La crónica del Sevilla - Celta

El corazón del Sevilla continúa latiendo muy fuerte (2-2)

  • El Sevilla se queda con el escaso botín de un punto, pero demuestra que está aún muy vivo para ser capaz de igualarle un 0-2 al Celta

  • Los goles del Papu Gómez y Óliver Torres rescatan un empate cuando todo parecía perdido para los blancos

  • Así hemos contado el partido.

Óliver Torres remata casi con la puntera para marcar el gol del empate a dos.

Óliver Torres remata casi con la puntera para marcar el gol del empate a dos. / Antonio Pizarro

Dato objetivo, el Sevilla acaba la semana liguera con sólo dos puntos sumados de seis que estaban en juego, un botín muy escaso para los objetivos con los que han llegado a soñar tanto la organización SFC como todo el sevillismo. Salto a lo subjetivo, el cuadro blanquirrojo prácticamente resucitó con los goles de Papu Gómez y Óliver Torres en la portería del Celta, porque la sensación era, por muy exagerado que parezca, casi funeraria en las cabezas de todos los que profesan la fe balompédica radicada en el barrio de Nervión. El cero a dos era una pesada losa que parecía enterrar todas las ilusiones.

Pero no, este equipo tiene un corazón que sería elogiado por los mejores cardiólogos de la ciudad, es capaz de sobreponerse a cualquier golpe que pueda padecer en un terreno de juego y lo hizo con hombría, con deseo, con ganas, supliendo las múltiples carencias que lo golpeaban con algo que es fundamental en el deporte, no rendirse, seguir siempre hacia adelante y no pensar nunca en el abismo, sino en gozar del instante mágico de poder darle la vuelta.

La remontada no se consumó, cierto es, porque todo se liquidó con las tablas, es decir, un puntito para cada uno. Poca cosa, sobre todo cuando Óliver Torres rozó la posibilidad de provocar el éxtasis total en el minuto 81 cuando cabeceó muy cerca de la portería de Dituro picado hacia donde el guardameta argentino era imposible que llegara. Pero el balón se estrelló en el poste y se esfumó ahí la posibilidad de que la explosión de júbilo hubiera sido aún mayor en esos poco más de 30.000 sevillistas que se habían personado en las gradas del Ramón Sánchez-Pizjuán para animar a los suyos.

Y a partir de ahí qué. Ya está dicho con anterioridad, el botín no ha podido ser más escuálido, el Sevilla ha sumado sólo nueve puntos de los últimos 15 que ha disputado. No ha perdido, es verdad, pero sólo derrotó al Cádiz y al Getafe desde que el año se cerrara con las tablas contra el Barcelona en el partido aplazado en el Ramón Sánchez-Pizjuán. Además, por qué obviarlo, también cayó en la Copa del Rey contra el Betis en ese duelo siempre cargado de rivalidad.

Esos números no son suficientes para aspirar de verdad a eso que estaba en la cabeza, aunque sea algo aún onírico a falta de tantos puntos en juego, tanto de la organización como de la mayoría de sus más fieles seguidores. Pero hay que entrar también en los aspectos que sirve para justificar tanto a Julen Lopetegui como a sus futbolistas, no tanto a quienes deben encargarse de la planificación. Porque el Sevilla, por una razón o por otra sólo disponía de 14 futbolistas profesionales en esta cita frente al Celta.

Más o menos como en la de hace escasos días contra el Valencia y también ante el Betis, pero es que hay motivos que son sobrevenidos, pero también otros que se saben desde hace una infinidad de tiempo. Porque este cronista de los hechos acaecidos en el Sevilla-Celta ni siquiera sabe cuándo fue programada la Copa de África en estas fechas y allí están tres futbolistas pagados por el Sevilla en la concentración de la selección de Marruecos. Como también se sabía que el Covid era un elemento presente en este campeonato y una última cuestión objetiva, han salido, de momento, dos futbolistas de la plantilla y sólo ha ingresado uno, aunque seguro que llegará alguno más.

En fin, múltiples aspectos que tampoco conviene obviar del todo, fundamentalmente para darle aún más valor a quien esta vez dirigía a su equipo en la soledad de su domicilio por su afectación por el Covid. Y aun así, el Sevilla fue capaz de pegar un grito de rebeldía para sobreponerse, para derramar hasta la última gota de sudor para que los suyos, al menos, se fueran del estadio con el pecho henchido por el orgullo.

Fue un Sevilla con las escasas variaciones que se puede permitir de un partido a otro debido a la carencia de profesionales para combinarlos. Lopetegui, o Pablo Sanz, que para el caso lo mismo da que da lo mismo, sólo había podido recuperar a Dmitrovic y las otras novedades respecto al equipo inicial en Valencia eran las entradas de Joan Jordán y Tecatito Corona en los sitios de Óliver Torres y Papu Gómez. Sólo dos futbolistas de campo de diez que componen el equipo, demasiado poco para refrescar.

El Sevilla, sin embargo, arrancaba con un tono agradable en su fútbol. Ni siquiera se descomponía por el primer susto, antes de que se cumpliera el primer minuto, cuando Iago Aspas le ganó las espadas a Acuña y éste no contaba con la ayuda de Rekik, el central zurdo. Pero los anfitriones comenzaron a dejar muy buenas acciones, sobre todo en los balones que pasaban por los pies de un Tecatito Corona que volvía a dejar muchos destellos de clase.

El mexicano tuvo la primera clara tras una brillante acción particular y su remate de puntera se fue a las manos de Dituro y después le llegaría el turno a un triple remate de Ocampos, Acuña y del propio Tecatito. La más clara fue para el lateral, pero su remate, nada preciso, pudo ser repelido por Araujo entre los tres palos. Ruina, en un plis plas se pasó del posible 1-0 al 0-1 en un mal balón para atrás también de Acuña pésimamente cerrado por Rekik. Cervi, al contrario que su compatriota del Sevilla, sí aprovechó el rechazo del guardameta para golpear.

Tardó poco el Celta en pegar otro golpe duro. Iago Aspas aprovechó su clase para castigar la locura en la que se había convertido el Sevilla y las sensaciones no podían ser peores en el intermedio. Lopetegui optó por un triple cambio y todo parecía igual de negro pese al arranque. Mucha gaseosa y poca fuerza de fondo. Los locales eran visiblemente un quiero y no puedo hasta que Coudet los sacó del marasmo con un triple cambio que buscaba proteger a los tarjeteados y lo que consiguió fue descomponer al Celta.

Papu Gómez se inventó un disparo desde fuera del área para abrir la espita de la fe y muy poco después Óliver Torres aprovechaba otro centro del menudo argentino para volver a meter la puntera. Esta vez el balón sí se alojó dentro de la portería del Celta y el Sevilla tenía un cuarto de hora para soñar con la remontada total, también para haber salido muy golpeado si no sabía controlar sus emociones.

Ni una cosa ni la otra, el cabezazo de Óliver Torres se fue al poste, el Celta apenas inquietó ya y Gudelj se creyó Maradona para desaprovechar una última falta peligrosa. El Sevilla se quedaba con un punto, dato objetivo insisto, pero evidenciaba que su corazón late a muchas pulsaciones por minuto cuando debe pelear por cosas que parecen ya imposibles. Poco queda para el 31 de enero y hay tiempo para mejorar la plantilla, también para recuperar futbolistas para esta pelea. Ganas hay, sin ninguna duda, ahora toca volver a tener jugadores para desarrollar el fútbol...

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