Granada-Sevilla | La crónica

Un Sevilla tan tozudo como Julen Lopetegui

  • El equipo sevillista, cada vez menos competitivo en su fútbol de hueco toque, sufre su primera derrota ante un Granada que impuso su ardor para ganar por fin

  • Rochina hizo el único gol con la ayuda de Bono

Bono yerra al desplazarse al lado contrario poco antes y encaja el gol de Rochina.

Bono yerra al desplazarse al lado contrario poco antes y encaja el gol de Rochina. / Europa Press

Los resultados volaban por encima del juego sevillista esta temporada, pero se veía venir que la primera derrota, que seguramente no cayó el miércoles en Wolsburgo por ese penalti a Lamela llovido del VAR, iba a llegar más pronto que tarde por la peligrosa deriva del equipo. Y a la siguiente ocasión, ante un equipo con la luz de alarma encendida, con la afición de uñas con su entrenador y que no había ganado aún, el Sevilla se dio el primer gran trompazo de la campaña. Fue por un lejano zurdazo de Rochina en el minuto 25 que sorprendió a Bono, quien no siempre lleva capa.

El aviso en Alemania le entró a Lopetegui por un oído y le salió por el otro. El competente preparador vasco anda hoy preso de sus nervios, se empecina en llevar la razón en luchas personales que pierde en cuanto rueda el balón y, encima, las rectificaciones sobre la marcha no le funcionan como antes.

Tras una primera parte desastrosa, plagada de toques huecos, de fútbol estéril a pie y mil disputas perdidas en los balones divididos ante un rival mucho más intenso, agresivo incluso, y vertical, la entrada de Jesús Navas por Montiel, de Munir por Suso y del Papu Gómez por Joan Jordán tras el descanso le dio más centros al área, más remates más por el desgaste del Granada que por la propia claridad sevillista. Pero no bastó.

En los últimos 20 minutos, el asedio del Sevilla ante un rival que pagó demasiado pronto su generosísimo esfuerzo pudo salvar al menos el empate, pero Munir se topó con Maximiamo en un tiro con poco ángulo, a Koundé se le marchó desviado por poco un testarazo en un saque de esquina, Ocampos y Munir no llegaron a rematar en la boca de gol un centro posterior del francés, Maximiamo repelió un tiro del Papu desde el borde del área y Rafa Mir no acertó a cazar un centro desde la línea de fondo de Óscar Rodríguez.

Enumerando estas ocasiones parece que el Sevilla fue superior a un Granada que apenas se acercó en la segunda parte. Pero nada más lejos de la realidad. El equipo de Robert Moreno, como ya encontró un tesoro con su primer remate, ese chutazo de Rochina tras un despeje en semifallo de Diego Carlos, se dedicó ya a replegar sus líneas y buscar la salida de Antonio Puertas –relevo de Montoro en el intermedio– y Rochina en apoyo del rápido y bullidor Luis Suárez. No le hizo falta llegar más al Granada.

A Julen Lopetegui le va a venir de perlas el segundo parón de la temporada para serenarse y reflexionar sobre la deriva que está adquiriendo su equipo. Premió a Suso con otra titularidad tras su pésimo partido en Wolfsburgo. Y esta vez, además, lo ubicó de salida en la banda izquierda, con lo que al ser zurdo cerrado, ya no pudo disimular su absoluta falta de ritmo con sus característicos giros de espaldas a la portería para buscar el interior y su pase o el tiro.

Llegar al balón antes que el rival es primordial en el fútbol, claro que sí, y en la primera parte, los granadinistas lo hicieron con mucha más frecuencia que los vestidos de negro. Primero, por el hambre que expresaron en cada acción. No resulta ya tan extraño que el Sevilla se deje ganar la batalla psicológica ante enemigos que saltan a la hierba mucho más necesitados y en posición más delicada. Es echar el cuero a rodar y, con una desesperante impasividad, empieza el artificioso e inocuo baile que ordena Lopetegui de juego al pie. Los riesgos los asume el equipo en la salida desde atrás, más que donde debe: cerca del área contraria.

Robert Moreno se sumó a la extensa lista de entrenadores que mandan a los suyos a apretar a los sevillistas muy arriba para forzar un error cerca de Bono. Montiel, que jugaba su primer partido de titular a domicilio, acusó la enorme presión ambiental y se arrugó en las primeras ocasiones que Rochina fue a presionar. Tampoco Koundé o Diego Carlos transmitieron seguridad en ese primer pase. Joan Jordán no lo arreglaba cuando bajaba y se ofrecía a hacer de pantalla de espaldas.

Las primeras pérdidas en el inicio de las jugadas inyectaron de confianza al equipo nazarí, enardecido por los suyos y también por la percepción de que el Sevilla se movía con una acusada incomodidad.

Hasta el descanso, apenas pisó el área de Maximiano el Sevilla. Sólo en una jugada de estrategia: falta de Jordán al segundo palo, prolonga Koundé al corazón del área y Diego Carlos mete más coronilla que frente en su testarazo, que se va alto (29’).

Esta vez, al menos, Lopetegui corrigió pronto su desafinado once inicial. Navas atacó más que Montiel, que no mejor por sus centros tan llovidos, el Papu también dio un paso más que Jordán, aunque insuficiente. Y Munir remató más que Suso –incluso mucho más que un Rafa Mir que ni de lejos desatasca lo que En-Nesyri–, pero no culminó. Demasiados peros. Hasta Óscar desacreditó la extravagancia de su entrenador, otra más, de darle entrada por Lamela cuando el argentino, por la derecha, con Navas, se estaba animando.

El ardor lo puso el Sevilla sólo para mal y cuando había que ser más frío, en los últimos minutos: cayó en la trampa del Granada y Diego Carlos vio la segunda amarilla en el 91 por repeler una tarascada de Luis Suárez. El Sevilla es tozudo en su juego de toque hueco y parsimonioso. Tan tozudo como su entrenador, al que le va a venir como el aceite a las espinacas este periodo de reflexión que se le abre.

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