Lo dicen en El Palo: la vida aquí es amable

Condicionado por su naturaleza periférica y su propia 'leyenda negra', el barrio malagueño lucha por reafirmarse como enclave obrero y multicultural

Pintada a favor de los trabajadores de Limasa con motivo de la pasada huelga de basura en Málaga.
Pintada a favor de los trabajadores de Limasa con motivo de la pasada huelga de basura en Málaga.
P. Bujalance · V. R. Bayona Málaga

27 de marzo 2016 - 05:04

En unas jardineras junto al mercado dos hombres mantienen un mercadillo con libros de segunda mano, en el que también puede encontrarse una jaula y diversos útiles domésticos. Una mujer detiene su carrito de la compra y hojea unas novelas infantiles. A su espalda un joven subsahariano habla por el móvil apoyado a la entrada de una farmacia.

El Sábado Santo ha traído consigo un veranillo adelantado y abundan las prendas ligeras y las mangas cortas. Aquí, en esta promesa del estío, El Palo se reconoce a sí mismo. Este barrio de Málaga parece más barrio a su espalda: una gitana vende espárragos como para abastecer de tortillas a toda la Costa del Sol y el puesto de golosinas recibe a su acostumbrada clientela. En las fruterías se mezclan gentes de todos los orígenes: mujeres con hiyab, parejas con sonoro acento centroamericano, africanos altos y sonrientes y hasta algún turista japonés que llega hasta aquí haciendo fotos. Una pintada sobre un muro encalado que reza El Palo con Limasa recuerda la índole reivindicativa y socialmente activa vinculada tradicionalmente al barrio, poderoso caldo de cultivo para los votos de IU en la capital. Y más allá, los abuelos se reúnen a discutir de política, de cocina y de lo que haga falta sentados en los bancos cercanos al campo Nuevo San Ignacio, donde el recientemente apuñalamiento de Samuel Galán, jugador del filial del Alhaurín de la Torre, ha vuelto a llevar al enclave a una posición incómoda.

Pero esta no es la primera vez que El Palo lucha por sobreponerse a su propia leyenda negra, tal y como dejaron bien claro los vecinos, que tras el suceso salieron a manifestarse para reclamar más deporte y menos violencia.

El Palo debe su nombre al término latino palus, que podemos traducir como marisma. De hecho, como apunta un informe del Ministerio de Fomento de 2001, la morfología de las diversas fincas existentes antes de la Reconquista de 1487, dispersas en torno a numerosas lagunas, marcó a fuego el destino de la zona desde sus orígenes. Asentamiento fenicio primero y romano después antes de la dominación árabe, la extensión fue sufriendo una paulatina pero continua despoblación a lo largo de los siglos, hasta que en el XIX se instalaron familias procedentes de otras poblaciones afectadas por la sequía. La pesca y la agricultura se convirtieron en las principales actividades económicas, aunque la desconexión con el resto de la ciudad dificultó enormemente el desarrollo del área, un problema que el tranvía vino a solucionar en el siglo XX sólo de forma muy parcial.

La forja humilde se mantuvo en el barrio, no sin trances conflictivos. En las últimos décadas El Palo se ha convertido además en un nudo de amplia naturaleza multicultural y un ejemplo notable de integración, con numerosas organizaciones sociales y vecinales implicadas en la convivencia; la naturaleza periférica de la zona, sin embargo, obliga a hacer esfuerzos extra. Como los de los vecinos por ofrecer una imagen muy distinta a esa leyenda negra.

Es en este siglo cuando el lado más oscuro de la historia ha incorporado a sus agentes más sonoros. En 2000, Rafael Fernández Reyes, más conocido como El Cachulo, mató cuando aún era menor de edad a un hombre de 33 años con ocho cuchilladas. En 2009, después de una condena a ocho años en un centro para menores que no llegó a cumplir en su totalidad, el mismo Cachulo recibió un disparo de escopeta en el área paleña conocida como Las Cuevas, de las más peligrosas del barrio, que a punto estuvo de acabar con su vida. Dos hermanos de Fernández Reyes fueron condenados además a 121 años de cárcel por un doble crimen cometido en Pedregalejo en 1999 a cuenta del control de determinados bares de copas de Málaga.

También ha dado titulares el clan de los Aranda, implicado en el narcotráfico y el blanqueo de dinero. Sus cabecillas fueron detenidos en 2007 en una operación en la que también fueron arrestados un director de banco y varios empresarios farmacéuticos. Para el anecdotario queda en este repaso la figura de Erik El Belga, uno de los mayores ladrones de arte del último siglo en todo el mundo y vecino muy popular en El Palo. Ahora, el apuñalamiento de Samuel Galán se incorpora al capítulo menos deseable de El Palo, una desgracia mayor al afectar a uno de los ejes de su identidad: el fútbol.

Además de los hitos que ha podido contar en los últimos años el CD El Palo, que ha militado dos temporadas en Segunda B, el antiguo San Ignacio es celebrado aún como fábrica incombustible de talentos del calibre de Basti, Portillo y Carlos Aranda, que jugó en el Real Madrid, Sevilla, Zaragoza y Granada (y quien, como para añadir más leña al fuego, fue detenido el año pasado en Málaga tras una reyerta a las puertas de una discoteca). Otro futbolista criado aquí, Raúl Gaitán, lamenta el suceso que ha terminado con dos jugadores del filial de El Palo en prisión por un presunto delito de asesinato en grado de tentativa: "Nunca ha pasado nada tan grave como esto, pero espero que no manche la cantera de futbolistas ni a la buena gente de la barriada. El Palo ha cambiado mucho desde mi infancia: antes sólo pensabámos en estar en la calle con un balón y cuatro piedras para hacer las porterías y era todo jugar y jugar. Eso, hoy por hoy, no se hace, ni en El Palo ni en ningún otro lado. Yo estoy encantado de haberme criado aquí, de haber jugado en El Palo y de ser paleño". Y apunta: "La gente de El Palo tiene su cosilla diferente, su guasa, como yo digo. Debe ser por el carácter, que es algo que se percibe en el fútbol. El futbolista paleño se caracteriza por el ímpetu, pero es que la barriada lo da. El Palo siempre ha sido como un pueblo. Antes tu puerta estaba abierta, entraba el vecino a coger una herramienta, un tornillo, sal, lo que fuera. En pocos sitios sse vivía con esa tranquilidad con la que vivíamos allí. Pero lo bonito y lo bueno se va, se pierden esas costumbres".

Esta noción independiente todavía reina entre los vecinos. El profesor de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Málaga Francisco Paniagua, nacido en los antiguos corralones del barrio, lo ilustra: "Todavía seguimos diciendo vamos a Málaga cuando vamos al centro". Y es que El Palo es "un barrio con su filosofía propia, el carácter de la gente es casi como el de un pueblo que en muchas cosas se ha ido modernizando pero en otras cosas sigue siendo igual". Esta impresión obedece a un aislamiento urbanístico para el que los diferentes PGOU no han sabido encontrar remedio, pero, más allá de las dificultades geográficas, habría que preguntarse si esta (a menudo) escasa identificación con Málaga responde a un desapego por parte de El Palo hacia el resto de la ciudad -como por lo general se sostiene- o ha sido Málaga la que quizá no ha sabido o no ha querido hacer de El Palo una cuestión propia. Recuerda Paniagua que el barrio no se asfaltó hasta mediados de los 80 y "hasta que no embovedaron el arroyo, no podíamos ir al colegio cuando llovía. Incluso una vez recuerdo cómo entraban las olas al colegio".

Con todo, la vida aquí, dicen los paleños, es amable. El resto es cuestión de futuro.

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