ENTREVISTA EN EL MUSEO DE BELLAS ARTES DE SEVILLA

Pablo Aguado: "El arte en la tauromaquia debe ser fugaz, un visto y no visto que cree expectativas"

El  matador de toros Pablo Aguado en una de las salas dedicadas a los maestros del barroco.

El matador de toros Pablo Aguado en una de las salas dedicadas a los maestros del barroco. / JUAN CARLOS MUÑOZ

El torero Pablo Aguado Lucena (Sevilla, 1991) detiene su recorrido en seco frente a la monumental pintura de José Villegas titulada La muerte del maestro, inspirada en la cogida mortal que sufrió Bocanegra en la plaza de Sevilla en 1880. El fotógrafo duda si retratar a Aguado junto al cuadro, una de las joyas del Museo de Bellas Artes. A fin de cuentas, plasma una escena de enorme dramatismo donde los miembros de una cuadrilla lloran y honran al matador caído en el ruedo. Es sábado y el joven torero sevillano hará el paseíllo en La Maestranza cinco días más tarde. "Adelante. No soy supersticioso", responde Aguado, que se coloca frente al lienzo.

-¿Qué ha sentido al ver, en directo, 'La muerte del maestro' de Villegas?

-Me ha sobrecogido la fuerza que desprende, la luz, los brillos de los vestidos de torear, los rostros de los personajes. Me ha llamado mucho la atención. Todo el museo es una maravilla. Una joya de Sevilla.

-Muchos toreros no habrían aceptado posar delante de esta obra, y menos en sus circunstancias.

-Es la presencia de la muerte lo que engrandece al toreo. La tauromaquia es lo que es gracias a ella. Si no existiera la muerte, estaríamos hablando de un arte menor.

Pablo Aguado frente a la obra de Villegas titulada 'La muerte del maestro' Pablo Aguado frente a la obra de Villegas titulada 'La muerte del maestro'

Pablo Aguado frente a la obra de Villegas titulada 'La muerte del maestro' / JUAN CARLOS MUÑOZ

-Nos adentramos en una época en la que, al introducir unos parámetros en un ordenador, unas simples indicaciones, una máquina escribirá una novela de éxito, elaborará un cuadro o compondrá una canción. La Inteligencia Artificial amenaza a casi todas las artes. ¿Tiene sitio la tauromaquia en el mundo que se avecina?

-Se convertirá en un residuo de pureza y de realidad. Mientras todo lo demás avanza y se acomoda a las nuevas tecnologías, la tauromaquia se mantendrá al margen, con sus factores positivos y negativos, porque no existe ningún ordenador capaz de manejar a un toro bravo.

"No existe ningún ordenador capaz de manejar a un toro bravo"

-¿Qué inconvenientes encuentra en esa imposibilidad de la tauromaquia para adaptarse a los tiempos modernos?

-En todo lo referido al negocio, es decir, en todo lo ajeno a la relación íntima entre el torero y el toro. En esas cuestiones externas, los toros sí deberían ir de la mano de las nuevas tecnologías para la promoción y difusión del espectáculo. El negocio parejo a los toros sí tiene que avanzar y modernizarse para sobrevivir. Desgraciadamente, nos hemos acomodado al éxito. Gracias a Dios, este espectáculo siempre ha tenido interés y no nos ha hecho falta modernizarnos porque, hasta ahora, todo ha ido bien.

-¿Cómo gestiona sus perfiles en redes sociales?

-Cada vez me gustan menos las redes sociales. Las uso, principalmente, como un canal para difundir información sobre lo que hago, donde toreo… Pero, precisamente, por esa obligación actual de tener que adaptarnos a las nuevas tecnologías, no porque me llamen especialmente la atención.

-¿Se ha sumado ya al universo de TikTok?

-No. Ni quiero.

-Tengo entendido que un director y productor de cine catalán, Albert Serra, le está siguiendo a usted y a Andrés Roca Rey para rodar un documental.

-Creo que es algo muy necesario para la tauromaquia, con un alcance internacional, más allá del mundo taurino. Estos días, me grabarán en Sevilla. No es cómodo para un torero, en días tan importantes y en momentos tan íntimos, tener una cámara detrás. El objetivo de la película es plasmar los miedos y los sacrificios del torero para que el público sea capaz de valorarlo. Andrés y yo hacemos esto por la tauromaquia, no por nosotros porque, como le digo, no es agradable y ponemos en juego nuestra concentración. Pero tenemos el deber de prestarnos a ello.  

Pablo Aguado se detiene ante una vista de la catedral de Sevilla desde el Guadalquivir, de Nicolás Jiménez Alpériz. Pablo Aguado se detiene ante una vista de la catedral de Sevilla desde el Guadalquivir, de Nicolás Jiménez Alpériz.

Pablo Aguado se detiene ante una vista de la catedral de Sevilla desde el Guadalquivir, de Nicolás Jiménez Alpériz. / JUAN CARLOS MUÑOZ

Dos paseíllos en La Maestranza esta semana 

Aguado se adentra por las distintas salas del Museo de Bellas Artes de Sevilla. Son varias las obras que despiertan su curiosidad y asombro: Las cigarreras de Gonzalo Bilbao, Sevilla en fiestas de Gustavo Bacarisas, una vista de la catedral de Sevilla desde el Guadalquivir de Nicolás Jiménez Alpériz… Pide ver la planta baja, dedicada a los maestros del barroco. El torero no quiere marcharse del edificio.

-¿En España somos especialistas en no reconocer nuestros tesoros, nuestro patrimonio?

-Absolutamente. Imagino que este museo lo conocerá más gente de fuera que los propios sevillanos. Sobre esto reflexiono a menudo cuando paseo por el centro de Sevilla. Creo que sólo he subido una vez a La Giralda, cuando era niño. No he vuelto a hacerlo. Si estuviera en otra ciudad y hubiera una Giralda, me habría pegado chocazos por subir. Le damos poco valor a aquello que vemos a diario.

-En vuestro descargo, los toreros viajáis muchísimo, pero hacéis poco turismo porque, prácticamente, vuestros viajes se reducen a los desplazamientos entre el hotel y la plaza de toros.

-Las mañanas de corrida, siempre intento dar un paseo por la ciudad para conocer lo básico. Lógicamente, no soy capaz de profundizar en nada porque no tengo la mente para entrar en un museo, pero al menos me hago una vista general de cada ciudad.

Pablo Aguado con 'Las cigarreras', de Gonzalo Bilbao, como fondo. Pablo Aguado con 'Las cigarreras', de Gonzalo Bilbao, como fondo.

Pablo Aguado con 'Las cigarreras', de Gonzalo Bilbao, como fondo. / JUAN CARLOS MUÑOZ

-Al verle contemplar las obras religiosas de Murillo, Zurbarán y Valdés Leal, necesito preguntarle si la fe es importante para usted y qué cree que hay después de la muerte. 

-Hubo una época en que me interesó el tema del universo y su funcionamiento. Mientras más indagaba, me convencía de que existe algo más allá que se nos escapa a la razón humana, igual que un insecto, con su inteligencia, no puede entender por qué los humanos pintamos cuadros, por ponerle un ejemplo. ¿Qué? No lo sé, pero me agarro al cristianismo. Soy cristiano, quizás menos practicante de lo que debería porque cada vez huyo más de los actos públicos y las parafernalias. Creo que si Dios hablara, montaría en cólera por ciertos fanatismos religiosos que hay dentro del cristianismo y, en cambio, premiaría al que simplemente se esfuerza por ser buena persona, aunque no pise una misa.

"Soy cristiano, quizás menos practicante de lo que debería porque cada vez huyo más de los actos públicos y las parafernalias"

-Está a las puertas de hacer dos veces el paseíllo esta semana en La Maestranza: el jueves con Jandilla y el domingo con La Quinta. ¿Cómo se lo está tomando este año?

-Mucho más tranquilo que otros. También más seguro… no sé si eso será bueno o malo. Cuando acabe la feria se lo diré. Me encuentro bien delante del toro y eso me da una tranquilidad distinta y una forma de encarar la feria con más naturalidad.

-¿Siente que le debe algo a Sevilla después de su Puerta del Príncipe de 2019, cuando puso a La Maestranza en pie tras una tarde para la historia? ¿El público le exige, en cierto modo, otro acontecimiento similar?

-Después de aquella tarde, todos nos ilusionamos en repetirla cuanto antes mejor. Pero aprendes a darte cuenta de que es extremadamente difícil. Cuando llegue, llegó. Cuando el destino quiera. Aprendes también, y eso da mucha tranquilidad, a comprender que son situaciones extraordinarias que no se pueden buscar ni planear. Tienen que surgir. Pensar así te quita mucha presión y hace que encares las tardes sin una idea preconcebida. Por supuesto, cuando nos vemos anunciados, todos los toreros creemos que vamos a cortar tres orejas y vamos a salir por la Puerta del Príncipe. La corrida te ilusiona, este año va a ser… Eso es muy bonito, pero no real. ¿Cuántas Puertas del Príncipe se abren al año? ¿Cuántas orejas se cortan en Sevilla? Cortar una oreja en una plaza como La Maestranza o Las Ventas es casi un milagro. Lo normalizamos en exceso. Sobre esa dificultad uno se percata cuando vive tardes en las que no hay suerte.

-¿Puede que, tras aquella Puerta del Príncipe, lo que usted necesitara fuera tiempo para asimilar y digerir ese triunfo unánime?

-El tiempo siempre juega a favor de los toreros.

"El tiempo siempre juega a favor de los toreros"

-¿Juega también a favor de toreros como usted que haya desaparecido la principal plataforma televisiva que retransmitía toros en directo? Se lo comento por la sobreexposición que, a la postre, mermaba la sorpresa del aficionado que acudía a las plazas.

-Soy partidario de un punto de equilibrio, una opción que no queme el espectáculo. Como he comentado antes, entiendo que tenemos que ir de la mano de las nuevas tecnologías, aunque sea un poco, y la televisión hace accesible los festejos a personas que no pueden acudir a las plazas. Sin embargo, yo defiendo el toreo como un arte efímero. El toreo nace y muere en cada pase, y el arte, cuando se produce, muere con él. Por eso no soy partidario de ver repetidas las cosas pasadas, porque el arte en la tauromaquia debe morir, debe ser fugaz, un visto y no visto que cree expectativas por volverlo a sentir. Tan fugaz que no caben análisis técnicos y todo se reduce a los sentimientos percibidos. Todo lo que sientes ya es pasado y no vuelve, pero para ser eterno porque el toreo, gracias a que muere, vive para toda la vida.

-Según esto, usted piensa que la técnica va en contra del arte.

-Creo que sí. El arte debe ser libre y, muchas veces, en el toreo le ponemos límites a nuestro propio disfrute al estar condicionados por dogmas que dictan lo que está bien y lo que está mal. Nos condiciona cómo y dónde debemos colocar la muleta y nos olvidamos de comprobar si lo que sale después nos gusta o no. Por eso defiendo que, en las artes, cuanto menos se sepa, mejor. Yo no sé de pintura, pero veo La muerte del maestro y me impacta, sin necesidad de analizar los trazos o la técnica empleada.

Pablo Aguado entre las obras religiosas de Murillo, Zurbarán y Valdés Leal. Pablo Aguado entre las obras religiosas de Murillo, Zurbarán y Valdés Leal.

Pablo Aguado entre las obras religiosas de Murillo, Zurbarán y Valdés Leal. / JUAN CARLOS MUÑOZ

-Regresemos a lo terrenal. Usted es licenciado en Administración y Dirección de Empresas (ADE). ¿Sigue la actualidad económica?

-Como cualquier ciudadano más. No hace falta ser un experto para comprender la situación que atravesamos. El dinero vale menos, la inflación está muy alta y eso afecta directamente al poder adquisitivo de todos.

-¿Los toreros también notáis la crisis económica o es un sector que discurre por un cauce a parte? ¿Se os han rebajado los honorarios?

-No lo he notado. La inflación sí que influye en la subida de los costes. Todo es más caro. Por ello, la merma se nota en el resultado final más que en los ingresos.

"Cuando uno abre la Puerta del Príncipe, en lo que menos piensa es en la finca y en el dinero"

-¿Abrir una Puerta del Príncipe en Sevilla da para invertir, como sucedía antiguamente?

-Antes se compraban un par de fincas con una Puerta del Príncipe. La situación ha cambiado mucho hoy en día. Sin embargo, cuando uno abre la Puerta del Príncipe, en lo que menos piensa es en la finca y en el dinero. Va mucho más allá de lo material. Se trata de la grandeza interior que uno siente tras conseguirlo. Ningún torero sueña con abrir la Puerta del Príncipe para ganar más dinero. Eso es algo que viene después: es secundario. Yo soy torero porque es lo que necesito hacer para encontrarme en paz.

El torero se encamina entonces hacia una obra de Murillo. En ella, las santas Justa y Rufina, protectoras de Sevilla, sostienen La Giralda entre las manos. La suerte está echada.

Las santas Justa y Rufina, sostienen La Giralda entre las manos con Aguado como testigo. Las santas Justa y Rufina, sostienen La Giralda entre las manos con Aguado como testigo.

Las santas Justa y Rufina, sostienen La Giralda entre las manos con Aguado como testigo. / JUAN CARLOS MUÑOZ

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