La tribuna

eduardo Moyano Estrada

Nuevas elecciones

ESTAMOS en los días finales, y el plazo marcado por nuestra Constitución se va agotando sin que se vean perspectivas de formación de Gobierno. Muchos se indignan ante la probabilidad de que se repitan las elecciones, cargando la responsabilidad sobre unos dirigentes incapaces de alcanzar acuerdos. Sin embargo, desde mi punto de vista, no creo que repetir las elecciones sea un fracaso. Demuestra que nuestro sistema democrático tiene mecanismos para garantizar la gobernabilidad y que una situación de bloqueo, como la que se produce ahora después de cuatro meses, no amenaza la estabilidad de la democracia española. Es preferible ir a unas nuevas elecciones que continuar con la apariencia de una negociación entre dirigentes políticos que han demostrado no tener ninguna confianza unos con otros y que, sólo por miedo, pueden llegar a un mal acuerdo un minuto antes de que acabe el plazo.

No puede salir nada bueno de un pacto en el último momento entre PSOE y Podemos cuando sus dirigentes han demostrado el profundo poso de desconfianza que les separa, y eso a pesar de la convergencia existente entre sus respectivos programas de gobierno. Sería un Gobierno inestable y siempre con el riesgo de ruptura ante cualquier eventualidad de las muchas que suceden en el ámbito de la gestión política. No es lo mismo gobernar un ayuntamiento o una comunidad autónoma que asumir la responsabilidad del Gobierno central. Temas como el nuevo modelo territorial, el problema de los refugiados, las relaciones con el Eurogrupo o la lucha contra el terrorismo yihadista, sobre lo que se debe compartir información confidencial, exigen la formación de un Gobierno cohesionado sobre la base de la mutua confianza. Y no parece que ésta sea hoy la base de las relaciones entre el PSOE y Podemos.

Tampoco puede salir nada bueno de un acuerdo de última hora entre PSOE-PP-C's, que premie el inmovilismo de Rajoy esperando recibir los despojos de sus rivales. La gran coalición o algo parecido, si es que llega, debe esperar a que madure por la fuerza de las convicciones de los que participarían en ella, pero no puede estar basada en la resignación de los otros y ser fruto de la frustración.

Todos los partidos han tenido tiempo suficiente para mostrar ante la ciudadanía su capacidad o incapacidad de diálogo, su rigidez o flexibilidad, su inmovilismo o dinamismo. Algunos incluso se han sometido sin éxito a la votación de investidura a sabiendas de que era imposible lograr la mayoría necesaria. Otros hasta se distribuyeron con antelación carteras ministeriales en un alarde surrealista de vender el oso antes de cazarlo.

Si no han sido capaces de formar un Gobierno, es la hora de que los ciudadanos hablemos de nuevo en las urnas. Seremos ahora unos ciudadanos mejor informados que el 20-D, con más conocimiento sobre las virtudes y defectos de los diferentes partidos, y con mayor legitimidad para exigir que hagan público no sólo sus programas electorales, sino también que nos den algunas orientaciones sobre sus posibles políticas de pactos postelectorales (aun sabiendo que eso siempre depende de los resultados). Sea como fuere, seguro que serán unas elecciones más interesantes y útiles que las anteriores.

Habrá probablemente más abstención, y hasta es posible que los porcentajes de voto no varíen mucho, aunque puede que cambie la distribución de escaños como consecuencia de esa posible mayor abstención. Pero, sea como fuere, los resultados que arrojen las urnas tendrán un efecto diferente. Habrá partidos que, obteniendo un porcentaje similar de votos y escaños, tendrán más claro el papel a desempeñar en la nueva legislatura, y se convencerán de la inconveniencia de intentar repetir pactos que en esta fase no le han llevado a ningún sitio.

Otros habrá que, no obteniendo el crecimiento al que aspiraban, abandonen su estrategia maximalista para acomodarse a la realidad de los hechos y ser más proclives a desarrollar acuerdos de menor alcance, pero más viables. Por último, no faltarán los que, reforzados en las nuevas elecciones, salgan del inmovilismo que les ha caracterizado hasta ahora, ejerzan el liderazgo que no han ejercido en esta fase y ofrezcan alianzas creíbles y aceptables de Gobierno.

En definitiva, creo que, aún en el caso de que los resultados de las nuevas elecciones sean similares a los del 20-D, nada será igual. Puede que el cartel electoral sea el mismo que el de hace seis meses, pero no creo que lo sea el cartel poselectoral, ya que lo más probable es que sean diferentes los dirigentes políticos encargados de negociar la formación del nuevo Gobierno.

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