Cultura

Tormenta mozartiana de belleza

La Tempestad. Femás '15. Solista: Eric Hoeprich, clarinete di bassetto. La Tempestad. Directora: Silvia Márquez. Programa: Obertura de 'Don Giovanni' (arreglada por Joseph Küffner), Quinteto para clarinete y cuerda y Sinfonía nº41 'Júpiter' (arreglada por Antonio Clares y Silvia Márquez) de Wolfgang A. Mozart. Lugar: Sala Joaquín Turina. Fecha: Viernes 13 de marzo. Aforo: Dos tercios de entrada.

La presencia de un auténtico mito de la interpretación históricamente informada como Eric Hoeprich convertía en verdadero acontecimiento el concierto de La Tempestad dentro del Femás, por si los nombres del excelente conjunto dirigido por Silvia Márquez y el de Mozart no eran suficientes. Y las expectativas se cumplieron de sobra, pese a algún inconveniente, como el empleo de un instrumento de teclado sin duda muy acorde con la música del XVIII, pero al que le costó muchísimo hacerse oír.

En cualquier modo, la Júpiter lució esplendorosa en su arreglo camerístico, con un vigor en el fraseo, una fuerza en los acentos y una agilidad en la articulación que fueron compatibles con un fino equilibrio y una claridad que mostró su auténtica dimensión en el denso contrapunto del Final. La misma formación (flauta, quinteto de cuerda y fortepiano) había abierto el concierto con una obertura de Don Giovanni que arrancó leve y se hizo briosa, insinuante y hasta descarada.

Entre medias, inolvidable el Quinteto. Es obvio que las cuerdas de La Tempestad no pueden exhibir la perfección sonora de los grandes cuartetos estables, en especial en lo que hace a la igualdad en los ataques y los acentos o los detalles de fraseo y de articulación, pero comandados desde el primer violín por un apasionado y brillante Cibrán Sierra (segundo violín del prestigioso Cuarteto Quiroga) arropó admirablemente a Hoeprich. Con un clarinete di bassetto, el instrumento para el que Mozart concibió la obra, el músico de Baltimore deslumbró por su elegantísimo manejo del tempo, su sutil repertorio ornamental y su poder expresivo, más emotivo incluso en el glorioso Adagio del Concierto que sonó de propina.

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