Una Alemania algo brumosa

La Barroca arrancó su temporada en el Teatro Alameda.
La Barroca arrancó su temporada en el Teatro Alameda.
Andrés Moreno Mengíbar

30 de septiembre 2013 - 05:00

Programa: 'Ouverture' VI en Sol menor para cuerdas y b.c., de Ph. H. Erlebach; 'Concerto grosso' op. 6, nº 11, en La mayor HWV 329 para cuerdas y b.c., de G. F. Haendel; 'Ouverture' en Fa mayor TWV 55 F3 para dos trompas, dos oboes, fagot, cuerdas y b.c., de G. Ph. Telemann. Concertino y director: Andoni Mercero. Lugar: Teatro Alameda. Fecha: Domingo, 29 de septiembre Aforo: Lleno

A la espera de lo que nos haya de deparar esta semana la presentaciópn de la temporada de conciertos de la Orquesta Barroca de Sevilla, nuestro conjunto orquestal más internacional abrió el curso con un programa de homogénea estética y raigambre, con música orquestal alemana del siglo XVIII. Alemana, sí, aunque con Francia (en las obras de Erlebach y Telemann) e Italia (en el caso de Haendel) en el retrovisor de las influencias y los modelos. Con el añadido interés de conocer la música poco conocida por estos pagos de Philipp Heinrich Erlebach, de una generación anterior a la de sus compañeros de programa.

La dirección del violinista Andoni Mercero estableció un fraseo con escaso énfasis en la acentuación, suavizando los ataques y huyendo de un más contundente staccato que le hubiese cuadrado más a la incisividad de la obertura y a esos aires de danza que le seguían y que, precisamente por tratarse de aires bailables, solicitan una mayor energía en los tiempos fuertes de los compases. El mejor momento estuvo en una Gavotte saltarina y el menos logrado en una La plainte lenta y plana.

Mercero estuvo, por el contrario, espléndido en sus pasajes a solo, secundado por un estupendo Leo Rossi y sostenido por el poderoso chelo de Mercedes Ruiz. Mercero demostró su maestría en la articulación y en la ornamentación, con pasajes de enorme calidad. En cambio, no consiguió cerrar apropiadamente el ampaste y el sonido del conjunto en la obra de Haendel, en la que se pudieron detectar bastantes desencuentros, más en materia de definición del sonido (de los violines en sus registros superiores en especial) que de conjunción en los ataques.

El clima mejoró bastante con el siempre brillante y lucido Telemann. Mira y Delgado lograron embridar a las siempre indómitas trompas naturales, cuya rudeza tímbrica fue muy matizada en todo momento. Los oboes de Díaz y Castro sonaron con enorme tersura y consiguieron que la OBS sonase con mayor tersura y calidad de sonido global que en el resto de esta noche germánica.

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