Pedro Rodríguez Cantero

Después del temporal

La tribuna

10 de febrero 2010 - 01:00

LAS intensas lluvias caídas recientemente en la demarcación del Guadalquivir y sus múltiples efectos, lamentablemente no todos beneficiosos, han hecho noticiable la existencia y comportamiento de los pantanos y el aumento espectacular del agua embalsada. Aumento que eleva el volumen de reservas a 5.600 hectómetros cúbicos (más del 70% de la capacidad total de embalse) y asegura el abastecimiento y el riego para más de tres años.

Estos episodios de fuertes lluvias y llenado rápido de pantanos, cíclicos en la demarcación del Guadalquivir, hacen que, al menos una vez en cada década, la ciudadanía mire a los embalses y reconozca su papel esencial para el desarrollo y calidad de vida. Más aún en aquellos territorios en los que, como el andaluz, la sequía es consustancial al clima.

Pero quizás, al valorar su función de almacenadores de agua, dejemos de apreciar en su justa medida el efecto laminador de los caudales punta que los embalses realizan. Sin esta laminación, los caudales máximos registrados en el Guadalquivir durante el pasado temporal de lluvias, más de 2.000 metros cúbicospor segundo, se hubieran duplicado como poco, motivando desbordamientos, inundaciones y daños muy superiores a los registrados. Si el embalse del Jándula, por hacer referencia sólo a uno de los gestionados por la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, no hubiera frenado caudales de más de 1.000 metros cúbicos por segundo durante los días finales del año pasado, se habrían producido graves inundaciones en Andújar y Marmolejo. Y si no existiera el Arenoso y la Breña II, por citar dos embalses de reciente construcción, hubieran sido mayores las avenidas en la zona de Palma del Río.

Una vez más, el temporal de lluvias nos obliga a reflexionar sobre el papel y la necesidad de las infraestructuras hidráulicas, el estado de los cauces y, en general, sobre la gestión del dominio público hidráulico. ¿La no limpieza de los cauces es la principal causa de las inundaciones? ¿Están, por el contrario, motivadas por la interrupción e indebida ocupación de ellos y de las zonas declaradas inundables? ¿Se puede y debe construir más embalses en la demarcación del Guadalquivir?

Estos son algunos interrogantes que deben encontrar respuesta en los debates que se vienen celebrando en el proceso de elaboración del Plan Hidrológico, en los que han intervenido las administraciones, usuarios, agentes económicos y sociales y asociaciones conservacionistas y ciudadanas.

Así, en el Programa de Medidas del Plan Hidrológico se deberán recoger, entre otros, el desarrollo y elaboración de cartografía de riesgo, en aplicación de la directiva europea relativa a la gestión de inundaciones, y las actuaciones en infraestructuras para la prevención y defensa de éstas.

De igual manera, en la elaboración del Plan se plantea el debate sobre la necesidad o no de aumentar la regulación en el Guadalquivir y la consiguiente construcción de nuevos embalses. Al respecto, debiéramos huir de aquellas visiones parciales que atribuyen a las avenidas sólo efectos negativos y admitir que también reportan beneficios. Es verdad que pedir más pantanos con el argumento de que las últimas avenidas "han tirado al mar 1.800 hectómetros cúbicos", es desconocer el esencial papel de éstas en el arrastre de nutrientes y sólidos, imprescindible para el mantenimiento y mejora de los ecosistemas fluviales, de transición y costeros. También lo es que, en la demarcación del Guadalquivir, están construidos la práctica totalidad de los embalses viables técnica, económica y medioambientalmente, por lo que seguirá aportando hacia el mar el 50% de su caudal natural.

Verdades que no deben hacernos despreciar la posibilidad, argumentada y defendida por muchos, de que el Plan recoja la construcción de pequeñas presas que pudieran resolver problemas locales de abastecimiento en cabecera y/o de laminación de avenidas. La presa de Castillo de Montizón (Ciudad Real) en el río Guadalén o la de San Calixto en el Genil, con una función prioritaria de control de avenidas aguas arriba de la ciudad de Écija, son ejemplo de dicha posibilidad. Asimismo, la construcción de balsas, fuera del dominio público hidráulico, es una actuación, ya iniciada en la modernización de las zonas regables, con la que podría disponerse de unos 50 hectómetros cúbicos adicionales, procedentes de agua de escorrentía.

Todas estas reflexiones y otras muchas, motivadas o no por el pasado temporal de lluvias, tienen un foro adecuado para su debate y puesta en común en el proceso de participación pública abierto por la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir para la elaboración del Plan Hidrológico de la Demarcación del Guadalquivir. Participar en él es tarea de todos.

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