Carmen | Israel Galván
Notas al pie de Carmen
Un día, mientras investigaba para el que iba a ser en un principio su siguiente espectáculo, a Mercedes de Córdoba se le cruzó en el camino la peripecia de Las Sin Sombrero, como bautizó el documental de Tània Balló, Manuel Jiménez y Serrana Torres a las mujeres de la Generación del 27. La bailaora fue adentrándose con perplejidad en los diferentes perfiles de esas creadoras, asombrada por no conocer muchos de los nombres que se sucedían, dolida por la escasa o nula atención que se había dedicado en los libros de texto y en el imaginario colectivo a las que sí habían pasado a la posteridad. “Esa noche estaba tan impactada que no dormí, y a la mañana siguiente, cuando Juan [el guitarrista Juan Campallo, su pareja y aliado habitual en escena] se despertó, le dije que cambiaba de proyecto”, recuerda entre risas. De ese “enfado”, con el mundo “pero también conmigo misma por no haberme molestado en saber de ellas”, surge Olvidadas (A las Sin Sombrero), la obra que la cordobesa presenta este sábado en el Teatro Central dentro de la programación de la Bienal de Flamenco y que su artífice concibe como una suerte de desagravio, “un grito de admiración”.
Tras Sí, quiero, una liturgia íntima en la que afianzaba su vocación, la intérprete abraza ahora el arte como un antídoto contra la desmemoria. Olvidadas viaja a unos años de efervescencia en los que, junto a figuras más reconocidas como María Zambrano, Maruja Mallo, Rosa Chacel o Concha Méndez, toda una legión de intelectuales y artistas reinterpretan el mundo, voces como las de la escritora Luisa Carnés o la pintora Rosario de Velasco, que en los últimos años han recobrado el prestigio gracias al éxito del libro Tea Rooms o la exposición que el Thyssen ha dedicado a la segunda.
“No hemos querido interpretar esos personajes”, dice Mercedes de Córdoba sobre las heroínas a las que rinde un emocionado tributo, y a las que invoca junto a un joven cuerpo de baile formado por las andaluzas Alejandra Creo y Marta Cañizares y la rusa Polina Sofía. “Más que resucitar a estas mujeres, quería reflejar lo que yo había sentido al enterarme de sus historias. Quien las conozca puede identificar algún detalle, pero no hay nada muy evidente; no sé si el público espera que bailemos con sombreros, por ejemplo. Lo llevo todo a un terreno más personal. Es un espectáculo duro, cómo no va a serlo, pero también irónico”, anticipa la coreógrafa.
En sus pesquisas, Mercedes de Córdoba se “enamoró” de la sensibilidad punzante de Marga Gil Roësset, que dejó sobradas muestras de su talento como artista y escritora antes de suicidarse con apenas 24 años, entre otros motivos por el peso del amor que sentía por Juan Ramón Jiménez. Su evocación en Olvidadas se hace también desde la sutileza. “Hay un momento en que se deshoja una margarita con ese movimiento de me quiere, no me quiere”, cuenta Mercedes de Córdoba, que escoge la seguiriya para abordar el “dolor” que le inspira esa muchacha.
La escritura de Gil Roësset asoma entre los textos de Olvidadas, que recupera las voces de algunas de sus protagonistas. “Yo quería que se las oyera. Hay audios antiguos que hemos limpiado, entre ellos una frase de Concha Méndez que he convertido en un leit-motiv, en el hilo conductor. Prefiero no desvelarla, pero diré que al escucharla se me encogió el corazón”.
En el apartado musical, por el que ronda el Vals nº 2 de Shostakóvich, “intentamos tirar de sonidos que recuerden a la época de las Sin Sombrero. Hay muchas repeticiones porque en lo que se refiere a la situación de la mujer la historia, tristemente, se repite”, expone Juan Campallo, que admite “ser algo negativo al principio a las propuestas que hace Mercedes, pero creo que esos noes son buenos, al no verlo claro busco más y nunca nos quedamos en la superficie”, señala el guitarrista sobre una obra en la que entre otros participan el contrabajista Gal Maestro y el cantaor Jonathan Reyes.
Mercedes de Córdoba, que estuvo nominada a los premios nacionales de danza del Reino Unido por Sí, quiero, llega a la Bienal con sentimientos encontrados. “Montar este espectáculo ha sido complicado, con una pérdida familiar que por esperada no deja de ser triste, y estrenar en estas fechas es una locura: en agosto no hay ningún teatro abierto para hacer residencias técnicas, no terminas la escenografía porque está todo cerrado... Todo ha ido contrarreloj, pero estoy orgullosa de haber tirado adelante”, asegura la bailaora, que ya mostró un avance de esta pieza en el Festival de Jerez y preestrenó Olvidadas en Torrox dentro del programa In-Progress.
La cordobesa continúa “enamorada y peleada con la profesión”, pero “tengo claro que me encanta coreografiar y que quiero darles oportunidades a artistas jóvenes. Cuesta mover espectáculos grandes, pero prefiero estar tranquila conmigo misma y pelearme con el sistema a lo contrario”, concluye. Las componentes del elenco responden entusiastas a la aventura que propone Olvidadas. “Es un privilegio ver a Mercedes y a Juan crear. Nos asombra la facilidad que tiene ella para coreografiar y él para componer, a Juan le digo siempre que podría hacer bandas sonoras”, apunta la malagueña Marta Cañizares, agradecida también por el acercamiento a las Sin Sombrero. “En el instituto se estudia a Lorca y a Alberti, a ellas nada. Lo triste”, lamenta, “es que conocíamos a María Zambrano por la estación de tren y poco más”.
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