Un regalo por el que morir

Decir que llega llovido del cielo es injusto porque sería faltar a la verdad cuando este equipo ha superado en dos partidos al Atlético de Simeone, pero de inesperada sí se puede catalogar la oportunidad que le pasa por delante hoy a un Sevilla que sólo hace un mes y unos días decidía destituir a Eduardo Berizzo como entrenador y como director del proyecto por los malos resultados y las pésimas sensaciones futbolísticas que despedía.

Es un regalo que merece olvidar todo lo demás y hacer lo posible y lo imposible por cogerlo, un regalo que le ofrece el fútbol al sevillismo en medio de una temporada en la que su equipo está lejos de los objetivos marcados, como demuestra el hecho de haber tomado la decisión de destituir a un entrenador en mitad de una campaña, algo que no sucedía en esta entidad desde la marcha de Míchel en enero de 2013. Una oportunidad con la suficiente importancia como para perdonar actuaciones (el 5-1 de Eibar está aún muy fresco) que ya habrá tiempo de afearle al equipo de Montella y como para apoyar en vez de recordarle sus fallos a un guardameta que necesita tranquilidad y confianza como Sergio Rico.

Es la de hoy una semifinal para que la juegue el sevillismo, una afición que sabe y es consciente de la fuerza que tiene en este estadio, que por algo se ha llevado un año entero invicto, y que tiene que cumplir la función de empequeñecer al Leganés con sus cánticos y su apoyo a los de blanco.

El Sevilla, que hace dos años que no disfruta de este cosquilleo en el estómago, tiene en la mano poder meterse en una final de Copa sólo haciendo correctamente las cosas ante el equipo de Garitano. No necesita más. El 1-1 de Butarque no obliga a tener que salir a la desesperada. No permite dormirse, eso sí, pero ofrece al equipo que mejor puede tener el balón la capacidad de mandar en el partido sin tener que desbocarlo.

El que tendrá que desordenar el partido será un Leganés que se ha metido en la cabeza hacer historia y convertirse en el Alavés que la temporada pasada logró la machada de meterse en la final. El aval de haber ganado en el Santiago Bernabéu es muy fuerte, pero el Sevilla tiene infinitamente mejores jugadores y también puede decir que ha vencido en el Wanda Metropolitano, donde no lo ha hecho ningún equipo español hasta la fecha.

Además, la tropa de Montella llega, por una vez, fresca en su mayoría. El italiano dio descanso a seis hombres de su once de gala, aunque ello costase un caro peaje en Ipurua del que ya habrá tiempo de hablar, y Mercado, Banega, Franco Vázquez y Muriel, la columna vertebral casi entera, llega con las piernas sueltas, al igual que Jesús Navas y Correa, dos alas de lujo con el añadido de la espectacular recuperación del palaciego en funciones de lateral. Con el equipo anunciado por una vez por el napolitano -puede que para reforzar la postura de Sergio Rico frente a las dudas-, Lenglet, Escudero, N'Zonzi y Sarabia serán los que completen la nómina de los encargados de cerrar el sueño en algo tangible y palpable.

El sevillismo se quiere ver ya de nuevo en el Wanda pero en plena Feria de Abril, fecha de la final que puede terminar de hacer despegar a este grupo en la Liga (eso sería la segunda parte). Pero estar en ella exige un compromiso y el compromiso debe ser por parte de todos. Que el Sánchez-Pizjuán se vuelva mágico en noches así es responsabilidad de los mismos que el pasado sábado a las tres de la tarde sentían vergüenza de su equipo tras la humillación sufrida a manos del Eibar o los que tras el partido de ida clamaban contra Sergio Rico por no despejar y permitir que Siovas le hiciera falta en el área pequeña.

Todo eso pertenece al pasado. El presente es esta noche y el futuro es una final. Otra vez.