Despedida de una dinastía

Balcón de Sol

Cayetano lidia a su útimo toro en Sevilla.
Cayetano lidia a su útimo toro en Sevilla. / Juan Carlos Vázquez
José garcía-carranza

11 de mayo 2025 - 00:08

ATARDECÍA cuando Cayetano, en el centro de ruedo, se despedía de la plaza de Sevilla entre la ovación cariñosa del público. Mientras emocionado recogía un puñado de albero me acordaba de su bisabuelo, el Niño de la Palma, de su abuelo Antonio Ordóñez, de Paquirri, su padre, y de sus tíos los Dominguines. Seguro que con orgullo lo estaban viendo desde el palco de la gloria. ¡Menudo palco! Estoy convencido de que hay apellidos, Rivera Ordóñez, con los que no puedes ser más que torero. De vocación tardía, valiente, con casta, puede estar orgulloso de su paso por el toreo. Ahora que lo deja, se podrá dedicar a otros menesteres, pero siempre será, ese no se pierde, lo más bonito que se puede ser en la vida, Matador de Toros.

Se llenó la plaza para ver a Roca y se encontró con David de Miranda, que abrió la Puerta del Príncipe tras una gran faena al sexto de la tarde, un gran toro que salvó el honor de la corrida de El Parralejo, por lo demás inválida, descastada y justa de presentación. Ya en su primero, David de Miranda cortó una oreja por una meritoria faena ante un flojo y descastado toro que nos enseñó a un torero valiente, dispuesto, técnico y con recursos que, merecidamente, fue premiada con una oreja. Lo mejor vino, no obstante, en el sexto de la tarde, un gran toro, el zambombo de una chica corrida, para que luego digan, con nobleza y ritmo en la muleta. Ya el toro enseñó sus virtudes en el primer tercio en un quite por verónicas y media larga con la que dejó al toro colocado para el caballo. Inició el matador la faena en la segunda raya con unos ceñidos estatuarios que remata con dos lentos ayudados por bajo que ponen a la plaza en pie. Continúa la faena, ya casi en los medios, enseña el matador al toro dándole distancia, el toro se viene solo y toma, con mucho ritmo, la muleta que le enseña David. Los muletazos, ligados, suaves, templados, se suceden sin solución de continuidad, en dos series con la derecha y una al natural. Intenta concluir cada serie con una arrucina echándose el toro encima, en las distancias cortas el toro protesta más. Coge de nuevo la derecha para torear en redondo, el toro mira hacia las tablas y parece, o al menos a mí me lo parece, que ya no quiere más pelea. No ha durado mucho el toro, pero qué calidad tenía. Se da cuenta el matador, que remata con unos preciosos ayudados por bajo para matar de una gran estocada, ejecutada con mucha pureza, quizás la estocada de la feria. La plaza entera pide las dos orejas que corta merecidamente.

Poco pudo hacer Roca Rey, en una corrida a contra estilo, ante su primero, un toro descastado y flojo. Su segundo, igualmente manso, fue reservón e incierto reponiendo mucho en la muleta, apretando cuando embestía. El cóndor intentó sin conseguirlo meterlo en el canasto en una faena pulcra sin ligazón, aguantando los derroches del toro. Ya con el toro parado, intentó el arrimón resultando los pases trastabillados. Fue una faena larga, escuchó el primer aviso antes de entrar a matar de un pinchazo y estocado, sin relieve, que no transmitió.

Acaba la corrida con un emocionado David de Miranda saliendo por la Puerta del Príncipe. Yo también me alegro de que un torero humilde, luchador, sea el triunfador de la feria con una sola corrida. La fiesta necesita de nuevos toreros. No puede estar anclado siempre en los mismos. Hay que abrir los carteles. El tren ha pasado, David, cógelo y no te bajes.

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