Stanley Clarke y su banda de los últimos tiempos (el pianista Beka Gochiashvili, el batería Michael Mitchell y el teclista Cameron Graves) llegan hoy al Teatro de la Maestranza para ofrecer, dentro del ciclo Grandes Intérpretes, una intensa sesión de virtuosismo -eso es seguro: de hecho en gran medida por eso es aclamado este bajista eléctrico nacido en Filadelfia en 1951- y un recordatorio de todos los motivos por los que la fama le precede: jazz de ejecución técnicamente irreprochable, y mezclado con códigos del rock, de la música clásica o el funk e incluso algún eco de parajes tropicales.

Un imaginario sonoro forjado en el aventurerismo y la famosa fusión de los 70, cuando tantos músicos que se iniciaron tocando jazz de acuerdo con los parámetros hasta entonces canónicos parecían comenzar a sentirse incompletos si no intentaban hacer su gran disco conceptual de jazz-rock. En este capítulo destacó especialmente, junto a otros proyectos como Mahavishnu Orchestra o Weather Report, Return To Forever, el grupo del que formó parte el mismo Stanley Clarke junto al pianista Chick Corea, el saxofonista y flautista Joe Farrell y el batería Airto Moreira (primera formación de una banda en la que entrarían y de la que saldrían luego muchos más integrantes).

Quien hoy aparecerá en el escenario del Maestranza es lo que suele conocerse como una leyenda viva. Uno de esos músicos cuya maestría se da tan por supuesta que a continuación se enumeran sus premios y reconocimientos. Clarke, en sus más de 40 años de carrera como figura del bajo eléctrico (y también acústico) y representante paradigmático de la corriente ultravirtuosa del jazz, los ha ganado todos: premios, reconocimientos, discos de platino, y hasta doctorados honoris causa y las llaves de su ciudad natal entregadas en acto oficial. Nada que demostrar, pues...

Todo eso lo logró, en parte, por el paso al frente que dio como intérprete una época en la que al bajo se le reservaban papeles más funcionales que protagonistas. Fue él uno de los que llevó las cuatro cuerdas al frente del escenario, literal y figuradamente. Cuando Clarke comenzó, el rol del bajista era mantener el tempo, rellenar el espectro sonoro y poco más. Y no le gustó: "Antes de llegar yo, casi todos estaban detrás en el escenario. Eran gente discreta que no parecía escribir música. Pero muchos de esos bajistas eran músicos importantes. Yo lo único que hice fue dar un paso al frente y crear mi propio grupo".