Partido que se esperaba grande, como corresponde a un Sevilla-Atleti, y que no sólo confirmó el presagio, sino que le añadió el plus morboso de hacerles el trabajo sucio a los dos grandes. Hemos entrado en la hora de la verdad, en el tramo definitivo donde se decide la Liga y eso ha de agradecerle la propia Liga al Sevilla. Su triunfo, tan merecido como ilegalmente logrado, ha llevado el campeonato a un grado que parecía difícil.

Un gran Sevilla desde Bono a Ocampos, pasando por ese núcleo duro que forma Fernando con los centrales, y dos estiletes en Navas y Acuña, el equipo de Lopetegui debió resolver antes de beneficiarse de la enésima tarugada de árbitro y VAR al alimón. Desde antes de empezar a sudar pudo suceder si Ocampos ya no fuera infalible en los once metros. Pero pasemos de la anécdota de un partido a la realidad de una Liga que se ha puesto para deleite del espectador.

Para deleite, claro, de cuantos la vemos sin importarnos quién será el beneficiado. Y cuando estamos en el tramo decisivo, el Sevilla se ha convertido en juez, que no parte, de un espectáculo que se estima fantástico. Un espectáculo de esos que sólo el fútbol proporciona, con miles y miles de personas sin vivir en sí mismas. Y me imagino cómo esa infantería colchonera que ve cómo su tropa dilapida lo conseguido a través de meses de esfuerzo se toca la ropa poniéndose en lo peor.

Hermoso invento éste del todos contra todos. Ahora, los tres que encabezan ya son aspirantes a un título que sólo parecía del Atlético de Madrid hasta que antier surgió el mejor Sevilla para que surja una nueva situación. Y el domingo, de nuevo el Atlético de Madrid en Sevilla para el arranque de lo que va a ser la etapa reina de la Liga. Siempre dijeron los que saben de esto que ahora es cuando la Liga se juega con fuego real y mucho de lo que va a pasar se le debe al Sevilla.