El mundo gira sin Miguel Hernández

José Luis Ferris, Jorge Urrutia y Juan Cobos Wilkins reflexionan sobre el perfil humano del poeta de Orihuela en la primera sesión del homenaje dedicado al autor en el centenario de su nacimiento

Juan Cobos Wilkins, Ignacio F. Garmendia, Jorge Urrutia y José Luis Ferris, en el acto.
Juan Cobos Wilkins, Ignacio F. Garmendia, Jorge Urrutia y José Luis Ferris, en el acto.
Francisco Camero / Sevilla

12 de mayo 2010 - 05:00

Durante tres jornadas, el ciclo El viento que no cesa, organizado por la Consejería de Cultura y la Fundación Lara, se acercará al perfil humano y a la evolución poética de Miguel Hernández (Orihuela, 1910 - Alicante, 1942) y al eco que todavía hoy nos llega de sus versos. La primera mesa redonda, con José Luis Ferris, Jorge Urrutia y Juan Cobos Wilkins, se dedicó al periplo biográfico de un autor que suele ser reducido con demasiada frecuencia, como recordó el moderador del acto y crítico de Diario de Sevilla, Ignacio F. Garmendia, a la rígida categoría de "poeta soldado" de la República.

Ganador de la última edición del Premio Málaga de Novela por El sueño de Whitman, Ferris se refirió precisamente a las sesgadas lecturas políticas que ha sufrido continuamente una obra recubierta por una "hojarasca de leyendas y tópicos". No en vano, recordó el también autor de Pasiones, cárcel y muerte de un poeta, una biografía divulgativa de Hernández, el alicantino, "ni santo ni lo contrario", fue "manipulado" por el franquismo y después también "instrumentalizado por las izquierdas en los años 70", proceso este último que alimentó esa imagen casi excluyente de "poeta revolucionario y beligerante", como si sólo hubiera escrito obras como Viento del pueblo, tan alejada de la "intimidad desvelada" de Cancionero y romancero de ausencias, apuntó por su parte Jorge Urrutia.

Para Ferris, "nunca antes" en la historia de la literatura se había dado "una coherencia tan absoluta entre vida y obra", y por ello "lo más destacado" para él de la poesía de Hernández es su maestría a la hora de "resolver la tan difícil fórmula de unir arte y compromiso". En esta dirección apuntó igualmente Cobos Wilkins, responsable de una emocionada exposición de motivos para admirar a Miguel Hernández. "Aunque suene a utopía romántica o ingenua", dijo, hoy en día, cuando el mundo se "despeña" por una montaña de intereses y oscuros "tantos por cientos", tenemos una "absoluta necesidad" de poetas como el autor de El rayo que no cesa. "La muerte, el esfuerzo, los desamores, las amistades retiradas, la generosidad absoluta, la entrega a los demás y la hondura de su poesía", concluyó, son un recordatorio de que "el mundo debería girar con ejemplos como el suyo".

Un tanto más académica que las precedentes, la intervención de Urrutia, catedrático de la Universidad Carlos III, crítico, ensayista, traductor y poeta, sirvió para renovar el asombro de los amantes de la poesía. Y es que una vida literaria "cortísima" -ocho años-, como la de Larra, fue suficiente para que su obra suponga "un resumen de la poesía española contemporánea". Del "realismo decimonónico" a los "movimientos de vanguardia", y de éstos al "neopopularismo", los versos de Hernández merecen estar en la historia de la literatura por su capacidad para "convertir la intimidad en palabras" y reflejar "la sensación del hombre vencido".

Antes de este homenaje, también en la Pérgola de la Plaza Nueva y ante numerosos devotos del Bardo inglés, Enrique Baltanás presentó la edición de la poesía completa de Shakespeare que ha traducido Antonio Rivero Taravillo para la Biblioteca de Literatura Universal y que ha visto la luz en colaboración con Almuzara.

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