Cultura

Falta canto, sobran las palabras

Programa: Obras de Puccini, Albéniz, Falvo, Cottrau, Tosti, Denza, Granados, Giordano, Glinka, Obradors, Falla, Boito, Shchedrín y Mascagni. Piano: Inessa Filistovich. Soprano: Fiorenza Cedolins. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Domingo, 15 de marzo. Aforo: Tres cuartos.

Para su aún joven edad, Cedolins muestra modales, gestos y estilo interpretativo de tiempos pasados, de los de antes de la Segunda Guerra Mundial. Su manera de entrar en escena, sus movimientos durante las interpretaciones, el juego de miradas, la interacción con el público, las bromas con la pianista ("tigresa siberiana" llamó varias veces a la bielorrusa), todo nos lleva al mundo perdido de las viejas divas que imponían su ley en escena y fuera de ella.

Tales modos pueden resultar simpáticos a cierto tipo de público, pero se corre el riesgo de que esa mise en scène se vuelva en contra del resultado verdaderamente musical del concierto, que es lo que pasó anoche en el Maestranza en muchos momentos. Además de sobrar los comentarios sobre todas y cada una de las piezas del programa (¡veinte!), la italiana desplegó todo su arsenal melodramático, para lo bueno y lo malo. Lo buenop es su intensa capacidad de expresión dramática, la fuerza que le imprime al fraseo y la atracción que ejerce sobre el oyente, como en la muy intensa Mamma morta, por ejemplo. Lo malo es que no sabe salir de ese tono hipertrágico en las canciones napolitanas, cantadas con énfasis excesivo y un punto cursi. Deplorable en este sentido lo que hizo con la canción de Obradors y de juzgado de guardia musical el destrozo perpretado sobre la Nana de Manuel de Falla.

Además de calante y con tendencia al grito en el agudo, la voz carece de definición en el canto apianado, le falta brillo y desafina. Un apreciable vibrato emborrona, además, una voz que posee un centro sedoso, pero poco más.

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