Sevilla FC

El plan de rescate incluye no quitarse el corsé (0-2)

  • Quique mantiene la calma para aprovechar los guiños del destino en el momento idóneo y ayuda a sumar tres puntos trascendentales para la permanencia

  • El acierto de En-Nesyri, clave en un Sevilla que no se descompuso pese a jugar con uno más

  • Así jugaron los futbolistas del Sevilla 

Sergio Ramos celebra con Lukébakio el 0-2.

Sergio Ramos celebra con Lukébakio el 0-2. / Quique Curbelo

El Sevilla tiene casi cumplido el plan de rescate, utilizando las palabras que escogía Quique Sánchez Flores en la previa, y puede pensar con algo más de perspectiva el futuro que quieren construir sus dirigentes tras dejar la línea roja del descenso a 9 puntos. No puede decirse que el equipo esté ya salvado, pero sí es una diferencia considerable teniendo en cuenta los partidos que quedan, siete, hasta que se pueda cerrar definitivamente una temporada para olvidar y que entrará en la historia negra de este club que ya camina hacia los 140 años de vida.

No estaba –ni está todavía– el Sevilla para imbecilidades sobre si el fútbol que practica es tal o cual, si gusta más o si gusta menos, si el entrenador es más o bonito o más feo... El plan de rescate requería hacer un diagnóstico, ver las armas que había dentro y poner un poco de orden para echar los fantasmas y cerrar las ventanas. Quique lo hizo, tuvo claro que había que construir un equipo –que hay que recordar que no había equipo– desde la solidez y desde la defensa y empezar a ganar puntos con las carreras de Isaac y En-Nesyri. ¿Un Sevilla defensivo? Sí, ¿y qué? Es lo que toca y la realidad, y no los pajaritos volando, debe ser la que examine el trabajo del entrenador madrileño, que en Las Palmas dio una lección de mantener la calma y echar el balón al suelo, algo que no sobra en la entidad en muchos de sus estamentos, para empezar en el que manda.

El objetivo en dos salidas

El Sevilla puede decirse que casi ha amarrado la permanencia en dos salidas, en Getafe y en la capital del archipiélago, en las que lo ha tenido claro. Hacerse fuerte atrás y por el centro y aprovechar la primera que caiga. Ése era el camino y no otro. Ése era el guión del plan de rescate que se le encomendó a Quique y por ahí, que no se olvide, se va a salvar el Sevilla.

Los nervionenses se llevaron por segunda jornada consecutiva el gato al agua por mantener la calma y no volverse locos. Amagaron dos veces en dos nublados a pleno sol de Isaac Romero, pero a la tercera dio en la diana con el testarazo de En-Nesyri al borde del descanso, una acción que le daba la razón a su entrenador en su decisión de esperar y no irse a lo loco a por el partido como pensaba gran parte del sevillismo tras la temprana expulsión de Coco. El madrileño templó, mantuvo la mente fría y pensó que había tiempo por delante para descomponer el bloque.

Y también mantuvo esa idea en la segunda mitad, cuando el rival se fue yendo arriba cada vez más a la desesperada. Lo mejor para que se diera lo que se acabó dando, la contra perfecta para asestar el golpe definitivo, firmado por Lukébakio en una extraordinaria acción que empezó él y que él culminó en asociación con En-Nesyri y un Agoumé que vio claro cuándo lanzarse al ataque.

Porque en fútbol hay que estudiar y saber escoger los momentos. Se le puso muy pronto el choque a favor al Sevilla. A los tres minutos, nada menos, cuando Las Palmas se quedó con uno menos. Pero mientras el pensamiento generalizado era que el partido pedía descolgar a Ocampos, meter un hombre más arriba, Quique también tuvo siempre presente que con la temperatura que iba cayendo sobre las cabezas de los futbolistas a un horario que, si ya es indecente qué decir en Canarias y en abril, la manzana iba a caer por su propio peso.

Una expulsión, clave en el minuto 3

No desarmó el bloque cuando Muñiz Ruiz mandó a la caseta al central local tras ver la carrera de Gudelj enfilando la portería de Escandell y tampoco cayó en la trampa de García Pimienta. No fue el Sevilla a presionar la salida de los amarillos, sino que, con una simple presencia activa, sin que el toque estilo Barça eliminara a ninguna pieza en esa primera línea de presión, el equipo esperaba juntito en línea de tres cuartos. Y esas dos decisiones, no presionar a lo loco y no soltar a Ocampos o a Pedrosa manteniendo los cinco atrás cuando el rival estaba con diez, iban a acabar siendo claves para los intereses sevillistas.

Muñiz Ruiz enseña la roja a Coco. Muñiz Ruiz enseña la roja a Coco.

Muñiz Ruiz enseña la roja a Coco. / Europa Press

Quique quiso desde el principio que los suyos fueran fieles a su filosofía y nada alteró su plan. Equipo junto, fuerte por dentro y con explosión en las transiciones y así fue como le hizo daño a Las Palmas. Isaac tuvo la primera en un despeje de Nyland que, con la precisión del noruego en su golpeo, fue una asistencia de lujo. El lebrijano encaró a Escandell con todo para él, pero presentó una finalización errónea. Con el pie muy abierto y con el interior de su zurda, desaprovechó la ocasión lanzando fuera y desviado. Repetiría la jugada en otra acción casi calcada, esta vez en un robo made in Lebrija y un demarraje que lo puso otra vez en el punto de partida: solo ante Escandell. Y volvió a hacerlo, pie abierto y remate fuera.

Ya por entonces estaban desesperados en el bando local. De uñas con el equipo arbitral por la interpretación de la jugada de Gudelj y Coco, un salto de Sergio Ramos sobre Kirian en el área en el que no señaló nada terminó de exasperar a la grada, que veía cómo los amarillos se perdían sin poder meter el diente a un equipo que nunca se soltó el corsé. Moleiro maniobraba y maniobraba sin que el Sevilla dejara ni un espacio libre, convirtiendo a Sandro en una isla rodeada de mucha agua. Los tres centrales que vestían de rojo, los dos carrileros y los tres pivotes metidos también en faena.

En-Nesyri mete la broca

El que metió la broca fue En-Nesyri. En su primera aparición enchufó un testarazo de los suyos tras un centro muy bueno de Gudelj. Quedaba poco para el descanso y bajo el sol que picaba ya a eso de las tres de la tarde, las dos en la isla, Quique se iba dando palmetazos en la espalda a los suyos mientras les comía la oreja para que no se desconcetraran como en Almería.

En la segunda parte quedaba otra dosis de flema. Estaba cantado que Las Palmas iba a apretar, pero no lo hizo más de lo esperado en el guión. Sandro lanzó un par de misiles que no tocaron el casco del bote y el Sevilla fue esperando su momento. Lo tuvo En-Nesyri, pero por el pelo de una gamba le pitaron fuera de juego y lo hizo al final Lukébakio, en un balón ganado por él mismo y lanzado como mandan los cánones de lo que debe ser un contraataque.

El sevillismo respira, Quique puede pasear orgulloso por la Feria por el deber (casi) cumplido.

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