Cultura

Brillantez clásica en un entorno romántico

10º Programa de abono de la temporada 2011-12. Solista: Isabelle van Keulen, violín. Director: Howard Griffiths. Programa: Concierto para violín y orquesta en mi menor Op.64 de Felix Mendelssohn-Bartholdy; Serenata nº1 en re mayor Op.11 de Johannes Brahms. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Jueves 23 de febrero. Aforo: Dos tercios de entrada.

La ROSS pasa por una fase algo convulsa de su existencia, que en materia artística se está reflejando en una alternancia de conciertos memorables con actuaciones por completo olvidables, lo cual parece depender en esencia de la personalidad del maestro que tome cada vez la batuta. En esta ocasión tocó uno de los buenos y los resultados fueron en consonancia con ese afortunado hecho. Howard Griffiths había trabajado ya en otras ocasiones con la formación sevillana, mostrándose como un músico especialmente dotado para la música del Clasicismo, así que su presencia fue ideal para un programa que aunaba a los más clásicos de entre todos los compositores románticos.

Tuvo también la suerte de encontrarse en la primera parte con la violinista holandesa Isabelle van Keulen, quien, armada con un espectacular Guarnerius del Gesù, deslumbró por la belleza, brillantez, potencia, precisión y profundidad de su sonido con esa obra verdaderamente magistral del repertorio que es el Concierto de Mendelssohn. Su lectura fue absolutamente canónica (académica incluso si se quiere), sin un solo alarde de exhibicionismo ni capricho, con tempi ajustados, equilibrio ejemplar en las dinámicas, afinación impecable y una articulación nítida, ágil, esclarecedora. Todo sonó en su arco con propiedad y un notable rigor rítmico, que flexibilizó con tierna elegancia en un Andante central exquisito, pero sin asomo de sentimentalismo barato. Griffiths acompañó en todo momento con delicadeza y estupendo equilibrio entre familias, controlando dinámicas y respirando con la solista de forma ideal.

En la segunda parte tocaba lidiar con Brahms, que tan perjudicado se está viendo en general en el ciclo que le dedica este curso la orquesta. La primera obra orquestal del hamburgués, esta Serenata aún juvenil y de resonancias profundamente clásicas, con sus dos scherzos y sus dos minuetos alternantes, fue una buena prueba para mostrar lo que un director con la ideas claras es capaz de conseguir del conjunto: perfecta organización de los planos sonoros y las texturas, transparencia, contrastes bien marcados, pero también equilibrados y con sentido (lo que dio, por ejemplo, por resultado un Adagio de bellísima serenidad), frescura y una ligereza de espíritu e ímpetu plenamente juveniles.

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