil, aunque también ruinoso. Suena a estrategia de directivo antiguo: fichajes como si fueran trozos de carne para amansar a las fieras, para que los que chillan se calmen. Y no, no es tan fácil. Lo que calman a las aficiones son las victorias, la única verdad del fútbol. Hoy el sevillista que va con su bufanda en el metro, en su coche, en su moto o en el autobús... llegará al Sánchez-Pizjuán pensando en que con Agoumé ya no tendrá que ver más a Joan Jordán y que esa especie de salvador que se piensa que va a ser Isaac Romero va a solucionar el problema del gol que no han podido arreglar los profesionales.

Y ojalá. Ojalá porque lo necesita el Sevilla, lo necesita la institución como tal por la deriva que describe su trayectoria en los gráficos económicos y lo necesita la situación deportiva. Sería muy peligroso que pasase una semana más sin sumar de tres en tres, aunque ya llevan los de Quique Sánchez Flores dos jornadas de cero patatero, que parece que ganarle al Racing de Ferrol lo tapa todo.

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La previa

El Sevilla tiene un partido difícil ante un buen rival y el Sevilla no está bien. Y no es cuestión de que llegue un futbolista de 21 años ni dos, ni tres... Mucho menos que un canterano se vaya a convertir de la noche a la mañana en una especie de mezcla entre Lewandowski y Griezmann. Necesitará un proceso el chaval, que tiene buena pinta pero entre otras cosas va a dar un salto de cuatro categorías de una tacada. Nada más y nada menos.

Y todo y con eso, tiene opciones hasta de ser titular con las sensaciones que sigue dejando Rafa Mir, claramente con la cabeza en otro sitio desde hace mucho tiempo. Y para nada es culpa del actual entrenador.

Quique necesita ganar su primer partido ante la afición para que ésta le compre el discurso entretenida como está con el vaivén de nombres, rumores y conjeturas de fichas arriba y fichas abajo cuando la realidad es que el club no tiene ahora mismo capacidad material para reforzar de verdad, y como debe hacerlo un club que aspiraba a inicios de campaña a pelear los puestos que dan acceso a la Champions League, la plantilla.

Se ha recuperado gente –positiva consecuencia de que el grupo ve por fin a un entrenador al frente–, pero aún hay mucha baja. En-Nesyri, Nyland, Acuña, Lamela, Lukébakio y ahora para tres meses Gudelj.

Pensar que esto lo va a sacar adelante un canterano –sería el tercero ya dentro del bloque– y un chaval de 21 años que lleva al menos cuatro de fracaso en fracaso es de ser muy inocente.

Pero es que no hay que olvidar que la última comparecencia del equipo en este mismo escenario acabó como casi siempre últimamente: con la grada abroncando y señalando al palco. La afición pedía fichajes y subir a Isaac. Pues ya tiene lo segundo y una pincelada de lo primero. Pasto para los inocentes.

El entrenador, curtido en corrales con gallos de todo tipo de cresta y variedad de ponedoras, lo ve desde otro prisma. Mientras el ruido sigue fuera, se preocupa por lo que tiene que preocuparse: la situación mental del grupo, recuperar y volver a meter en él a los descarrilados y tratar de elevar el compromiso general a través del compromiso individual. Y, claro, lo hará mejor a través de las victorias y con mimbres para ir a por ellas. Sin eso es imposible. Al menos ubicar a cada cual en un rol y que no vayan rotando por culpa de las bajas porque al final eso va generando dudas.

Queda una vuelta por jugarse y el Sevilla sólo suma 16 puntos. El dato es terrible y seguro que es lo que le quita el sueño a quien tiene que elegir a los futbolistas cada domingo y entrenarlos de lunes a sábado. Lo demás, incluidas las historias que nos montamos los periodistas, es totalmente mentira. El fútbol es el que nunca se equivoca.

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