Pekín 2008 - La crónica de la jornada

Broche de plata dorada

  • España obliga a EEUU a emplearse a fondo en el más digno cierre de unos excepcionales Juegos · El meritorio bronce en balonmano deja la cosecha nacional en 18 medallas: 5 oros, 10 platas y 3 bronces

Se consumía el último minuto del partido de baloncesto más grande que ha jugado España en su historia, pero un chaval de 17 años no estaba precisamente satisfecho. Y eso que debutaba en unos Juegos y que tenía asegurada la plata. Y eso que había sido uno de los actores principales de esta bellísima película. Otro cualquiera, en su situación, hubiera dado por acabado el partido, hubiera buscado a Kobe para los pertinentes saludos y se hubiera relamido con el subcampeonato. Pero no. Ricky Rubio cometió una falta técnica. La falta de la impotencia. De los rebeldes con causa. Este talentazo del ba-lon-ces-to (Pepu también la ha ganado) le expresó a los árbitros y a todo el que lo quisiera ver que era un ganador de una pieza. Como todo nuestro equipo de baloncesto. El talante de Ricky resume lo que ha nacido y crece en el deporte español, un espíritu ganador que ha aplastado ese estigma fatídico que nos ha martirizado. Estados Unidos era mejor, pero no podía ganar porque sí. Esa imagen, la de Ricky, ilustra la participación española en Pekín.

Kobe, LeBron o Carmelo no desencajaron su rostro hasta los últimos dos minutos de partido. Es el gran premio para España, que obligó a emplearse a fondo al posiblemente mejor equipo de baloncesto de la historia tras el Dream Team de Barcelona.

Acabaron unos Juegos "verdaderamente excepcionales", como apuntó Jacques Rogge en la ceremonia de clausura. Y lo hicieron con el mejor broche posible, un partidazo que dignificó como nunca al deporte de la canasta. El regusto de esa plata dorada fue, miren por dónde, como el de la salsa de los rollitos de primavera, agridulce. Pero en frío será muy dulce. Junto con el oro de Rafa Nadal, la conquista de los chicos de Aíto deja muy satisfechos a los aficionados españoles. Y orgullosos.

Al final, la cosecha se queda en 18 medallas. Cinco oros, diez platas, tres bronces. Hace cuatro años, España subió al podio 19 veces, pero sólo en tres de ellas fue a lo más alto. Y en el global de las conquistas no hay medallas del peso específico de varias de las logradas en China. Es la segunda mejor actuación de la delegación española en la historia olímpica, sólo superada por las 22 medallas, 13 de ellas de oro, de Barcelona.

Las sensaciones son positivas. Efectivamente, el deporte español goza de muy buena salud. Pero en el ambiente queda que a poco que los deportistas hubieran cumplido en los dos deportes troncales de los Juegos, atletismo y natación, el récord de preseas de 1992 hubiera caído. Y esas sensaciones hubieran sido ya inmejorables.

La respuesta de los deportes de equipo en el arreón final de estos Juegos ha ayudado mucho a que el examen se haya aprobado. Plata los chicos en baloncesto, plata los chicos en hockey, plata las chicas en natación sincronizada y ayer, bronce en balonmano. Sólo los estadounidenses han tenido la presencia de los españoles -también quintos en waterpolo- en los deportes colectivos. Se refleja el buen trabajo de base, en los centros de formación de los chavales y de los técnicos.

El bronce siempre es más dulce que la plata en caliente, pero el de ayer en balonmano lo fue especialmente. El equipo nacional que dirige Pastor no llegaba esta vez entre los favoritos. Faltaban varios puntales de los último años, Uríos y Chema Rodríguez entre ellos, y de salida Francia, Croacia, Dinamarca y Alemania parecían en mejores condiciones de buscar los metales. La selección fue de menos a más, aprovechó el cruce ante los coreanos y ayer cuajó su mejor partido ante la campeona olímpica en Atenas, Croacia (35-29). Jamás recogió Barrufet el balón de la red con la satisfacción que lo hizo en la última jugada del partido. El gran portero se despide a sus 38 años con un segundo bronce olímpico. Se va uno de los símbolos de nuestro balonmano. Otro ocupará su lugar. Las bases están puestas.

El oro, como era de esperar, fue para Francia, que hizo sonar La Marsellesa por primera vez en el balonmano olímpico. Hoy está un escalón por encima de los demás y lo aprovechó ante los sorprendentes islandeses (28-23).

Antes de que acabaran la final de baloncesto y el partido por el bronce de balonmano, también falló la última baza española en atletismo, la de el maratón masculino. Chema Martínez corrió con soltura, hizo una carrera digna y acabó decimosexto en dos horas y 14 minutos. Pero por delante, los voraces africanos no dejaron ni las migajas. Un joven de 21 años, Samuel Wanjiru, se entretuvo en batir el récord olímpico al parar el crono en 2:06.32. Fue el primer oro para Kenia en la prueba más simbólica del atletismo y redondeó el insultante dominio africano en el fondo, antes encauzado con el doble oro de los etíopes Kenesisa Bekele y Tirunesh Dibaba en el 10.000 y el 5.000.

África ha dominado en las pruebas de fondo del atletismo, Jamaica lo ha hecho en la velocidad... y China no ha echado de menos sus previsibles dificultades en el rey de los deportes para cosechar medallas. Al margen del atletismo, su único lunar quizá haya estado en los deportes colectivos, donde en muchos casos participó por el hecho de ser anfitrión. Ahí le queda trabajo y está a distancia sideral de Estados Unidos, que ayer se colgó, junto al referido oro en básket, el de voleibol ante Brasil (3-1) y la plata en waterpolo ante Hungría (10-14).

Por lo demás, la pegada china ha sido descomunal. Tanto, que ayer cerró su espectacular actuación con dos nuevos oros en boxeo. Zou Shimming (minimosca) y Zhang Xiaoping (semipesado) subieron a lo más alto del podio y redondearon la cifra mágica para los anfitriones: 100 medallas, 10 menos que Estados Unidos, pero 51 oros, 15 más que los norteamericanos.

"La medalla de oro, cuando la mordemos, no sabe muy bien", llegó a decir el local Liang Huo cuando días atrás se proclamó campeón de saltos en plataforma de 10 metros junto a su compañero Zhang Xiaoping. Los chinos, siempre con su forma tan particular de ver las cosas, como se pudo comprobar otra vez en la maravillosa ceremonia de clausura.

La imagen del gigante asiático queda reforzada ante el mundo. También ayudaron los colosos Phelps y Bolt. El testigo viajó al Big Ben. Congratulations, Beijing...

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