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Trastornos expresivos | El problema de la verborrea

La bestia negra de Omaha o el síndrome de la metralleta

El miedo a hablar en público, un trastorno ante el que se puede actuar. El miedo a hablar en público, un trastorno ante el que se puede actuar.

El miedo a hablar en público, un trastorno ante el que se puede actuar. / Google Images

Heinrich Severloh, soldado alemán de la 352 División de Infantería, pasó a la sangrienta historia de los conflictos bélicos por su heroica resistencia en el puesto número 62 de las tropas germanas en las playas de Normandía. Según su propio relato, estuvo disparando sin descanso con una ametralladora MG 42 desde las seis de la mañana hasta las primeras horas de la tarde para intentar contener el desembarco de los soldados aliados en tierra francesa.

Aquel lejano 6 de junio de 1944 quedará grabado para siempre en la memoria colectiva de unas naciones, que enviaron a la muerte a decenas de miles de jóvenes. Algunos estudiosos de este periodo histórico afirman que pudo descargar más de diez mil balas durante el constante asedio de las tropas enemigas. Imagínense, por lo tanto, la cantidad de vidas truncadas por la acción de un arma diabólica a pleno rendimiento.

En su autobiografía, un casi octogenario Severloh relata cómo emprendió una huida desesperada tras acabar con la munición y su periplo por diferentes cárceles francesas hasta su definitiva puesta en libertad. Además, reconoce que una de las secuelas más graves de aquel trágico episodio de juventud fue la imposibilidad de modular sus intervenciones orales ante un auditorio, ya sea una reunión de amigos o una conferencia sobre los estragos de la guerra a ambos lados del Atlántico.

Después de continuas visitas a psicólogos del lenguaje y logopedas, un especialista del hospital Helios en Múnich bautizó este trastorno expresivo como “el síndrome de la metralleta”, caracterizado por la verborrea compulsiva sin cambios de tono ni descansos para tomar un poco de oxígeno o refrescar los labios con un sorbo de agua.

La verborrea, una de las consecuencias del 'síndrome de la metralleta'. La verborrea, una de las consecuencias del 'síndrome de la metralleta'.

La verborrea, una de las consecuencias del 'síndrome de la metralleta'. / AbEstudiodeComunicacion

Gracias a la claridad del diagnóstico, hoy los profesores pueden detectar sin muchas dificultades a aquellos alumnos que ametrallan sin piedad al resto de compañeros durante las exposiciones orales en las distintas áreas de conocimiento. Como consecuencia, los centros docentes han publicado protocolos de actuación, de obligado cumplimiento por parte de la comunidad educativa, para evitar las terribles secuelas de esta práctica inmisericorde de exposición oral.

Así, los principales síntomas son:

  1. El alumno llena sus pulmones de aire puro, solicita con la mirada la venia al profesor expectante y comienza a taladrar las paredes del aula con frases y frases sin el más mínimo reposo para que el público pueda asimilar el contenido del mensaje.
  2. Los ojos de la metralleta verbal suelen fijarse en un punto lejano en el muro opuesto para evitar cualquier distracción provocada por algún desmayo en el público. A veces, la mirada se eleva hacia el techo en busca de la palabra inicial de alguna definición o argumento olvidado por los nervios. Estos dos segundos de pausa en la erupción de enunciados son celebrados en silencio por aquellos oyentes estoicos, que aún mantienen las constantes vitales y no están pensado en las próximas vacaciones escolares.
  3. La crueldad de este tipo de síndrome lingüístico se revela en la parte final de la exposición. Los últimos supervivientes recuperan el espíritu, cuando escuchan conectores como “por último”, “en definitiva” o “para terminar”. Momento en el que sus labios balbucean plegarias de agradecimiento y sus corazones recuperan el ritmo de bombeo gracias a la dicha del final próximo. Sin embargo, el ratatatatá ratatatatá de las palabras sigue golpeando sus cuerpos ya casi exánimes. Pocos son los que no arrastrarán secuelas de por vida.

 ¿Se puede superar?

Los últimos años han proliferado rúbricas de evaluación para que los alumnos sepan de antemano cuáles son los criterios de una correcta exposición oral. Así, recomendamos:

  1. Una velocidad natural y un ritmo adecuado y variable. No olvides que todos estamos condicionados por una mentalidad típica del siglo XXI: si algo nos resulta pesado y engorroso, desconectamos con un clic inmediato.
  2. Naturalidad en el tono, la vocalización y volumen: no seas condescendiente ni soberbio en tus planteamientos; marca los sonidos y evita las palabras endiabladas con grupos consonánticos de difícil pronunciación; por último, no olvides subir la voz a un volumen superior al de una conversación informal entre amigos.
  3. Huida de la afectación o la ultracorrección. En muchas ocasiones, los oradores inexpertos enlazan frases que se extienden durante párrafos extenuantes y salpimientan la presentación con palabras y giros grandilocuentes. Esta estrategia suele provocar dos reacciones en los oyentes: desprecio ante la altanería del emisor o carcajadas cuando, de tanto refinamiento, aparecen los “bacalados de Bilbado”.

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