Parece una maldición cíclica

13 de noviembre 2017 - 02:31

Justamente, veintidós años. Era mediados de otoño del 95 y desde la ventanilla del avión se contemplaba una imagen dantesca. El Guadalquivir serpenteaba marrón aguas arriba como producto de la pertinaz sequía que estábamos padeciendo. A la vuelta de aquel viaje llovía frenéticamente para alivio de todos, pero aquella imagen de color marrón resultaba apocalíptica y al poco se supo que habían cogido alevines de langostino en la presa de Alcalá. Hasta ese primer obstáculo, la pleamar hacía que el río llevase agua y el océano invadía el cauce, pero desde ahí a su origen era una mancha de sucio color marrón. Veintidós años después, la cosa pinta igual y hasta parece que la lluvia encierra una dosis considerable de mala leche. Y es que cuando aparece lo hace con furia para llevar la ruina allá donde cae, como pasó días atrás en Jerez, Sanlúcar y los Puertos, qué cosa...

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