Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Arcángel

Un niño solo, a diferencia del hombre del poema de Goytisolo, ha despertado de la modorra a todo un país

Un Ángel sin su Arcángel. Hoy será la celebración más triste del día del Padre en la vida de Ángel Cruz. Y también en la de la madre Coraje con la que fabricó esa maravilla con sonrisa que se ha quedado en el subconsciente colectivo del país, descargándonos de menesteres absurdos, de broncas cortesanas, de quejas permanentes, de un onanismo intelectual de la clase política que parece haber prescindido de los espejos para no darse cuenta del ridículo permanente en el que meten los representantes a sus representados. El duelo por Gabriel se ha convertido en público, pero el dolor siempre será privado. La muerte del hijo ha sacado del anonimato, de la intrahistoria la vida de sus padres. La imagen de Gabriel ha ondeado en todas las ciudades, como la bandera cuando marcó el gol Iniesta. Le han dado la vuelta a Jorge Manrique para escribir las coplas a la muerte de su hijo. Ni el más atrevido guionista hubiera imaginado un final tan terrible. Con la portadora de la guadaña fingiendo dolor, abrazando al padre con sus manos asesinas, alardeando de pena ante las cámaras, con la camiseta del niño llevada como un trofeo de su alevosa acción. El mal viajó desde la República Dominicana, la tierra que más amó Colón, se leía en el malecón de Santa Domingo cuando llegamos a la capital del merengue en septiembre de 1988 con Miguel de la Cuadra Salcedo. El destino es caprichoso. El niño Gabriel es una sinécdoque de tantos niños que sufren. Su muerte fue una fatalidad, una rareza de la estadística de la crueldad, pero hay muchos Gabrieles en el mundo, como los niños de Siria, que nacen ya marcados con el infortunio en sus vidas. La sonrisa de Gabriel es también para la de esos niños que juegan entre escombros y aprenden a leer con la sirena de las ambulancias y el protocolo de los enterradores.

Gabriel ha tocado nuestros corazones, nos ha enseñado a mirar de otra manera a nuestros hijos. Un niño solo, a diferencia del hombre solo del poema de José Agustín Goytisolo, así tomado de uno en uno, no es como polvo en el camino, es mucho más que nada, Gabriel despertó una polvareda de solidaridad, un cataclismo de simpatías. Hoy es el día del Padre, huérfano del revés, que enterró a su hijo mientras le quitaba a su ropa las caricias de su asesina como en la peor pesadilla de Lovecraft.

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