Apártenle la pistola de la sien
La afición, convencida de su papel de rescate para evitar la autodestrucción; Lo primero es meter el hombro para amarrar la salvación y después, volver al activismo
Caparrós: "Estoy sufriendo porque no he sido el revulsivo que el sevillismo esperaba"

Hoy mejor que mañana. Ya, antes de que sea tarde... El Sevilla necesita una actuación rápida y certera de rescate. Cuando el suicidio es una posibilidad, no hay ni que dudarlo y ahora mismo la entidad tiene puesta la pistola en la sien y parece empeñada en apretar el gatillo.
En un estado de histeria colectiva en el que en nada ayuda el entrenador –el encargado de transmitir tranquilidad es una figura que en sus buenos tiempos vivió de instalar con cierto arte la locura pero que ahora está sobrepasada por los acontecimientos–, la sociedad anda en una situación límite que tiene preocupada hasta a las autoridades por la posibilidad de generar un altercado serio de orden público.
Y es que el sevillismo acude a la cita en el Sánchez-Pizjuán ante la UD Las Palmas en una mezcla de sentimientos recorriéndole el cuerpo. Con el corazón encogido por lo bien que se le ven las orejas al lobo del descenso, con muchas ganas de formarla contra el palco, pero también con la disposición de animar como nunca a su equipo en un trance con cariz histórico en el que necesita que le echen una mano.

Y sobre todo que la pistola apunte para otro lado y no a la sien de una entidad a la que, con la deuda que ya acumula 300 millones de euros y la carga crediticia que soporta, un descenso podría considerarse incluso mucho más que la ruina.
Los fundamentos de derecho, utilizando el simil de una sentencia judicial, dan miedo. El Sevilla no gana ante su gente desde el 14 de diciembre –cinco meses menos un día– ha sumado 2 puntos de los últimos 24 posibles y acaba de recibir dos goles ante un Celta con diez en un segundo tiempo de vergüenza en Vigo. Seguimos: presidente, vicepresidente y director deportivo casi no pueden salir de su casa, dicen que hay consejeros que se están planteado no acudir al partido y, encima, es martes y 13... que para un entrenador supersticioso a más no poder como Caparrós debe ser algo así como mentarle la bicha.
Si el Sevilla gana y el Leganés pierde en Villarreal, la permanencia será matemática
La fuerza debe partir, por tanto, de la grada. Es un partido en el que juega el sevillismo, porque el futbolista, con la cantidad de jóvenes que hay en el equipo, estará como un flan. No se sorprendan si el utrerano mete a otro cantereno nuevo, esta vez dejando a García Pascual de lado y apostando por Mateo Mejía. Muy de Caparrós.
El sevillismo puede salir del partido respirando de una vez por todas –el Sevilla estará salvado matemáticamente si gana y el Leganés pierde en Villarreal– o queriendo hacer que los dirigentes tengan que dormir en el estadio. Porque la tensión es máxima. Todo generado por una cascada de decisiones cada cual más alejada de lo que es un proyecto serio de gestión de un club de fútbol en dos años de ir siempre a favor de la corriente que marcan los caprichos pendulares de la afición. Comparando con 2023, el Sevilla tiene un entrenador que es una versión cascada y añeja del que ganó la séptima Europa League después de salvar al equipo de otro descenso y que ahora va a jugar la Champions con el Olympiakos.
Pero bueno, vamos a dejar el pasado y hagamos que el futuro no sea el peor posible. Para ello sólo queda arropar a los que vistan de blanco, que los jugadores no se vean solos y que les tiemblen las piernas un poquito menos que a Colusso, paradigma de un Sevilla que parecía enterrado pero al que cada vez más se está pareciendo el actual.
Cuando la pesadilla haya pasado la afición podrá volver a ese activismo que se ha convertido en su filosofía de vida, pero hoy lo que prima es hacer todo lo que esté en su mano para quitarle la pistola de la sien a quien parece convencido de autodestruirse. Es una misión de rescate y otro pensamiento no entra en juego.
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