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Crítica de Flamenco

El festejo de la alegría

parque de maría luisa

Guitarra y dirección: Rafael Riqueni. Guitarra: Fyty Carrillo. Violín: Bruno Axel, Alan Andrews. Viola: Gonzalo Castelló. Violonchelo: Gretchen Talbot. Saxo: Gautama del Campo. Piano: Chiki Cienfuegos. Contrabajo: Manuel Calleja. Percusión: Luis Amador. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Sábado 21 de noviembre. Aforo: Media entrada.

Parque de María Luisa es un espacio de paz. Y también de lucha, de pelea con el recuerdo que atormenta. Nos devuelve la serenidad para poder pararnos a contemplar el vuelo de un pájaro, el juego de las palomas, la calidez de la cerámica en la yema de los dedos, la música de las fuentes. El silencio. La nada. Un espacio de meditación. Y de recuerdo. Recuerdo del padre, de la madre. Infancia emocionada o en paz. Tiempo detenido. Todo eso ha atrapado Riqueni en su guitarra para nosotros en la obra que presentó anoche en el Teatro de la Maestranza. Su Parque de María Luisa es un relato autobiográfico. El padre es el suyo, como la infancia y la mirada. Y es también el nuestro, las nuestras. Es una obra enérgica pero también burlona, cómplice. Es pura luz y va ganando peso conforme la noche avanza. La guitarra cada vez más esencial. En el trémolo de Cogiendo rosas el público, desbordado de emoción, estalla en una ovación y piropea al tocaor. Le dice que sí. Que esa mirada, esa infancia, ese jardín, bullicioso, íntimo, es también el suyo. El jardín de nuestra infancia. Porque si en el Parque de María Luisa está toda Sevilla, como decía el tocaor hace unos días en estas páginas, también están todos los jardines, cerrados, abiertos, todas las infancias. La obra es romántica, impresionista, realista, cómica, sentimental, dramática... En la segunda parte nos ofreció algunos de sus temas clásicos. A guitarra sola, tarantas, rondeñas, soleá. Y con nuevos arreglos tangos, bulerías, fandangos, rumbas. Riqueni es el gran romántico, el gran melodista de la guitarra jonda.

En sus manos las frases musicales juegan, se citan, hacen una cinta, se escapan, para finalmente entregarse. Porque Riqueni es un guitarrista para todos. Huye de lo intelectual, pese a lo bien construidas que están sus composiciones. Y tampoco es un puro virtuoso, ni técnico ni rítmico. Riqueni pone todas las cartas sobre la mesa, huye del discurso críptico. Sabe que lo que nos forma una sonrisa en la boca, un nudo en la garganta, o nos rompe el corazón, como a él, es la melodía, y las ofrece a manos llenas. Riqueni consideraba el de anoche el concierto de su vida y así lo preparó, puliendo cada arreglo, cada falseta. Por eso todo salió a pedir de boca. Una inmensa alegría fue lo que nos regaló.

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