Los buenos modales | Estreno en Filmin

Yo anduve con un niño lobo

Resulta interesante observar cómo cierto cine brasileño reciente se reviste de homenaje o parodia del cine de género o la serie B para seguir tratando viejos asuntos propios de aquel cinema novo más radical y comprometido como la condición de clase, de raza, el fracaso capitalista, el machismo, la lucha por la libertad o, en el caso que nos ocupa, la reivindicación otros modelos de maternidad o sexualidad más allá de lo normativo.

Ahí donde Bacurau, de Mendonça Filho, aún pendiente de estreno, hace sus guiños al cine de acción, ciencia-ficción y aventuras de Carpenter en pleno Sertão acosado por el invasor americano, Los buenos modales, de Juliana Rojas y Marco Dutra (Trabalhar cansa), que se estrenó en Locarno 2017 y llega ahora felizmente a Filmin, se reviste de fábula y cuento de terror en una Sao Paulo irreal y soñada (fotografiada y pintada por el gran Rui Poças en toda su dimensión artificial) para homenajear a Tourneur, Zulawski o Landis y sus zombis, mujeres poseídas y licántropos, en esta historia en dos partes que tiene algo de telenovela de autor y mucho de ironía posmoderna sobre las brechas sociales en un Brasil amenazado ya por el germen de la regresión populista, dictatorial y evangélica.

Una fábula en colores intensos, luces oblicuas e imágenes transparentes, de económica y esencial puesta en escena y con unos efectos digitales tan ingenuos como efectivos en su gesto paródico, que nos adentra primero en la relación entre una mujer blanca adinerada, soltera y embarazada y la sirvienta negra que llega a su casa para hacerse cargo de ella en los meses previos al parto; y después, en una segunda parte cortada por una elipsis de siete años, en la relación de esa última, convertida ya en una nueva mujer trabajadora y realizada, con el extraño vástago de aquella.

Sin ánimo de desvelar más detalles que juegan en contra del gozoso efecto sorpresa de la cinta, insistiré si acaso en la manera en que Rojas y Dutra concilian la parábola social con el humor (negro), la belleza onírica y poética de sus noches con la prosa realista de unos días, unas localizaciones y unas acciones cotidianas en las que las clases populares acaban siendo tan estereotipadas como esa alta sociedad pija a la que pertenece nuestra embarazada.

Por último, no son menos sorprendentes en esta estupenda película el episodio del encuentro con el misterioso padre de la criatura contado en clave gráfica y, sobre todo, esos apartes musicales que la hacen si cabe más insólita aún.