¿Es cierto que no se puede doblar un papel más de siete veces? La verdad detrás del mito
Más allá del mito: la sorprendente historia de doblar un papel doce veces
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Durante décadas se ha repetido en colegios, programas de televisión y conversaciones informales una afirmación tan simple como intrigante: nadie puede doblar un papel más de siete veces. El reto parecía un juego inocente, pero escondía un trasfondo matemático y físico que ayudó a convertirlo en uno de los mitos científicos más extendidos del último siglo. La historia, sin embargo, demuestra que la realidad es mucho más compleja.
El límite de los siete pliegues
Al tomar un folio corriente y comenzar a doblarlo, la resistencia aumenta con cada intento. El motivo es que el grosor del papel se duplica en cada pliegue, mientras que el área disponible para volver a doblar se reduce a la mitad. En la práctica, tras seis o siete intentos, el papel se vuelve demasiado pequeño y grueso para manipularlo con las manos.
Un simple cálculo ayuda a entender la dificultad. Un folio de oficina suele tener un grosor de apenas 0,1 milímetros. Tras siete pliegues, la hoja tendría ya más de un centímetro de espesor, lo que convierte en casi inviable seguir doblando. Este crecimiento exponencial del grosor explica por qué la mayoría de las personas nunca logran superar el límite mítico en condiciones normales.
La estudiante que cambió la historia
En 2002, la estudiante estadounidense Britney Gallivan decidió poner a prueba el mito. Con apenas 16 años, tomó un larguísimo rollo de papel higiénico y aplicó una estrategia que consistía en doblar siempre en la misma dirección, en lugar de alternar los pliegues. El resultado fue asombroso: logró alcanzar los doce pliegues, algo que hasta entonces se creía físicamente imposible.
Su experimento no se limitó al récord. Gallivan formuló una ecuación matemática que permite calcular la longitud mínima de papel necesaria para alcanzar un determinado número de pliegues. Esta fórmula se convirtió en un ejemplo práctico de cómo un problema aparentemente trivial podía derivar en un estudio serio de física aplicada y matemáticas. A partir de su hallazgo, el mito de los siete pliegues quedó desmontado.
Experimentos posteriores y récords
El caso de Gallivan inspiró a muchos otros. Años más tarde, el programa de televisión MythBusters intentó replicar la hazaña utilizando una enorme hoja de papel del tamaño de un campo de fútbol. Gracias a la maquinaria adecuada y a la superficie gigantesca, lograron llegar a once pliegues, demostrando una vez más que el límite tradicional de siete era solo un mito condicionado por el tamaño y el tipo de papel utilizado.
Hoy en día, el récord reconocido sigue siendo el de los doce pliegues de Gallivan. Ningún intento posterior lo ha superado oficialmente, aunque sí se han realizado aproximaciones con medios industriales. Lo interesante es que la anécdota ha quedado como un recordatorio de que la ciencia tiene la capacidad de desmentir creencias populares que parecen inamovibles.
Retos matemáticos para comprender el mito
Más allá de la curiosidad histórica, el mito del papel es una oportunidad para explorar el poder del crecimiento exponencial. Aquí van algunos problemas que invitan a reflexionar:
Problema 1. Un folio de 0,1 mm de grosor se dobla 8 veces. ¿Cuál será el grosor final?
(Pista: recuerda que en cada pliegue se multiplica por 2.)
Problema 2. Supongamos que un papel de 0,1 mm se pudiera doblar 50 veces. ¿Qué grosor alcanzaría? ¿Sería comparable al tamaño de la Tierra?
(Este es un cálculo famoso que sorprende incluso a los expertos.)
Problema 3. Britney Gallivan logró 12 pliegues con un rollo de papel de 1,2 km. ¿Cuál sería, aproximadamente, la longitud mínima de papel necesaria para llegar a 13 pliegues, usando la misma técnica?
Problema 4. Imagina que cada pliegue representa el “salto” de un viajero en el espacio, duplicando la distancia recorrida. Si en el primer pliegue avanza 1 metro, ¿cuánta distancia cubriría en 10 pliegues? ¿Y en 20?
Estos ejercicios muestran cómo algo tan cotidiano como doblar un folio conduce directamente a conceptos de matemáticas avanzadas y a una reflexión sobre la rapidez con la que crecen las magnitudes exponenciales.
La fuerza de los mitos cotidianos
El mito del papel no es un caso aislado. La historia está llena de afirmaciones que, pese a ser incorrectas, se repiten generación tras generación hasta que alguien decide ponerlas a prueba.
Uno de los ejemplos más conocidos es la creencia de que solo utilizamos el diez por ciento del cerebro. La neurociencia ha demostrado sobradamente que el cerebro trabaja en su totalidad, aunque diferentes áreas se activen en distintos momentos. Sin embargo, la idea de un cerebro en gran parte “dormido” sigue viva en la cultura popular.
Otro mito recurrente es el de que la Gran Muralla China es la única construcción humana visible desde el espacio. En realidad, los astronautas han confirmado que muchas estructuras, incluidas autopistas y ciudades, pueden verse desde la órbita, mientras que la muralla no siempre resulta distinguible a simple vista.
Incluso hay creencias sobre lo cotidiano que resisten al tiempo. Se ha dicho durante años que los relámpagos nunca caen dos veces en el mismo lugar. La realidad es que pueden golpear repetidamente una misma zona, y de hecho, estructuras altas como el Empire State Building reciben descargas eléctricas docenas de veces al año.
La importancia de cuestionar lo evidente
El mito de los siete pliegues muestra cómo una afirmación aparentemente inocente puede arraigarse con fuerza en el imaginario colectivo. La explicación es sencilla: tiene un punto de verdad, porque con un folio corriente resulta prácticamente imposible ir más allá del séptimo intento. Pero al mismo tiempo, esa dificultad no significa que sea un límite absoluto, como demostró Gallivan con ingenio y paciencia.
Del mismo modo, muchos mitos perduran porque resultan intuitivos, fáciles de transmitir y atractivos en una conversación. Sin embargo, cuando se contrastan con la evidencia científica, la mayoría se desmorona. Cuestionarlos no solo sirve para aclarar dudas, sino que también fomenta una forma de pensar más crítica y curiosa.
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