LOS NIÑOS DE WINTON | CRÍTICA

Conmovedora y ejemplar historia real, colosal Hopkins

El actor Anthony Hopkins protagoniza el largometraje.

El actor Anthony Hopkins protagoniza el largometraje. / D. S.

En 1988 la mujer de Nicholas Winton, un agente de cambio y financiero inglés de origen judío alemán de 79 años, encontró en el desván una maleta con cartas y documentos fechados en 1939, y una lista con fichas y fotografías de 669 niños. Y salió a la luz la historia que su marido, por pudor y por algo parecido al pesar, quiso mantener oculta. Entre marzo y agosto de 1939 logró sacar de un campo de refugiados de Checoeslovaquia a 669 niños judíos en ocho transportes, uno en avión y siete en tren, salvándolos del Holocausto. El noveno transporte debía salir de Praga el 1 de septiembre del 39 pero el cierre de las fronteras tras el inicio de la guerra lo impidió. Debía transportar a 250 niños que desaparecieron en la tragedia que Alemania acababa de iniciar. Nunca se consoló de no haber podido salvar más niños. Lo asombroso es que logró esta gesta con una minúscula organización -poco más que su madre, una secretaria y algunos voluntarios- venciendo la resistencia de los gobiernos que no querían acoger a los niños -solo accedieron Suecia y Reino Unido, y este con duras condiciones- y creando campañas para lograr los medios necesarios y familias de acogida. Afortunadamente el pueblo británico respondió con generosidad y la empresa pudo ponerse en marcha.

La gesta de Nicholas Winton fue llevada al cine desde la perspectiva checa por Matej Minac, primero en la película de ficción Todos mis seres queridos (1999), en el que el inglés era un personaje secundario, y después en el documental El poder del bien: Nicholas Winton (2002, ganador de un Emmy), que decidió hacer conmovido por su figura. Ahora el realizador sobre todo televisivo James Hawes, autor de eficaces trabajos rutinarios, pero también de series tan brillantes como Black Mirror y sobre todo Slow Horses, se centra por completo en la extraordinaria figura de Winton. Lo hace con una corrección muy del estilo de la televisión clásica inglesa (él ha sido, curiosamente, más intenso e incisivo en su televisiva Slow Horses) sobre todo en las partes centradas en los hechos de 1939. Dándole mucha mayor fuerza dramática en las partes centradas en el descubrimiento de su gesta en los años 80. Como si la soberbia interpretación de un Anthony Hopkins que cuanto más envejece más mejora hubiera dado bríos al director para lograr escenas de una extraordinaria emoción compleja, humana, nada superficial o fácilmente lacrimógena.

Los giros del hombre joven que lo arriesgó todo para salvar a los niños al anciano que se duele de los que no pudo salvar están muy bien resueltos por el guión. Hopkins logra una de las mejores interpretaciones de su carrera, lo que es mucho decir, logrando una asombrosa naturalidad en la representación de la reserva, el dolor y la rendición a la emoción de este hombre excepcional que contagia a quien lo ve. Al igual que sucede con las risas, hay lágrimas contagiosas. Muy buenos compañeros de reparto son Helena Bonham Carter y Jonathan Price. Por la grandeza del personaje que rescata para el gran público y por la interpretación de Hopkins merece ser vista. Incluso es necesario hacerlo para estimar el valor de estas personas que son luces en los tiempos más oscuros.   

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