La ciudad y los días

carlos / colón

Hubo un tiempo...

HUBO un tiempo en el que los ciudadanos también estaban indignados, hartos de políticos corruptos, desencantados de partidos que sólo buscaban su propio interés. Un tiempo en el que casi nadie parecía seguir creyendo en unas débiles democracias a las que despectivamente se les solía agregar "burguesas". Un tiempo en el que los gobiernos de esas democracias podridas eran títeres de intereses económicos internacionales, de la banca, de los financieros, de los mercados que en realidad mandaban sobre las naciones. Y surgieron quienes tenían soluciones mucho más justas, transparentes, igualitarias, jóvenes, idealistas que las viejas, corruptas, opacas y apolilladas democracias. Soluciones radicales. Tabla rasa.

En 1921 Mussolini era elegido diputado. En 1932 Hitler ganaba las elecciones. Mientras desde 1922 Stalin era Secretario General del Comité Central del Partido Comunista. Se acabó el viejo orden corrupto y esclerótico. Todo era progreso, orden, claridad. Fascista, comunista o nacionalsocialista. Distintos en ideas pero no en víctimas ni, sobre todo, en desprecio hacia las democracias capitalistas y burguesas. Llegaban, al parecer, la Justicia Absoluta, la Igualdad Absoluta y la Transparencia Absoluta. El arquitecto Terragni -ojo con la obsesión por la transparencia- edificó la Casa del Fascio como un cubo de cristal para hacer realidad la frase de Mussolini: "el fascismo es una casa de cristal" donde no debe existir "ninguna barrera, ningún obstáculo entre la jerarquía política y el pueblo".

Ahora, tantos años y tantos millones de muertos después, también parece que hay quien no puede tolerar más el dominio de los mercados sobre los gobiernos. Quien se siente asfixiado, engañado o estafado -y por ello no representado- por los partidos y los políticos. Quien no confía más en esta imperfecta y podrida democracia. Y, por supuesto, también quien tiene soluciones que aportar. Radicales. Puras. Transparentes. La democracia real, ya saben, que tantas veces se ha cargado a la existente. Mal asunto: la democracia es perfectible, naturalmente, pero no sustituible.

Y hay quien sabe explotar el hartazgo de los ciudadanos y los males acarreados por la crisis. Cuidado con ellos. Y con la demagogia de las redes sociales. Y con la Italia de Berlusconi y Grillo. "Seremos una fuerza extraordinaria: 110 dentro (del Parlamento) y muchos millones fuera", ha dicho Grillo. Hay razones para preocuparse.

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