Sevilla -Real Sociedad | La crónica

Un Sevilla languideciente camina de empate en empate (0-0)

  • El cuadro sevillista no pasa del cero a cero contra la Real Sociedad en un partido en el que empezó cargado de delanteros y no llegó prácticamente a tirar entre los tres palos

  • Los visitantes tuvieron las ocasiones más claras, pero casi sin buscarlas

Martial se enreda con el balón en una acción de la primera mitad con Rafinha.

Martial se enreda con el balón en una acción de la primera mitad con Rafinha. / Antonio Pizarro

Nuevo empate para el Sevilla, con la novedad de que esta vez fue al calor del Ramón Sánchez-Pizjuán, y es complicado descifrar si los seguidores de la causa blanquirroja radicada en el sevillano barrio de Nervión tienen motivos para estar contentos o insatisfechos con el resultado final. Los suyos, si se escrutan las ocasiones de gol de ambas escuadras, salvaron un punto, pero es verdad que intentaron percutir contra Álex Remiro hasta el final, aunque era más el deseo que la realidad.

Lo cierto es que en el acta se consignaba un cero a cero y, por tanto, eso equivale a un punto. Lo que, lógicamente, no existirá en el relato objetivo de los datos acontecidos durante los 95 minutos que se litigaron, fue la sensación que transmite la escuadra de Julen Lopetegui a día 20 de marzo de 2022. Curioso, a pesar de seguir como segundo clasificado, aunque cada vez con sus perseguidores a menos distancia, el adjetivo que mejor puede definir al estado actual de la escuadra sevillista es lánguido.

La primera acepción del diccionario de la lengua española de la RAE define a ese adjetivo como “flaco, débil, fatigado”. Justo lo que transmite en estos momentos un equipo que no se maneja con la solvencia de antaño y al que se le está haciendo muy largo este arranque de 2022. El Sevilla no tiene absolutamente nada que ver con el equipo que arrancara la Liga y que sumaba puntos con tremenda facilidad. Ahora, se queda en los empates, uno detrás de otro, y algunas veces lo hace, incluso, con el convencimiento de que hasta fue un mal menor. Como ésta contra la Real Sociedad.

Dicen que el Sevilla tiene una infinidad de bajas, algo que se debe creer desde el mismo momento en el que el secretismo al respecto de la política de la entidad no vale para corroborarlo, salvo en los casos de Suso y de Lamela, que tuvieron que pasar por el quirófano y tampoco era cuestión de ocultar esa evidencia. Del resto sí se supo que Diego Carlos jugó el derbi contra el Betis con una rotura, lo que no fue una buena política en absoluto, dado que desde entonces está varado para debilidad de ese triángulo central que tanto bien le hacía a su equipo en el aspecto defensivo.

Tampoco Fernando se sabe qué tiene. Dijeron, no desde el club, que fue a Oporto a pedir una segunda opinión médica y que cabía la posibilidad de pasar por el quirófano, no lo hizo, decidió continuar, fue incluso a Londres y no estuvo entre los que se vistieron de futbolistas. Contra la Real Sociedad tampoco. De Rekik se conoció su lesión porque sucedió en pleno partido contra el Dinamo de Zagreb y desde entonces hasta ahora… Con Acuña pasó que se rompió en menos de diez minutos en Vallecas cuando ya estaba tocado. Y en el calentamiento de este partido incluso le tocó a Bono.

En fin, demasiadas circunstancias que entran en una nebulosa por el secretismo y que lo cierto y verdad es que han conducido a esta fase tan languideciente por parte de un Sevilla que transmite una tristeza en su fútbol que lo puede conducir a llevarse un tiempo entero sin disparar entre los tres palos de la portería de cualquier rival, contra la Real Sociedad, que es el partido que se está desmenuzando.

Los sevillistas no llegaron a chutar ni una sola vez con destino a los tres palos de la meta que defendía Álex Remiro. Sólo un aparente, pero inocuo, intento lejano de Martial que se fue arriba y un intento del propio delantero francés tras un robo de Óliver Torres en el que se le enredó el balón entre las piernas. Ése fue todo el balance en el haber de los sevillistas durante la primera mitad a pesar de que Lopetegui había puesto en liza a un equipo teóricamente ofensivo que contaba casi con cuatro delanteros, aunque uno de ellos, Munir, se llevara todo el tiempo que estuvo en el césped persiguiendo a Zubimendi, como ya hiciera, con acierto, con Rice en la ida de la eliminatoria de la Liga Europa.

A Lopetegui, con toda lógica, debió gustarle lo que sucedió aquel día y buscó repetirlo con Zubimendi, pero esta vez el Sevilla también perdía cosas en ese intercambio de piezas. Para empezar, se quedaba sin el control del centro del campo que suele ser habitual, al menos eso sí, y todo se tradujo finalmente en la nulidad en lo referente a las llegadas a la portería rival. Sí pudo marcar Sorloth en un balón rebotado, pero lo impidió, paradójicamente, Portu con Dmitrovic batido.

El entrenador sevillista iba a deshacer el planteamiento en el descanso, introdujo a Joan Jordán en el eje para tratar de darle más profundidad a los suyos a través de un cambio teóricamente defensivo, pero que no lo era. El Sevilla salió con más mordiente, incluso se aproximó a la portería donostiarra. Pero la realidad es que tampoco lo hizo con peligro verdadero y quien sí sufrió cinco sustos consecutivos fue Dmitrovic. Primero tiró de reflejos para impedir que Augustinsson lo batiera, después rezó a todos sus santos ortodoxos después de un remate de Portu al poste en el que Augustinsson volvía a tener el dedo metido en la nariz, y más tarde llegó una buena parada a David Silva y otro cabezazo del canario, pese a su corta estatura, al travesaño por fuera. Por último, Guridi tiró con mucho a favor y no acertó.

El Sevilla se había salvado y después percutiría en varias ocasiones por la derecha a través de Jesús Navas, en su antigua posición de extremo, dejando que Montiel llegara con muchas ventajas. Pero el argentino no aprovechó ninguna de ellas y todo fueron uys cuando tal vez debió sacar más rédito. Tablas, cero a cero, y esa sensación languideciente de un Sevilla que tiene ahora ese parón para recuperar algunos futbolistas, de esos hombres que se supone que están lesionados, aunque nadie se atreva a asegurarlo entre tanto secretismo por parte de quienes mandan en la entidad.

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