El gran baño | Crítica

Algo más que otro 'Full Monty'

Una imagen de la película.

Una imagen de la película. / D. S.

Entretenida, divertida y sobre todo realzada por un gran reparto que explica su enorme éxito en Francia, El gran baño es en principio un Full Monty en bañador o, lo que es lo mismo, se apunta al filón de marginados (ya sean parados, señoras más que maduritas o campesinos en crisis) que procuran salir adelante poniéndose en pelotas, ya sea haciendo de boys o posando para un calendario. ¡Uf! ¡Qué hartura! Sí, El gran baño es esto. Pero también es algo más.

Gracias a sus estupendos intérpretes y a un buen guión de su también director Gilles Lellouche (que demuestra que la tradición de la comedia que funciona con la perfección de un mecanismo de relojería: lo que en el teatro de bulevar se llamó pièce bien faite sigue vivo en la cultura popular francesa) hay buenos estudios de caracteres, un ir y venir de lo cómico a lo melancólico y un reírse de los don nadies de siempre (lo que nos llevaría a la comedia italiana, tan influyente sobre la francesa, cuya cumbre es la magistral I soliti ignoti que aquí se llamó Rufufú) que gracias, y hay que subrayarlo porque es la clave, al espléndido reparto pone esta película por encima de su modelo y sus imitaciones como Las chicas del calendario o Normandía al desnudo.

Gilles Lellouch se hizo famoso sobre todo, aunque no sólo: tiene una extensa filmografía como actor, interpretando los éxitos de Guillaume Canet; después se convirtió en guionista; tras ello codirigió dos películas; y ahora debuta en solitario pisando fuerte. Sin mucha originalidad, pero perfeccionando astutamente una fórmula de éxito.

En este caso se trata de un grupo de cuarentones no muy cachas, más bien depresivos y sin grandes perspectivas en la vida que deciden formar un equipo de natación sincronizada. A diferencia de otras películas de este tipo, entre todos suman los más comunes (y serios) males que afectan al ser humano (da igual que sea hombre o mujer) del siglo XXI: enfermedad, dependencia familiar, adicciones, soledad, fracaso emocional, depresión...

¿Temas tan duros pueden tocarse en una comedia? Sí. Muchas veces se ha hecho. Pero hace falta talento para saltar de lo cómico (teñido de humor melancólico) a lo trágico (diluido en lo cotidiano) sin que se resientan ninguno de los dos registros o, lo que sería peor, se trivialice lo serio. Así lo que en principio podría dar pereza -¡otra fullmontyada!- acaba siendo una buena comedia agridulce.

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