Sevilla FC-RCD Mallorca

Una fiesta sin alegría

Tecatito, En-Nesyri, Koundé, Joan Jordán, Suso y Papu Gómez, algo cabizbajos en un entrenamiento.

Tecatito, En-Nesyri, Koundé, Joan Jordán, Suso y Papu Gómez, algo cabizbajos en un entrenamiento. / jose angel garcia

Una fiesta sin alegría. O quién sabe, puede que el Sevilla de Julen Lopetegui se reconcilie hoy con su afición, le ofrezca un espectáculo convincente y ésta se quede satisfecha, no sólo con la tercera clasificación consecutiva para la Champions, sino con el juego de su equipo. La victoria del Betis ayer en Mestalla abortó la posibilidad de que ya hoy entren los jugadores al estadio con el objetivo cumplido. Falta un paso, que no debe dejar de darlo hoy el equipo del guipuzcoano para evitar que la bola siga creciendo. Ganar al Mallorca y ya está. Entonces sí, empezar a pensar en el futuro. Pero la atmósfera generada no es la más positiva y quizá haya culpa por parte y parte.

Existe en esta ciudad el defecto –o la virtud, quién sabe– de querer siempre adelantarse a los tiempos marcados. El propio Sevilla de Lopetegui lo hace, clasificado matemáticamente para la Champions la temporada pasada jornadas antes de la conclusión y camino de hacerlo también en ésta que está siendo un verdadero suplicio para el entrenador guipuzcoano por situaciones extrañas que se han rodeado. Y tan pronto llegan las calores por la dársena del río empiezan a circular las quinielas para la campaña siguiente.

La Previa La Previa

La Previa / Departamento Infografía

El nivel de rendimiento se ha resentido en la segunda vuelta, el propio técnico y los jugadores son los primeros que lo saben y lo han reconocido públicamente, pero el Sevilla ha sumado unos puntos a lo largo del curso que no se los puede restar nadie y que le dan (otros los quisieran) para estar donde quería a principios de temporada y donde el club puso el listón del objetivo deportivo a los profesionales.

El grupo debe acabar lo mejor que pueda un año que ha sido extrañamente duro. Durísimo por cosas que han pasado y que no suelen pasar en el fútbol. O al menos todas juntas. Como la fruición con que Damocles ha estado dando con su espada en el plano de las lesiones o la despiadada omnipresencia del Covid, que no paró de elegir caprichosamente presas en el vestuario, sin miramientos y sin descanso. Hasta ahora parece que Ocampos ha acabado en sus garras, aunque el club, fiel a su política de oscurantismo, hace mutis por el foro.

Año de Copa de África con tres marroquíes en la plantilla, jugadores que se rompen tobillos y hombros en los entrenamientos y una fatiga muscular, posiblemente fruto de un año en el que no hubo el descanso suficiente en verano, que ha tenido que convivir con los sobreesfuerzos de tres competiciones exigentes.

Sin duda, la enumeración de excusas puede ser amplia, pero la pregunta es... ¿para excusar qué? El Sevilla va a afrontar esta antepenúltima jornada en la tercera posición de la Liga española y por lo único que tendría que pedir perdón es por no haber desplegado en esta segunda vuelta un fútbol vistoso como el que sí proponía cuando estaban jugadores como Suso o Lamela competía en su momento más dulce antes de pasar por el quirófano. Hizo soñar a su gente durante muchas jornadas siendo el único que le aguantó al tirón al Real Madrid y se cayó en el momento justo. Es cierto. Como también lo es que esa desconfianza que la afición y el entorno han tenido sobre el equipo ha generado una ansiedad perniciosa entre los jugadores, que probablemente han salido muchos días al campo sin alegría, sin disfrute y presionados, como en la imagen del entrenamiento que encabeza esta previa.

El sevillismo ha tenido que sufrir partidos malos y nadie en la dirigencia del club, que se apresuró a renovar al técnico en enero, ha sido capaz de evitar que la bola del debate creciera y creciera conforme rodaba con el paso de las jornadas hasta encontrar lo que tenemos ahora, una situación algo viciada que no es el mejor ambiente para un equipo que busca el triunfo que le permita celebrar cosas.

Quien comparezca hoy en el Sánchez-Pizjuán debe dar lo mismo para el Sevilla. Es el Mallorca como si es el Baracaldo, pero los baleares, con un técnico guerrero como Aguirre, se quieren agarrar al último clavo para la salvación. El telón aún no se ha echado y lo que todos quieren es una fiesta en la que no falte la alegría.

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