¿Cuánto nos cuesta tanta belleza?

Daniel Barenboim, junto a la soprano Iréne Theorin, dirigiendo anoche a la West-Eastern Divan en el Maestranza.
Daniel Barenboim, junto a la soprano Iréne Theorin, dirigiendo anoche a la West-Eastern Divan en el Maestranza.
Andrés Moreno Mengíbar

20 de enero 2014 - 05:00

Tristán e Isolda. Acto II en versión de concierto de la ópera 'Tristán e Isolda', de Richard Wagner. Orquesta del West-East Diván. Solistas: Iréne Theorin (Isolda), Andreas Schager (Tristán), Lioba Braun (Brangania), Falk Struckmann (Marke) y Graham Clark (Melot). Director: Daniel Barenboim. Fecha: Domingo, 19 de enero.. Lugar: Teatro de la Maestranza. Aforo: Lleno.

La celebración del décimo aniversario de la creacion de la Fundación Barenboim-Said ha servido para que este año la visita a Sevilla de la orquesta del Diván se produzca en unas fechas más apropiadas para la asistencia del público. El calor inmisericorde del agosto hispalense poco hace para se produzca la necesaria comunicación espiritual entre los músicos y el público, algo que anoche fue mucho más palpable en el ambiente del Maestranza, con menos ruidos e incorrecciones por parte de los asistentes que en ocasiones anteriores.

Claro que también la música escogida este año hace lo suyo para mantener suspendidos de un hilo de emoción a los oyentes. Pocos momentos más intensos y de belleza más arrebatadora hay en la Historia del Música que este segundo acto de Tristán e Isolda, una explosión de poesía amoroso acompañada de una música narcótica.

Barenboim es posiblemente el mejor director wagneriano de la actualidad y no cabía esperar de él nada más que una versión magistral. Sin necesidad de partitura, no dejó un sólo detalle sin señalar, ni una indicación sin dar a los músicos, buscando siempre la mayor expresividad de la articulación. Desde el preludio estableció un marco de tensión interna, subrayando las figuras inquietantes de la cuerda grave como prefiguraciones del trágico desenlace. La carga dramática se contrarrestó mediante la efusividad de las frases más emotivas, seguido en ello por unos espléndidos violines que anunciaban la efímera felicidad del encuentro amoroso. En el momento culminante del reconocimiento del uno en el otro por medio del amor, Barenboim desplegó una portentosa gradación dinámica, reteniendo con sabiduría dramática la culminación tonal y sonora. A sus órdenes, la WEDO sonó con infinita gama de matices y con absoluta exactitud en las respuestas. Sobresaliente sección de viento-madera, por cierto.

Iréne Theorin fue una Isolda entregada a la pasión. A pesar de que tuvo que luchar con una orquesta demasiado enérgica al principio, la voz ancha, de seductor centro y agudos poderosos se completó con una fraseo delicado, capaz de ataques en pianissimo como el emitido sobre la palabra und. Schager entró en escena como un huracán con un espectacular Isolde!; estuvo mejor en los momentos exaltados que en los delicados, donde la voz perdía color. Engolada y forzada en los graves, Braun fraseo sin embargo con gran atención a los acentos. Struckmann fue un Marke imponente, de voz impactante por su potencia y por su ductilidad. Bien el episódico Clark.

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